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Paisajes
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Fe, esperanza y...

Cuando vi a Luis Enrique pedirle a Unai que sacara a la defensa hacia arriba y enviara el balón largo entendí que hay soluciones que resisten perfectamente el paso del tiempo y el impacto de las nuevas tecnologías

Luis Enrique festeja la victoria frente a Portugal en Braga, que significó el pase a la fase final de la Liga de Naciones.
Luis Enrique festeja la victoria frente a Portugal en Braga, que significó el pase a la fase final de la Liga de Naciones.HUGO DELGADO (EFE)
Andoni Zubizarreta

Vale, se lo confieso, ya hay confianza entre nosotros y les puedo decir que el pasado martes, allá por el minuto 85 del Portugal-España tenía decidido apagar la tele y olvidarme del partido, de la Nations League y de todas sus derivadas. Pensaba que este tipo de partidos, cerrados, espesos, densos a más no poder suelen ser típicos del inicio del Mundial y que la experiencia podría ser positiva, como aprendizaje, para la cita de Qatar. A eso había que sumarle, desde mi vertiente de portero, que algo me decía que el excelente partido de Unai Simón le iba a servir para llegar a la cita mundialista lleno de confianza, como si el Mundial empezara la semana que viene, como si no le quedaran situaciones complejas aún por resolver en sus partidos con el Athletic. Es esa vertiente de mi cerebro que sigue actuando como director deportivo y que sigue buscando, siempre, al menos un elemento positivo en medio de la mayor debacle.

Entre mis pensamientos, y que había perdido de vista el mando de la tele, le di tiempo a que la pelota cayera a los pies de Carvajal, su centro y lo demás seguro que lo han visto repetido, toque de cabeza de Nico Williams, gol de Morata y España clasificada.

Ahí, justo ahí, entré en crisis porque en mi teoría, ya compartida, ya explicada, de “a partido visto, mala suerte aportada”, ese gol casi milagroso que, siendo honestos, no debería haber visto en directo, me llevó a la duda de si seguir apagando la tele (lo que mi mente responsable me pedía) o lanzarme al desenfreno de cinco minutos de descuento loco, irresponsable, arriesgado por mi parte siguiendo el partido hasta el pitido final. Creo que porque no acabo de creerme que esta es una competición oficial, pero ahí estuve, pegado a la tele, defendiendo ese gol sin importarme en ese momento si la salida del balón era ordenada o si le pegábamos para arriba y que Morata se buscara la vida. Cuando vi a Luis Enrique pedirle a Unai que sacara a la defensa hacia arriba y enviara el balón largo, alto, lejos de su portería, entendí que hay soluciones que resisten perfectamente el paso del tiempo y el impacto de las nuevas tecnologías.

Cuando estábamos en aquel fútbol en el que había partidos amistosos de selecciones, aquellos en los que los seleccionadores trabajaban con nuevos jugadores, rotaban sus equipos, probaban nuevos sistemas, siempre bajo el lema de “no pasa nada que es un partido amistoso y mejor perder hoy que en el Mundial”, en aquel fútbol un empate en Portugal contra una selección llena de talento hubiera sido un resultado correcto, hasta diría que el resultado sería lo de menos y lo importante hubiera sido si los nuevos jugadores se habían adaptado bien al equipo y sus interioridades. Pero eso ya es historia en el fútbol de selecciones y a este equipo español le espera el Mundial, el sorteo de la Eurocopa y la fase final de esta Nations League que acaba de cerrar su primera fase.

Si además le añadimos que anda España inmersa en plena transición de sus tiempos más gloriosos en el fútbol de equipos nacionales, que el grupo está lleno de jóvenes que por DNI podrían estar jugando en la Sub 21 y que las pruebas se hacen siempre con nitroglicerina, yo diría, llámenme iluso, que la cosa no está tan mal, que España tiene pinta de equipo con el que nadie se va a querer cruzar y que los jóvenes son dignos de toda confianza.

Ahora solo me queda resolver el asunto de ver o no los partidos, pero eso, tal y como anda el patio futbolero, es un asunto muy menor… menos para mí, claro.

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