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Guillaume Martin, ciclista y filósofo: “Un equipo es como una fábrica, jerarquizado como cualquier empresa”

El normando, que corre el Giro de Italia con el Cofidis, habla de su último libro, ‘La sociedad del pelotón’, y muestra su pesimismo

Carlos Arribas
Guillaume Martin, durante la tercera etapa del Giro.
Guillaume Martin, durante la tercera etapa del Giro.LUCA BETTINI (AFP)

Sócrates, Platón y Aristóteles ascienden en bicicleta por las laderas del Etna. Se preparan en altura para disputar el Tour de Francia de los ciclistas. Sócrates dialoga con Platón.

“¿No crees, Platón, que filosofar es aprender a morir?” Y Platón, platónico, responde que por supuesto, y que incluso se podría considerar que pedalear es también aprender a morir, pero Aristóteles, que les seguía a rueda, escuchando atento, cambia de ritmo y ataca de repente al grito de “pero qué bobadas, ¡filosofar es aprender a ganar!” Y se va. Y por la noche, cenando maccheroni a la Norma en el Rifugio Sapienza, la residencia a 1.897 metros de altitud cercana a la cumbre del volcán, le espeta a su mayor: “Piensas como pedaleas, Sócrates, como el sofista que eres, es decir, en el vacío”.

El diálogo filosófico-ciclístico lo ha imaginado y escrito Guillaume Martin (París, 28 años), el escalador del Cofidis que ama la filosofía y el ciclismo tanto, o casi, como ama el Etna, el volcán al que llega el Giro el martes, la primera etapa de montaña. En su cima logró hace tres años una gran victoria durante el Giro de Sicilia, y allí, como los antiguos griegos, ha estado tres semanas el pasado mes concentrado en el Rifugio Sapienza (Refugio de sabiduría), justamente donde está situada la línea de meta en la cuarta etapa del Giro de Italia de 2022, que pasa el lunes un día de descanso en Catania tras volar sus corredores desde el lago Balatón. Y pedaleando solo allí, cuenta, saborea el momento de soledad atlética que se le parece a un estado de gracia, su éxtasis egoísta, alejado de la realidad. Entra en un estado de suave contemplación, efecto de las endorfinas generadas por el esfuerzo. Cree que el tiempo se ha detenido. Piensa. Escribe un nuevo libro, un ensayo filosófico-ciclístico llamado La sociedad del pelotón, filosofía del individuo en el grupo (Éditions Grasset, París. Aún no hay edición en español). Y también después de las carreras, analiza lo sucedido, la decepción permanente ante la constatación de que en el pelotón y en las fugas la cooperación entre rivales se mantiene hasta que se considera asegurada la supervivencia. Conseguida esta, se impone el instinto individualista, la testosterona, y todos luchan entre ellos por la victoria, “Y, en las fugas”, dice Martin, normando de 28 años, rey de la montaña de la Vuelta del otoño de la pandemia, la de 2020 y dorsal 71 en su primer Giro. “Tiene tanta fuerza el deseo individual que aun sabiendo que esa conducta lleva al fracaso, al triunfo del pelotón, llegado el momento decisivo cesa la colaboración. Cada uno de los fugados se guarda fuerzas por si las necesita. Se deja de hacer relevos ordenados. Se fracasa. Y así la sociedad también en asuntos como la lucha contra el cambio climático”.

Pregunta. ¿Cómo hace para tener a la vez una mirada de filósofo y de ciclista cuando pedalea en el pelotón?

Respuesta. Cuando pedaleo no filosofo. Estoy plenamente en la carrera, solo pienso en correr, en ganar, soy un cuerpo que pedalea. A veces escribo después de una decepción, cuando estoy decepcionado por un resultado. Lo hago casi para subirme la moral. La decepción me inspira para escribir.

P. ¿Qué dicen los compañeros de su libro? ¿Lo han leído?

R. Antes de publicarlo no se lo he mostrado a ninguno, pero hay corredores que lo han leído, sí, hay interés. Con algunos he hablado. Entienden que el pelotón está jerarquizado, que un equipo es como una fábrica, como cualquier otra empresa. Todos estamos de acuerdo sobre la importancia de construir relaciones humanas auténticas. Son cosas que quizás no sepamos todos de manera racional.

P. Vista la complejidad de las relaciones que se trenzan en un pelotón ciclista, ¿no ha llegado a pensar que es la sociedad la que imita al pelotón, y no a la inversa?

R. Es lugar común, y no hay escritor que, secretamente o no, no aspire a ello, que el relato de lo íntimo es una manera de contar el mundo.

El mundo es más grande que el pelotón, claro, pero en todo caso se encuentran en el mundo elementos del pelotón y en el pelotón elementos del mundo, es evidente. Multitud de relaciones en el pelotón y multitud de relaciones que se tejen en las redes sociales. No estamos ya en un mundo de relaciones directas, pero de relaciones que se cruzan en todos los sentidos. Es lo que se hace en el pelotón. No hay intercambios cara a cara, sino que todo llega de todos los lados. Es lo que hace interesante al pelotón. Pero creo, sin embargo, que siempre es más interesante partir del pelotón para hablar del mundo que partir del mundo para hablar del pelotón.

P. Y hay unas relaciones de poder entre líder y gregarios muy fuertes… Y la primera lección que se enseña a los profesionales es que serán unos fracasados si no saben cuál es su sitio, para qué valen.

R. Sí, y hablo de la frustración de los gregarios que no tienen la oportunidad de defender sus propias cartas, pero también hablo de que es algo que algunos eligen, porque no tienen presión, y hay otras maneras de ganar sobre la bici, ganar por procuración cuando el líder gana. Es todo más complejo, intento aportar la competitividad también a las ideas. Es más complicado que la frustración del coéquipier. También está el placer de ganar por procuración, a través del trabajo que se hace para otros. Y la presión de menos.

P. ¿Le ha dado vueltas a una posible interpretación marxista, de lucha de clases, de las relaciones dentro de un equipo?

R. Marx partía de la idea de que el capitalismo se extinguirá víctima de sus propias contradicciones, de que, independientemente de los mismos obreros, la dictadura del proletariado llegará algún día. Era un pensamiento optimista. Eso no se ha producido hasta el momento ni en la sociedad civil ni en la sociedad del pelotón. Yo, por mi parte, soy más bien pesimista. No veo ni cerca ni lejos esa “gran noche”, ese momento en el que los gregarios sean valorados realmente igual que los líderes, en el que se inviertan las relaciones de poder.

P. ¿Seguiremos así por los siglos de los siglos?

R. La intención de mi libro es decir que ni habrá una gran revolución, tampoco para el problema del calentamiento global, ni devolución de poderes. Sin embargo, cada uno a su nivel individual, es posible trabajarse una sociedad más justa, y eso comienza en nuestras relaciones con las personas que nos rodean. Como líder que soy me impongo testimoniar mi respeto hacia mis coéquipiers, esto es, no solo les doy las gracias por haberme ayudado, sino que también les doy la oportunidad de desafiarme. Todos los años, a comienzos de temporada, soy como un boxeador que pone su título en juego: no me agarro a un poder que sería mío “por derecho natural”, sino que soy consciente de que mi estatus de líder es temporal y contingente. Esta forma de funcionar es sin duda más fácil en el mundo del deporte, un medio en el que se sabe de entrada que la diferencia de estatus entre los diferentes deportistas no equivale a diferencia de valor. El deporte es un juego, arbitrario, artificial, todos sobreentendemos que jamás será una cuestión de dominación en el sentido fuerte.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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