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Serena Williams alarga su último baile

La campeona de 23 grandes, de 40 años, desborda a Kontaveit, dos del mundo, y accede a la tercera ronda de Nueva York: 7-6(4), 2-6 y 6-2. “Soy bastante buena”

Serena Williams celebra su triunfo contra Kontaveit en la central de Nueva York.Foto: John Minchillo | Vídeo: Reuters
Alejandro Ciriza

No, aquí tampoco termina el viaje. No todavía. Serena Williams es y será Serena Williams hasta el final, así que exprime este último trazado y tira un resto de revés ganador limpio, pulcro, impecable. Ya se sabe, es su lema. Su bandera: grandeza o nada.

“Simplemente increíble”, le dice Mary-Jo después de que haya derrotado por 7-6(4), 2-6 y 6-2 (en 2h 27m) a la estonia Anett Kontaveit, número dos del mundo, y haya logrado el pase a la tercera ronda del US Open. “¿Te ha sorprendido tu nivel?”, añade la presentadora, a lo que la leyenda, la deportista que volatilizó casi todos los moldes del tenis y que ha decidido “evolucionar”, que no retirarse, reacciona como solo ella podía hacerlo. Medio en broma, medio en serio. Sencillamente, a Williams le entra la risa floja.

“¿Qué?”, responde como si no hubiera oído bien a su interlocutora. “Quiero decir, soy simplemente Serena, ¿sabes? Así que… Bueno, soy una jugadora bastante buena y me encantan los desafíos. He jugado muchos partidos [a lo largo de su carrera] y estoy entrenando realmente bien”, argumenta mientras la llave del cuadro la empareja con la australiana Ajla Tomljanovic (1-6, 6-2 y 7-5 a Yevgenia Rodina), aunque este jueves bailará con su hermana Venus (41 años) en la modalidad de dobles. “Soy supercompetitiva, aunque no tengo nada que demostrar. No tengo nada que ganar, no tengo nada que perder”, se despide tras otra velada para la colección. Otra vez la magia.

Al igual que en el estreno del lunes, por las gradas octogonales de la Arthur Ashe desfilan las celebridades. No falta el cineasta Spike Lee, un fijo en la central y feligrés acérrimo de Williams, y desde el palco de la tenista observa su familia y bajo la visera, el golfista Tiger Woods, que corresponde a la ovación con timidez; esta noche, la protagonista es otra. También asiste Zendaya, la actriz que interpreta extraordinariamente bien a una yonqui adolescente en Euforia, historia a flor de piel, cruda, intensa, adrenalínica. Como Serena. La serie transcurre en un rincón de California, allí donde nació el mito de la jugadora que marcó un antes y un después en el tenis. Del gueto de Compton hasta el infinito. Un maravilloso viaje.

Silencio en el volcán

Gana Serena el primer set, y llega el subidón. Un chute a lo grande. Los espectadores se ponen en pie y el silencio sepulcral que preside los peloteos desemboca en el estallido del volcán. Esto es Nueva York, esto es Flushing Meadows y aquí no se escatima; ahora bien, juega Williams y eso significa que cambian los códigos. El ensordecedor sonido que preside el resto de los partidos, inimaginable en Melbourne, París o Londres, se divide en ráfagas en función del momento o de si la estadounidense atina o no: locura si logra el punto, mutismo en los intercambios y runrún si Kontaveit consigue arañar algo. La estonia, cabe recordar, es la dos del mundo y no se encoge. Así suena la banda sonora de otra montaña rusa emocional.

La grada se desboca. Las pantallas revelan que la pelota ha besado un milímetro la línea y los aficionados inician un rudo abucheo interrumpido por Williams. No, así no, detiene con el dedo en alto. La norteamericana, 14 años mayor que su rival, guerrea dentro de una burbuja, aparcando cualquier recordatorio sentimental y centrándose de manera exclusiva en el juego. Serena está en trance. Metida en harina, aun en sus 40, casi 41, sigue siendo una campeona de otra pasta. La limitación física no impide que actúe la genética ganadora, intacta hasta este último recorrido y este duelo que resuelve a base de agallas, hegemonía y un considerable ejercicio estratégico.

Kontaveit (26 años) se rebela contra todo, e iguala. Sin embargo, como ya le sucediera a Danka Kovinic el lunes, se la acaba llevando la marea. La estadounidense se ha guardado un último cartucho, va abriendo hueco y después administrando, y al final sentencia con ese golpe perfecto. Serena Williams, ni más ni menos. De principio a fin.

“¿GANAR? NO PUEDO PENSAR EN ESO…”

A. C. | Nueva York

Después de la victoria y el festejo, Williams acostumbra a bajar radicalmente las revoluciones. La fatiga y ese estado de neutralidad que ha adoptado para poder controlar estos días tan emotivos se reflejaban en su comparecencia ante los periodistas, que incidieron precisamente en este aspecto.

“Es una mezcla extraña, de querer abrazar pero a la vez estar concentrada”, introdujo. “Siento que he tenido una gran X roja a la espalda desde que gané aquí en 1999 y ha estado ahí durante toda mi carrera. Pero ahora es diferente”, prosiguió, cuestionada por la sensación de no tener la obligación de alzar el título, “porque siento que ya he ganado. Es bastante impresionante lo que he hecho, pero esta noche estaba como: ‘Serena, ya has ganado. Juega, sé Serena”.

También se le planteó hasta dónde puede llegar y si se ve capaz de aquello que parece imposible: lograr el 24º grande. “No puedo pensar tan lejos. Estoy aquí”, rebajó. “Me estoy divirtiendo y disfrutándolo. Honestamente, he tenido tantos partidos difíciles durante no sé cuánto tiempo que veo muy, muy complicado superar todo lo que necesitaría para ganar”, agregó.

Por último, Williams se refirió también a Woods, que le apoyó desde el box. “Él es una de las razones por las que estoy aquí y por las que sigo jugando. Hablamos mucho y ha tratado de motivarme. Yo no sabía qué hacer, estaba perdida, pero cuando puedes confiar en alguien como él, dios mío, Tiger Woods, fue realmente útil para aclararme”, zanjó.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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