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Pedersen firma el tercer triunfo danés en este Tour de Francia y Vingegaard sigue líder

Las distancias entre el maillot amarillo y Pogacar se mantienen sin cambios tras una etapa larga y muy rápida, que destroza a los sprinters

Mads Pedersen celebra su triunfo en la 13ª etapa del Tour de Francia este viernes.
Mads Pedersen celebra su triunfo en la 13ª etapa del Tour de Francia este viernes.GUILLAUME HORCAJUELO (EFE)
Carlos Arribas

Gana Mads Pedersen, qué locura de talento, en el corazón de Saint Étienne, donde a finales del XIX los mismos talleres que fabricaban fusiles de caza empezaron a fabricar bicicletas, los mismos aprendices fresadores y torneros, las mismas máquinas, los mismos tubos.

No es complicado, todo lo contrario, imaginarse al ciclista danés, qué clase, levantar un brazo empuñando un fusil victorioso al cruzar la meta, una bicicleta de ventaja en una aceleración de 250 metros, por delante de sus dos últimos compañeros de fuga, un inglés de Londres, Wright, y un canadiense de Québec, Houle, gentes del frío los tres en el día de más calor de lo que va de Tour, y el sábado más, y el sábado Mende, nuevo ring en cuesta para el combate Vingegaard-Pogacar que llena nuestros días, y da sentido a una carrera que hasta ahora –tres victorias de etapa con tres ciclistas diferentes y un maillot amarillo sólido, y tres días entre el Báltico y el Norte-- es el Tour de los daneses.

Pedersen quedaría al menos más aparente que el Buffalo Bill de caricatura matando bisontes desde una bicicleta con el que se anunciaban, en grandes carteles los fabricantes de la región, cuna de la bicicleta en Francia, a comienzos del siglo pasado. Que se sepa, Pedersen, de 26 años, de la Jutlandia que atravesó el Tour hace nada, no se dedica a exterminar bisontes de la tierra ni a matar de hambre a los indios de las praderas, sino a cazar victorias de prestigio, un Mundial por aquí –la lluvia torrencial y el frío de Harrogate en el Yorkshire de 2019—, una etapa del Tour por acá, y para ello, también es verdad, no necesita fusiles, ni los usa, ni más armas que su potencia comprimida en un cuerpo compacto, punta de velocidad, osadía. Y fe, como sus compañeros de fuga, también tres tremendos rodadores, grandotes de más de 1,90m, que sufrieron más el calor, y sucumbieron a sus efectos, Ganna, Jorgenson y Küng, exhaustos, y su ayudante del Trek, Quinn Simmons, que le trabajó hasta el agotamiento.

Los siete creyeron en una escapada por la que nadie daba un euro en el descenso de los Alpes a través del gran cañón del Ródano, viento molesto, calor, repechos sin fin, 215 kilómetros y más de 45,6 de media, que se reveló mortal para los sprinters, y tierras fértiles para los viñedos de Shiraz hacia las montañas del Macizo Central y las fuentes del Loira, donde, como explican los geólogos locos por el Tour que cada día cuentan (geotdf.org) sobre qué materia se tiende el asfalto por el que viajará la memoria de ciclistas hermosos, se juntan montes de granito cristalinos y volcanes efusivos, puro flujo, magma líquido como sangre invadiendo todos los resquicios, conquistándolos, como La Palma, como Vingegaard, y explosivos, magma espeso como sirope de arce pringándolo todo después de hacer reventar la tierra, como los de Tonga, como solo el Pogacar en forma puede ser.

Se espera que el efusivo Vingegaard, un osito de peluche que alegra el ánimo y despierta deseos de achucharle, y el brusco y tierno a la vez Pogacar, a la búsqueda de su amarillo, su tesoro, choquen en la cuesta del aeródromo de Mende, subida explosiva y calurosa, denominación de origen consignada desde su entrada en el Tour, el 14 de julio del 95, y Jalabert y la ONCE haciendo sufrir a Indurain en su quinto Tour. Tres kilómetros al 10,2% que Pogacar no conoce. “Solo la conozco por lo que he visto en las redes. No la he subido nunca”, dice el esloveno, quien, parece que una lección aprendió en el Granon, el control de la impulsividad, el descubrimiento de que a veces las cosas salen mal, y se muestra cauto. “Tiene buena pinta. Creo que sí, que podrá hacer algo, pero ya veremos…”

Vingegaard solo sube al podio a por su prenda y solo habla después de pedalear unos minutos con un chaleco helado cubriendo su torso. Se le enfría el cuerpo sobrecalentado en la etapa por el aire cálido, y se le duerme la mente, pues apenas es capaz de balbucear varios ya se verá, sí, parece que Mende le va mejor a Pogacar pero ya veremos, será un día duro, sí, sí, a ver qué pasa…

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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