Riqui Puig, la soledad de la última desilusión de La Masia
Sin la complicidad de Xavi ni el interés de los clubes europeos, el jugador de 22 años se va a Los Angeles Galaxy
Harto del fútbol y probablemente de todo, Gareth Bale (Cardiff, 33 años) cambió el Santiago Bernabéu por Los Ángeles. Lionel Messi (Rosario, 35 años) sueña con finalizar su carrera en Miami. Y Sergio Busquets (Sabadell, 34 años) medita cómo será su futuro en la MLS. En la tierra donde las grandes estrellas apagan su fútbol, Riqui Puig (Barcelona, 22 años) comienza a encender su futuro en Los Ángeles Galaxy. Sin la confianza de Xavi ni el interés de equipos europeos, la última ilusión de la cantera consumió su etapa en el Camp Nou como se consume todo en los tiempos modernos: a la velocidad de un reel.
En los complejos equilibrios del primer equipo siempre se ha mirado con mayor condescendencia a los canteranos. Sobre todo, en las épocas en las que el vestuario es liderado por futbolistas curtidos en La Masia. Pasó, por ejemplo, en la etapa de Ernesto Valverde al mando del Barça. En la última temporada completa del Txingurri, la 2018-2019, los capitanes azulgrana eran Messi, Busquets, Sergi Roberto y Piqué. En aquella campaña, escalaron al primer equipo Miranda, Chumi, Cuenca, Collado, Ruiz, Carles Pérez, Ansu Fati y Riqui Puig. La diferencia entre el aterrizaje de Fati y Puig fue llamativa. Mientras el hipano-guineano fue abrazado por el vestuario, el catalán fue mirado con recelo.
“Ansu viene vestido con la ropa del club y Riqui de Gucci”, recuerda un empleado del club. La indumentaria, como símbolo de la actitud. “Claro que Ansu también tiene ropa de marca, pero él prefería no llamar la atención”, explican desde el entorno del internacional con España. A Riqui Puig, que llegó al camerino del Camp Nou con la etiqueta de pijo, acuñado como protector del estilo y protegido por un cierto sector de la prensa, se le atragantó el vestuario del primer equipo. No era una situación nueva para el canterano. Su etapa en el Barça B tampoco había sido una cosecha de grandes amistades. En su primer año en el filial le advirtieron: “Los dorsales se eligen por antigüedad”. Riqui respondió: “Jo vull el deu”. El 10 se lo quedó Carles Pérez. Al año siguiente, misma historia. Pero la camiseta estrella se la llevó Collado.
“En el filial nunca fue un líder”, explican en la Ciudad Deportiva. No contaba con la complicidad de sus compañeros ni con el cariño del staff. De hecho, por su fino timbre de voz, lo habían bautizado como Benito Bodoque por el personaje de Don Gato. En el Barça B, eran célebres las peleas entre Riqui Puig y Collado en el campo (durante un partido un árbitro les advirtió que los iba a expulsar a los dos), como también la rabia de los rivales con Puig. “¿Cuánto ganas tú?”, les solía preguntar. “Ya verás cuando vengas a nuestro estadio”, le replicaban. Riqui, siempre amable con la prensa en zona mixta, se quejaba del trato: “Me dan muchas patadas”, aseguraba el canterano, que comenzaba su camino como profesional en Segunda B.
En La Masia, Riqui Puig no destacó hasta que tocó el Juvenil A. “Entonces, el físico lo comenzó a acompañar”, explica un entrenador del fútbol base. Nunca destacó tanto como en la Youth League que conquistó el Barça en 2018. Su paso por el Barça B fue inconsistente. “Entiende el juego como pocos y con el físico que tiene se busca la vida bastante bien”, le reconocía García Pimienta, entonces entrenador del filial azulgrana. A los ojos de la hinchada, Riqui parecía hecho a medida para vestir de azulgrana; sin embargo, los entrenadores comenzaban a percibir ciertas deficiencias en su juego: “Pierde muchos balones”.
Sus estadísticas no mejoraron en el primer equipo. Ha jugado 57 partidos (15 como titular) y ha perdido una media de 4,5 balones por duelo. “Un futbolista moderno es mucho más que tres filigranas y un buen pase por partido. Solo a Messi se le puede aceptar no comprometerse defensivamente”, asegura un miembro de la secretaria técnica. Valverde no apostó por Riqui, como tampoco Koeman. Quique Setién amagó con protegerlo y Xavi dijo basta. El técnico que más lo podía entender fue el que menos lo comprendió. Su currículo lo alejó del fútbol europeo. Hoy encuentra acomodo Estados Unidos. Ya nadie lo juzgará por su ropa ni por su timbre de voz.
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