El Real Madrid añade más trapío en el éxito
El club blanco ha detectado que le faltaba fuerza para caminar con más seguridad en la Champions, razón que explica la llegada de dos portentos físicos: Rüdiger y Tchouameni
Dos maneras de enfrentarse al futuro en el fútbol: evolución o revolución. Dos dinámicas para elegir: en la victoria o en la derrota. A este afán se dedican los equipos desde el principio de los tiempos, un sutil arte que bien resuelto supone garantía de estabilidad en el más inestable de los deportes. Los errores suelen tener consecuencias graves o irremediables en todos los ámbitos. Véase el Barça por un lado. Y al Real Madrid en el contrario.
No se puede hablar de una continuidad en el modelo del Real Madrid. En ocasiones se ha movido entre extremos. En los primeros años de Florentino Pérez llegaban pocos jugadores, pero la mayoría con la etiqueta de grandes figuras del fútbol. Se trataba de operaciones de gran calado (Figo, Zidane, Ronaldo, Beckham) que mezclaban los intereses deportivos con la intención de recuperar el liderato comercial del fútbol en el nuevo siglo.
Lo consiguió, pero incurrió en errores de juicio que probablemente han servido para apearse de las extravagancias. El Madrid no está hecho para los Gravesen, Pablo García, Cicinho y Faubert de este mundo. Cuando Florentino Pérez regresó en 2009, lo hizo a todo trapo, sin reparar en gastos, con una mezcla de jugadores estelares (Cristino y Kaká), expertos más que probados (Xabi Alonso) y jóvenes de gran proyección (Benzema, Di María y Ozil).
Desde entonces, el Madrid ha entrado en ciclos muy definidos y en ocasiones contradictorios unos con otros. Cuando no le han funcionado, la respuesta ha sido veloz. No ha dado tiempo a situaciones de gangrena interna. Siempre ha reaccionado con prontitud. Ha fichado caro (Kaká, Bale y Hazard) sin el éxito previsto. Por un precio reducido, fichó en masa o recuperó a varios de los jóvenes españoles más prometedores: Ceballos, Marcos Llorente, Vallejo, Asensio, Mayoral y el hispano francés Theo Hernández aparecieron en la temporada 2017-18. Zidane los orilló cuando se torció la Liga y la Copa, pero el Madrid ganó la Copa de Europa en Kiev y la apuesta no se convirtió en fracaso.
Unas temporadas se ha atendido al mercado de futuros en Brasil (Vinicius, Rodrygo, Reinier) y otras se ha impuesto una visión pragmática de las necesidades. La llegada de Hazard, Militão y Mendy se originó en la salida de Cristiano Ronaldo y el fracaso de Bale en el post cristianismo. Por criticadas que fueran algunas decisiones y cambios de política, el Madrid comprendió que el inalterable eje del equipo (Courtois, Modric, Casemiro, Kroos, Benzema y, hasta el pasado año, Sergio Ramos) le permitía un formidable margen de maniobra en los periodos de transición y el tiempo necesario para confiar en la progresión de los más jóvenes. Igual de eficaz ha sido su política de ventas. Jóvenes que no le funcionaron (Odegaard y Marcos Llorente, por ejemplo) han rendido al club jugosos beneficios.
El Madrid ha aprovechado con sabiduría sus mejores decisiones, la mayoría relacionadas con fenomenales jugadores, poco o nada onerosos (Benzema, Modric, Kroos, Casemiro, Carvajal), capaces de sostener el barco más difícil del fútbol. Permanecerán un año más y volverán a vertebrar el equipo. A su alrededor crecen los más jóvenes, desde Vinicius hasta Camavinga, pasando por Rodrygo y Valverde. Todos han sido amparados por un extraordinario y generoso grupo de veteranos, entre cuyas virtudes destaca su consistencia para ganar títulos y permitir que el club disponga del tiempo necesario para arreglar los defectos estructurales.
Por lo que parece, el ganador de la última Copa de Europa ha detectado que al equipo le faltaba trapío para caminar con más seguridad en la Liga de Campeones, razón que explica el interés por dos portentos físicos: el central Rüdiger y el centrocampista Tchouameni. Ya están aquí.
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