La lucha de las árbitras por dignificar su esfuerzo y su pasión: de cobrar 9,5 euros por partido a la profesionalización
Las colegiadas de la Liga F, que pitarán este sábado tras un parón de una semana en la que mejoraron sus condiciones laborales, llevan años compaginando arbitraje y otros trabajos: “Económicamente, nunca ha compensado”
“¿Cuánto vale la dignidad de una mujer deportista?”, se preguntaba Marta Frías, árbitra desde hace 21 años, cuando la semana pasada anunció junto a sus compañeras que el colectivo arbitral no se movería hasta que se mejorasen sus condiciones laborales. La Liga femenina ha experimentado esta temporada el salto al profesionalismo, pero se dejó de lado a las colegiadas, a las que se les trató de imponer las mismas condiciones que cuando la competición no era profesional. Tras mucha tensión, reuniones en la sede del Consejo Superior de Deportes, y acusaciones cruzadas entre la Liga F y la Federación Española de Fútbol, esta semana se alcanzó un acuerdo para que las colegiadas tengan a partir de este año un contrato con el que coticen a la Seguridad Social y un salario que les permita llevar una vida digna. “Aún no me lo creo. Hemos conseguido que se nos reconozca el esfuerzo después de tantos años”, admite este viernes Frías, antes de que la competición arranque este fin de semana.
La figura arbitral, tan incomprendida en ocasiones en España, se ha demostrado imprescindible para el crecimiento de la competición, a pesar de que no todo el mundo comprendió sus reivindicaciones. “A veces se nos ve como bichos raros, pero somos personas normales”, reclama Frías. Marta Huerta, colegiada internacional con 17 años de experiencia, coincide con su compañera en que aún hay sectores de la sociedad que deben cambiar su percepción sobre el arbitraje. “Ha habido mucha gente que nos ha apoyado, pero también otra que nos acusaba de ser marionetas, unas avariciosas o cosas de ese estilo. Socialmente aún hay que trabajar mucho, porque nosotras somos deportistas y muchas personas no nos consideran como tal”, lamenta Huerta.
El camino de una niña que quiere dedicarse al arbitraje sigue los mismos pasos que la que quiere ser futbolista: esfuerzo, dedicación y sacrificio. Entrenamientos duros y malabares para compaginar la vida deportiva con el resto de obligaciones. Imposible conseguirlo sin una pasión genuina. La mayoría comienza con el gusanillo en la escuela, jugando en el patio generalmente con los chicos. “Encontrar un equipo de fútbol femenino antes era muy difícil, no había las facilidades de ahora”, recuerda Huerta, que decidió probar con el arbitraje a los 15 años después de la recomendación de un amigo. “Esos primeros años fueron muy bonitos. Ahora veo jugar a mi sobrino en los campos donde yo empecé a pitar y me emociono por ver dónde empezamos y hasta dónde hemos llegado”. Frías comenzó a arbitrar más mayor, con 21 años, pero la ruta fue la misma. “Un compañero de trabajo era árbitro y me dijo que debería probar, que si tanto me gustaba el fútbol esta era una buena manera. Eso sí, las tres primeras semanas fueron muy duras, más para una mujer árbitra. Yo me quería ir de los partidos. Pero poco a poco le fui pillando el tranquillo y me enganché. Ahora es la pasión de mi vida, sin duda, y una vez que me retire quiero seguir ligada a este mundo”, afirma la colegiada de 42 años, a la que le quedan tres temporadas para colgar el silbato.
Hasta este año, las árbitras debían compaginar los partidos con otros trabajos que les permitieran llegar a fin de mes. Huerta era profesora de educación física en un colegio y Frías trabaja en una empresa de iluminación. A partir de esta temporada, percibirán un sueldo de 35.000 euros al año al ser colegiadas principales.
Pero en el caso de las asistentes, cuyo salario se ha situado en 18.000 euros anuales, deberán seguir compaginando el arbitraje con otras profesiones. Rocío Puente lleva más de diez años ejerciendo a la vez que da clases, como Huerta, de educación física en un instituto. Su lucha pasa ahora porque las administraciones la reconozcan como deportista de alto nivel y le facilite la compatibilidad de ambos trabajos. “En 2018 me designaron para el Mundial, pero al final resultó muy problemático por todos los permisos que tuve que pedir para que me dejaran ir sin tener problemas en el trabajo”, relata. El CSD trabaja para que el colectivo arbitral sea considerado en toda España como deportistas de alto nivel, pero de momento esa competencia pertenece a las Comunidades Autónomas.
Como sus compañeras, Puente comenzó con el gusanillo del arbitraje primero practicando deporte desde muy joven. Ella siempre tuvo claro cuál quería que fuera su rol en el campo. “Mi padre entrenaba a un equipo y me transmitió la pasión por el fútbol. Cuando veía los partidos con él le decía que yo quería ser árbitra, que no quería jugar, quería pitar. Él me decía: ‘ya veremos cuando seas mayor’. Con 14 años me apunté por un compañero que me abrió la puerta y desde entonces he disfrutado cada día”. La pasión por el deporte se ve especialmente reflejada en su esfuerzo durante su carrera, en la que ha pitado partidos de Copa de la Reina o amistosos de la selección por solo 9,5 euros aguantando los insultos de la grada. “Si fuera por dinero lo dejaría. Gano el doble con mi otro trabajo y además me ahorraría de todo el estrés de organizar los viajes y todo eso. Pero esta es mi pasión”.
Todas celebran que por fin se haya dado un paso adelante en reconocer su esfuerzo durante todo este tiempo en el que ellas han sido fundamentales, pitando partidos cuando el interés por el fútbol femenino era muy reducido. Aún quedan pasos por dar, pero el camino está trazado. “Ahora nos podremos dedicar exclusivamente a preparar nuestros partidos, a no tener que salir corriendo del trabajo a entrenar. Esto ayudará a subir el nivel del arbitraje y crecerá la competición”, remarca Huerta.
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