Ernesto Valverde, viajes de ida y vuelta
El entrenador del Athletic buscará el domingo dejar al Barcelona con un maremoto de dimensiones incalculables
Ya me imagino a Ernesto Valverde acudiendo a la rueda de prensa de mañana sábado en Lezama, serio, tranquilo, rumiando las respuestas a esas preguntas que imagina y supone. Esas preguntas, las imagino hoy viernes, que tendrán más que ver con la situación del Barça, la comparativa con su trayectoria en el banquillo blaugrana que con la situación de su Athletic, ese que comenzó como un tiro y al que estas primeras rampas duras de La Liga le han dejado un poco corto de aliento aunque en su juego se adivinen cosas, proyectos y progresos interesantes.
No suele ser fácil hablar de los equipos en los que has estado, nunca ha sido sencillo, más que nada porque cuando estabas en aquel vestuario y veías, mejor escuchabas, a todo el mundo opinar sobre lo tuyo siempre pensabas que para opinar, mejor dicho, para opinar con conocimiento de causa, hay que saber mucho de lo que pasa dentro.
Pero los tiempos futbolísticos blaugranas, los madridistas también, claro, son los que suelen marcar la agenda de todos los demás, como si tu equipo no existiese salvo cuando se cruza con esos portaaviones del futbol no solo en lo futbolero sino también en lo financiero, en lo mediático.
También es verdad que si las preguntas discurren por un tono dentro del fútbol, del juego, tampoco creo que el entrenador rojiblanco se pusiera a explicar, en la intimidad de una sala de prensa, sus planes de juego, su planteamiento de partido hasta con sus comodines de los cambios, su idea para aprovechar este momento de ciertas dudas, de ciertos velos, de ciertos “ruidos” que él tan bien conoce y sabe detectar.
Hace años, cuando Joaquín Caparrós equiparó el paso por el Camp Nou a una visita al dentista, coincidieron los tiempos con unos cuantos cruces en las finales de Copa de Rey entre rojiblancos y blaugranas y que, aunque cambiaban los entrenadores de unos y otros, todas acabaron en las vitrinas del museo del Barça. La cuestión es saber si ese momento arrollador del Barça ha acabado, si está resurgiendo con el peligro de que toque la tormenta perfecta y pagues los platos rotos en Champions y en el Clásico (eso mismo midió ayer el Villareal) o si el runrún nervioso y dubitativo del coliseo blaugrana ha vuelto para quedarse y que eso propicie una oportunidad de esas que se dan de forma excepcional.
Porque dentro del análisis del juego, de las opciones tácticas, de saber responder bien a la pregunta de cómo hacerle daño a tu rival también entran las cuestiones de saber defenderte bien cuando te aprietan, de no perder la calma y mantener la mente fría aunque el rival te encierre en el área y, una parte fundamental, entender cuando es el momento en el que las dudas se apoderan de tu contrario, ese momento en el que el silencio llena un inmenso estadio como el blaugrana y ahí, como un rayo, aparece tu oportunidad, tu opción, tu tiempo en el partido. Pero eso no hay algoritmo que haya, aún, conseguido descifrar.
Para eso hace falta profesionales con la sensibilidad, el conocimiento y la discreción de Ernesto. Un tipo que no se meterá en ningún charco ni antes ni después del partido pero que buscará, su trabajo es ese, dejar a los blaugranas con un maremoto de esos que suelen ser de dimensiones incalculables incluso para los portaaviones.
Se diría que el domingo, cuando el Athletic visita al Barcelona y coincide que es el cumpleaños de Pelé, es un buen día para una de esas aventuras que luego se podrán contar a los nietos… o tocar la guitarra y, siempre y solo, en la intimidad, entre amigos.
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