Nadal retorna con oficio ante Kecmanovic
El español reaparece mes y medio después con un triunfo en la Caja Mágica frente al serbio (6-1 y 7-6 (4), en 1h 55m): “Voy a contrarreloj, pero no estoy preocupado”
Rafael Nadal entra en la sala de conferencias y trata de escanear a la audiencia, pero la luz le ciega: “Estos focos son tremendos, ¿eh? ¡No veo a nadie!”. Y a continuación, después del trabajo bien hecho (6-1 y 7-6 (4) a Miomir Kecmanovic, en 1h 55m) y antes de poner rumbo al Santiago Bernabéu, sintetiza: “Me voy contento, porque la preparación había sido nula. Uno no puede esperar grandes cosas al comienzo. Creo que hecho un buen partido, en general. Cada minuto en la pista es positivo y es una victoria a la que le doy mucho valor”.
En el tenis, su rugido es la banda sonora de la primavera. Después de un parón prolongado de 45 días, el campeón de 21 grandes reaparece en Madrid y la Caja Mágica estalla cuando su nombre se anuncia por megafonía. Ha sido un mes y medio de la reserva, pero a su regreso, el balear pelotea como aquel que lleva un tiempo sin rodar en la bicicleta; las primeras cinco pedaladas le cuestan, pero a partir de ahí, él, maestro de la reinserción, tan acostumbrado a volver, volver y volver, reincorpora instintivamente los automatismos y lo que se presentaba como un estreno peliagudo, porque el rival sabe jugar, queda como una apropiada plataforma de lanzamiento hacia los octavos del torneo.
“A mí también me cuesta [volver]... Tengo una buena capacidad para aceptar que las cosas no van a ser perfectas; sé que va a haber errores, y hay que aceptarlos. Normalmente, he vuelto con buenos resultados después de periodos complicados y si ganas, enseguida coges el ritmo. Los primeros partidos siempre son muy importantes”, razona cuando se le plantea cómo lo hace, cuál es su secreto y cómo desarrolla esa capacidad para darle la vuelta a las cosas.
No han transcurrido ni dos juegos cuando el mallorquín ya tira largo y ensaya. Tiene hambre Nadal, con ganas de ganarle tiempo al tiempo y ponerse fino lo antes posible en dirección a Roland Garros, que se divisa en el horizonte. Son tres semanas en el calendario; mucho o poco, según se mire. Para él, dice, es una franja razonable y suficiente para restablecer su cuerpo, rehabilitar su juego y llegar en condiciones a París. En cualquier caso, matiza, llega “justillo” a Madrid, que le recibe con los brazos abiertos a las cuatro y cuarto de la tarde. Hace fresquito, la central se llena en cuanto se produce la primera pausa y los ocupantes de los palcos que antes llenaban el buche en la zona VIP se aposentan en el anillo que estratifica la Caja Mágica.
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— #MMOPEN (@MutuaMadridOpen) May 4, 2022
“¡Viva Españaaaaa!”, entona un espectador, seguido por el resto de la grada: “¡Vivaaaaa!”. “¡Hala Madrid!”, se oye acto seguido, pendientes muchos asistentes de cómo rendirá Nadal en su regreso y, de reojo, del duelo de esta noche contra el City en el Bernabéu. De entrada, fútbol al margen, se encuentran a un protagonista más voluntarioso que acertado. Lógicamente, al mallorquín le cuesta un rato calibrar sus zurdazos y dosifica con los primeros servicios, porque el cuerpo tiene memoria, todavía hay que proteger la costilla fisurada en Indian Wells (19 de marzo) y hay respeto al ejecutar la maniobra más agresiva de todas. Aun así, un poquito de Nadal es mucho para Kecmanovic, un serbio de 22 años (32º del mundo) que promete mucho, pero que de entrada gripa.
Sin alardes ni tener que elevar el nivel, el español ya se ha procurado un break y navega cómodamente por el partido. Pese al óxido acumulado, pilota el duelo con autoridad en el primer parcial y doblega la tierna resistencia del balcánico, que luce maneras pero no colmillos, tal vez impresionado por la silueta jerárquica del balear y ese sonido intimidatorio que emite Nadal cuando ataca la pelota. Sea cual sea la circunstancia, e incluso en pretemporadas como esta que tiene por objetivo el rodaje hacia Roland Garros –sin la meta obligada de los títulos como en otras ocasiones–, la combinación asusta: él, mayo y la tierra batida. El Everest de los Everests.
Bebés, parón y techo
Hasta ahí, el mayor inconveniente han sido los quejidos de tres bebés que protestan a coro, de forma orquestada. Nadal (35 años) se detiene un par de veces al sacar, pero después pisa el acelerador porque tiene prisa y el parón de media hora por la lluvia (que obliga al cierre de la cubierta retráctil, a los 48 minutos) ha generado un retraso inesperado. A las nueve juega su Madrid y no quiere dilatarse, así que mantiene la buena marcha y da un acelerón, aunque en el siguiente juego Kecmanovic le encuentra por fin las cosquillas y le devuelve la rotura. Bajo la luz artificial y el formato outdoor (recinto cerrado y techo), el de Belgrado da con una veta y consigue enredar. La historia es distinta.
Lo observan desde el fondo de personalidades políticos, influencers, deportistas. Iker Casillas comenta con el CEO del torneo, Gerard Tsobanian, mientras Martínez-Almeida y el director (y todavía jugador), Feliciano López, compadrean en los asientos de al lado; una fila más arriba, Rita Maestre y Andrea Levy se preguntan si la bola ha entrado a no, y cuando todo parecía ir estupendamente para Nadal, que la historia se iba a resolver sin complicaciones ni líos, el pulso se tensa. De break a break, y Kecmanovic agarrándose al partido con piolet y crampones. Falsa alarma, en cualquier caso. El español aplaca, reconduce y pone el broche con oficio. Se topará este jueves con David Goffin (6-4 y 6-2 a Botic van de Zandschulp).
“Voy a contrarreloj, pero no estoy preocupado”, dice. “No tengo ningún problema. Al comienzo de la semana tuve algunas molestias, pero me hizo un TAC y la imagen era positiva. A priori, estoy fuera de peligro”, se refiere a su lesión antes de concluir: “Uno tiene que recuperar algunas rutinas y me he cansado un poco más de lo habitual, pero este triunfo tiene mucho valor”.
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