Jesús Rollán y la ruta de aquel Sancheski
Niño con grandes aptitudes para el deporte, bajaba a diario en monopatín: el libro cuenta la historia del que fuera uno de los mejores jugadores de waterpolo de la historia
Hay juguetes que unifican recuerdos de muchas infancias. Aquel monopatín con la tabla naranja y las letras de la marca — Sancheski— grabadas en la cara en la que se apoyan los pies, tentó a varias generaciones infantiles a lanzarse cuesta abajo por las calles de pueblos y ciudades, vigilando que no aparecieran coches o aprendiendo de forma natural los secretos de la aerodinámica. En aquellas cuestas se generaba una analogía de la vida, cuyos caminos son inescrutables. El camino podía ofrecer paradas inesperadas, desvíos o caídas. Nunca se sabía cuántos segundos duraría la carrera, ni dónde terminaría. Tampoco qué había al final.
Cuando Jesús Rollán tenía 9 años, aquellas bajadas en monopatín eran parte de la emoción del plan diario. Era un niño con grandes aptitudes para el deporte. Se le daban bien todos. Fútbol, salto de altura, tenis o baloncesto. Al poco tiempo de haber tomado la decisión de dedicarse al waterpolo, llegó a su casa una carta del Real Madrid, invitándole a hacer una prueba en las categorías inferiores de la sección de fútbol. Pero el itinerario ya estaba trazado.
Jesús Rollán eterno (Córner) es el título del libro escrito por los periodistas Francisco Ávila y Alberto Martínez para contar la historia del que fuera uno de los mejores jugadores de waterpolo de la historia. Disputó cinco Juegos Olímpicos defendiendo la portería de la selección española. Se colgó el oro en Atlanta, en 1996. Se llevó la plata en Barcelona. Conquistó mundiales, europeos y reconocimientos personales. Se retiró. Sufrió una grave depresión derivada de sus adicciones y el 11 de marzo de 2006 se suicidó en el centro de desintoxicación en el que estaba internado. Tenía 37 años.
“No puedo más. Gracias a todos. Se acaba mi vida en el deporte y empezará la de Rollán el entrenador. Necesito llorar, desahogarme, pasear por mis recuerdos, revivir tantos momentos felices, tantos amigos, tantísima felicidad…” dijo a los periodistas el día de su retirada. La ruta de aquel Sancheski tomaba un nuevo destino. Apenas unos pocos se percataron de la profundidad de las muescas que se habían generado en el camino.
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