Solde y la gestión del éxito repentino de un chico llamado Oriol Soldevila
El entorno del futbolista del Intercity, que marcó tres goles al Barcelona, cree que sabrá enfocarse ante su temor a que la situación se le suba a la cabeza
En un fútbol globalizado en el que todo se escruta y se conoce todavía se escriben historias de cenicientas, noches estelares en las que el zapato entra como un guante. Este miércoles lo hizo en la zurda sedosa de Oriol Soldevila, un futbolista de 21 años del Intercity alicantino que se destapó al marcar tres goles al Barcelona, el club de su corazón, del que es socio y para el que jugó dos años en edad juvenil. De pronto el mundo gira hacia él.
“Lo gestionará bien. No es el perfil de futbolista que se vaya a descentrar”, advierte Juan Giménez, que vio el partido por televisión desde A Coruña, donde trabaja como adjunto a la secretaría técnica del Deportivo. Antes hizo casi que de todo en el Cornellá, donde fue entrenador en fútbol base, responsable de captación y director deportivo. Cuando hace siete años se incorporó al club catalán lo hizo en el Infantil A para trabajar como auxiliar de Dani Pérez, que allí sigue al frente del equipo juvenil. El primer fichaje que cerraron ambos fue el de Oriol Soldevila. Le vieron en Sitges en un partido con el infantil del Atletic de Sant Just Desvern. Aquella primera impresión, repasada ahora, alerta de que entre medias ha habido confirmaciones y evoluciones. “Jugaba muy bien, era alto y muy coordinado, técnico y con un gran talento para resolver el mano a mano. Pero le ponía poca atención al gol”, describe Giménez, que también le entrenó en cadetes.
Un poco antes de las seis de la mañana de este jueves se levantó Robert Soldevila en Alicante. El padre de Oriol es dueño de una empresa de cátering en Barcelona y son fechas complicadas para estar lejos del trabajo. En la cocina del piso donde vive Oriol se encontró con él. “No pude dormir, apenas lo hice dos horitas”, explica el jugador. Había llegado a casa tras conceder entrevistas a los grandes popes radiofónicos y con la excitación de una noche inolvidable. En esa intimidad brotó una conversación: “Me dijo que era imposible que todo esto no se le subiese a la cabeza”, confiesa Robert.
El fútbol llegó casi por accidente a la familia Soldevila. Y ahí también hubo una charla. “Nos gusta tenerlas y si puede ser hasta prepararlas”. Oriol, un estudiante brillante que ha retomado Administración y Dirección de Empresas en la universidad, tuvo que argumentar ante sus padres y su hermana dos años mayor por qué quería dedicarse profesionalmente al fútbol y cuál era su plan si no lo conseguía. En casa no estaban convencidos de un entorno que les ofrecía una imagen fútil e inhóspita, pleno de hipocresías e intereses, pero en el que también empiezan a descubrir otras caras. Las de Dani Pérez y Juan Giménez en Cornellá. O las de un vestuario cuajado de veteranos que en el Intercity tutela a un chico de 21 años que por maduro que parezca está en plenos descubrimientos personales y profesionales. En esa caseta hasta siete compañeros de Soldevila pasaron por la Masia. Y la vida les ha mostrado una cara del fútbol diferente a la que ven Nico, Balde, Ansu Fati o Ilaix Moriba, compañeros de Oriol en el Barcelona que ya se han asentado en la élite. “¡Cuánto vas a aprender con nosotros, chavalín!”, le suelen decir, medio en broma medio en serio.
Por eso en la madrugada alicantina el mensaje del padre al hijo que creía perder la cabeza fue de orgullo, pero también de crudeza. “Ahora estás aquí arriba, pero mañana ya no lo estás. El domingo vas a jugar al campo del Eldense, que es el líder”, le explicó Robert. Un mensaje de audio de su representante, Bibian Weggelaar, también apuntó en ese sentido: “Te va a llamar mucha gente, tienes que discernir quién te quiere ayudar y quién no. Y tienes que aprenderlo tú. Al final decides tú, como cuando metes los goles”. Pero Robert Soldevila es optimista: “Va a escoger el camino correcto. Lo mejor de Oriol es su inteligencia, en el campo y sobre todo fuera de él. Sabe seleccionar muy bien los amigos y tiene un gran sentido de la solidaridad porque está vinculado a una fundación que trabaja en Uganda. Hacia África manda mucho material deportivo”.
Oriol no ha sido titular en lo que va de temporada en el Intercity. Pero es uno de los tres jugadores del equipo que ha jugado todos los partidos de Liga, apenas uno de inicio. En la Copa le han dado más carrete. La cocción de un futbolista no entiende de uniformidades. “Lo que necesitan es su tiempo y entender que las cosas pasan cuando tienen que suceder”, desgrana Juan Giménez, que incide en la necesidad de prepararse para cuando llegue la oportunidad y saber que no siempre todo sale bien. “Los jóvenes tienen cada vez menos tolerancia a la frustración. Es esencial saber relativizar. En el caso de Oriol esto que ha pasado es precioso, pero hay que seguir el camino”, completa.
En definitiva, Robert Soldevila alude a la necesidad de que tanto futbolista como familia se sostengan sobre la sensibilidad a unos valores. “Esta vez disfrutamos una alegría, pero el fútbol también nos hace sufrir. ‘Ojalá te hubieses dedicado a estudiar Puentes y Caminos, le digo alguna vez a mi hijo’. Pero si el deporte se enfoca desde la formación veremos su crecimiento”. Ahora el foco alumbrará un tiempo a Oriol, llegará la exigencia y la comparación imposible porque no le va a meter tres goles al Barcelona cada vez que juegue un partido. Volverá el banquillo, compañero inseparable en el proceso de maduración de un futbolista. Xemi Fernández es compañero de Soldevila en el Intercity, jugó en la cantera del Cornellá, pasó también por Inglaterra y se sacó la carrera de Medicina, un buen espejo donde mirar el futuro. No hace mucho le hizo una reflexión lapidaria: “Si el entrenador no te pone no es porque seas más malo que un compañero, no puedes pensar que eres peor y hundirte. Es porque él decide”.
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