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Pista libre
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un relámpago recorre el tenis y nadie lo detiene

A Carlos Alcaraz le han bastado cuatro meses para erigirse en el tenista del presente y desbordar las gigantescas expectativas que despertaba

Alcaraz, en la final del Mutua Madrid Open.Foto: AFP | Vídeo: EPV
Santiago Segurola

Un relámpago recorre el tenis. Se llama Alcaraz y no hay manera de detenerlo. Las señales estaban ahí desde hace tiempo. Carlos Alcaraz, o preferiblemente Carlitos, según se ha sabido en los últimos días, perteneció desde niño al elenco de IMG, gigante norteamericano de la representación de deportistas que siempre ha prestado una atención muy especial al tenis. En IMG observaron en el chaval las cualidades que distinguen a los muy buenos de los buenos. De los corrientes no se ocupan estas empresas.

Superado el largo periodo de formación que atraviesa la infancia, adolescencia y primeros albores de la madurez, Carlos Alcaraz ha desbordado las gigantescas expectativas que despertaba. Le han bastado cuatro meses para erigirse en el tenista del presente, probablemente el del futuro y el aparente sucesor de Nadal, Djokovic y Federer.

Avisó el pasado año en el Open de Estados Unidos, le dio un buen sofocón a Berrettini en el último Open de Australia y desde entonces no ha parado. Nadie ha ganado más títulos que Alcaraz este año, ni ninguno puede presumir de una cuenta comparable de víctimas, desde los míticos (Nadal y Djokovic) hasta los famosos Next Gen (Zverev, Tsitsipas) que pretenden acabar con el imperio de los veteranos.

Carlos Alcaraz en el partido contra A. Zverev. Foto: INMA FLORES (EL PAÍS)

En cuatro meses, el joven tenista español ha recorrido el selvático proceso que define la temporada de tenis. Se acreditó en el verano austral de Melbourne, ganó su primer torneo en Río de Janeiro, alcanzó las semifinales en el tempestuoso Indian Wells, donde perdió la semifinal con Nadal en medio de un vendaval, ganó su primer Masters 1.000 en la pista rápida del húmedo Miami, repitió victoria en la tierra batida de Barcelona y se ha impuesto en Madrid, donde la altura de la ciudad (650 metros) establece un bote muy particular a la pelota.

Excepto en pista de hierba, pasaje que se reserva para Wimbledon, Carlos Alcaraz ha completado en cuatro meses el más intensivo de los aprendizajes: diferentes superficies, distintas condiciones geográficas y meteorológicas, el mejor abanico de rivales y un botín formidable de victorias, algunas de ellas en tie breaks frente a los ganadores de costumbre en esta clase de fórmula.

El físico es decisivo en los cuatro grandes (Australia, Roland Garros, Wimbledon y Estados Unidos), que se juegan al mejor de cinco sets. Se necesita un motor con una cilindrada que no es necesaria en el resto del calendario. Todo indica que Alcaraz está preparado para los maratones que vienen. Su partido con Djokovic duró más de tres horas. En Barcelona sudó sangre y necesitó tres horas para superar al correoso De Miñaur. Ese mismo día venció al español Carreño en la final.

Alcaraz animaba a la curiosidad cuando comenzó a disputar. Era el chico nuevo, apenas conocido. Ahora se enfrenta a un feroz escrutinio. Ya no es el recién llegado que produce simpatía en sus victorias. Su posición se ha revertido. Alcaraz es el hombre a batir en el circuito, tanto como Nadal o Djokovic. Le toca interiorizar y digerir esa situación con 19 años recién cumplidos.

A su favor tiene todos los argumentos que ha desplegado en las últimas semanas. Es un jugador completísimo. Dispone de todos los golpes, de la dureza mental para salir ganador de las situaciones intrincadas, de una sabiduría táctica poco común en jugadores tan jóvenes, de un apetito competitivo que recuerda al de Nadal y de un tenis que desdeña la robótica. A esa parte creativa, que por ejemplo ha rescatado la dejada, se aferra el público para celebrarle en las pistas y sentir que flota el más indescifrable de los misterios: el poder del carisma. Ese golpe, que no puede enseñarse en las academias, también lo disfruta Alcaraz.

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