El Tour de Francia entra en los grandes Alpes, su territorio decisivo, bajo la amenaza de la covid
Tadej Pogacar pierde a George Bennett, un ‘équipier’ clave en la montaña, enfermo y contagioso, pero se declara “muy bien de moral” y advierte de que quiere ganar el jueves en Alpe d’Huez
Cuando está de amarillo, y ya lleva de ese color 20 de las 52 etapas que ha disputado en sus tres Tours, Tadej Pogacar se ve a sí mismo de tono amarillo Simpson, y se monta un GIF en sus cuentas infiltrándose en el Springfield de los dibujos animados, un personaje de los Simpsons, Bart, por supuesto, que le encanta. Y tan desconcertante para las mentes ordenadas como lo es el adolescente de Springfield así lo es el niño esloveno para los rutinarios que solo hablan de Tour acorde a los resultados, y así lo ven.
Heading into the rest day in yellow 😜💛🙌🏼 pic.twitter.com/nytJYNHcmo
— Tadej Pogačar (@TamauPogi) July 10, 2022
Está el pelotón de la prensa convencido de que el UAE, su equipo, no está a la altura de la tarea encomendada, llevar al ciclista de Komenda a ganar su tercer Tour consecutivo antes de cumplir los 24 años. Todo el día se lo recuerdan. No podéis ni compararon con los jumbos, le dicen, ni siquiera con los ineos. Adónde crees que vais, y más ahora, que habéis perdido a George Bennett por la covid y hasta tu amigo Rafal Majka ha tenido una PCR positiva. En efecto, el neozelandés Bennett, el segundo hombre en la montaña tras Majka, abandonó el Tour después de que una PCR decidiera que tenía un Ct, índice de contagiosidad, lo suficientemente alto como para ser un peligro para el pelotón. Majka, en cambio, sigue pese al positivo, al no ser contagioso. Bennett es, tras el noruego Laengen, hombre del llano, el segundo équipier que pierde el líder.
Y a Bart Pogacar, que asiente y lamenta sus pérdidas pero afirma que su moral sigue alta, solo le falta que le llegue Thomas Voeckler, el exciclista francés que va en la moto de la televisión francesa, y le meta el dedo en el ojo. “Jopé, Tadej”, le dice con mucha confianza. “Estabas tan mal de equipo al principio de la etapa, estabas tan solo, que hasta tuviste que salir tú personalmente en persona a cerrar un hueco porque Roglic se había metido en una fuga”. Y Pogacar se le queda mirando al francés y se echa a reír. “¡Ah! Eso”, responde. “Había tanto jaleo y tanta gente por todas partes que ni sabía lo que pasaba, pero se me acercó Sagan y me dijo, vete, vete, entra en la fuga, que está Roglic… Pero todo ha ido muy bien. Ha sido una etapa muy buena”.
Sin equipo y con la moral alta, y con el miedo que no confiesa a ser uno más del equipo contagiado de covid –”solo me retiraré si tengo una PCR positiva y el Ct de contagiosidad mayor que 33″, advierte-- el líder intocable en la carretera llega a los grandes Alpes, dos etapas, dos finales en alto, Granon y Alpe d’Huez, dos colosos antes, Galibier y Croix de Fer, que define con una simpleza, una elegancia y un uso justo de las palabras que hasta Bart envidiaría. “Son dos etapas tremendas”, dice. “El Galibier, tan largo, tan alto, y Alpe d’Huez, tan empinado, y Croix de Fer, tan largo…”
Dado el escaso peso mitológico del Granon (2.413 metros dándole sombra a Briançon, 11 kilómetros al 9%), que solo se ha subido una vez en el Tour, en 1986, en una etapa durísima, con Vars e Izoard antes, en la que se impuso el madrileño Eduardo Chozas, Pogacar, que aún se deja deslumbrar por el brillo de las leyendas, asegura que el día más importante para él es el del Alpe d’Huez, claro, una subida que no conoce. Él debutó ganando el Tour en 2020. La última vez que se subió el icono de las 21 curvas fue en 2018, con victoria de Geraint Thomas, caída entre forofos de Vincenzo Nibali, que se rompe la cadera. “Es la etapa reina. Quiero ganarla”.
El resto le resbala. Lo que no puede controlar no le preocupa.
Le resbala que quieran agobiarle diciéndole que va a hacer mucho calor y que él, y no solo por ser esloveno, sino porque el día más frío de los últimos Tours destrozó a todo el pelotón hacia el Grand Bornand el año pasado, es el ciclista que llegó del frío. “Rindo menos con calor, es cierto, pero eso les pasa a todos los ciclistas”, recuerda. “Y en el Tour de Eslovenia hizo mucho calor y me sentí muy bien”.
Le resbala que le quieran agobiar desde L’Équipe, el periódico organizador, que quiere darle vida y oxígeno a una carrera que ve demasiado monótona, pidiendo una gran alianza de jumbos e ineos para hacerle la vida imposible, reclamado que Roglic se sacrifique con un ataque lejano que le deje aún más aislado, la pinza, la tenaza, el todos contra uno. Y él responde. “Sí, Vingegaard es muy buen escalador. Está muy fuerte y en muy buena forma”, dice, hablando del danés, el único ciclista que resistió sus sprints en la Planche y en Châtel. “Habrá otros rivales, seguro, pero Jonas es muy, muy bueno”.
Para el ciclismo español, 80 días sin ganar una etapa en el Tour, los Alpes son una etapa más en el Tour de desgaste y resistencia que guía a Enric Mas hacia el podio o más allá. “Pero eso no es suficiente”, advierte. “No se puede llegar al podio sin ataque”. Y como los optimistas espera un ataque conjunto de Jumbo e Ineos, un aislamiento de Pogacar y una buena rueda que le lleve.
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