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Luka Modric, el animal mitológico blanco para enfrentarse al City

El croata, el segundo jugador del Real Madrid que más kilómetros recorre esta Champions con 36 años, simboliza la mezcla de fútbol y resistencia que ha guiado a los blancos en el torneo

Lorenzo Calonge
Luka Modric
Luka Modric trata de despejar un balón ante Kevin De Bruyne en la ida de Mánchester.OLI SCARFF (AFP)

Luka Modric compareció este martes con un aire tranquilo y burocrático, echando mano del castellano balcánico que aprendió viendo también telenovelas mexicanas, para explicar que para eliminar al Manchester City (21.00, Movistar Liga de Campeones; 4-3 en la ida del Etihad) necesitarán “fe, energía y agresividad”. Como la suya contra el PSG y Chelsea, por ejemplo. Después de superar al equipo parisino, pocas escenas llamaron más atención que él entrando en el vestuario del Madrid poseído, estrujando, abrazando y gritando a todo el que se iba encontrando por el camino, ya fueran jugadores, técnicos o fisios. Una secuencia que repitió en parte un mes más tarde tras esquivar el siniestro total ante el Chelsea.

La primavera de agonía, resurrecciones y escapismo de los blancos hasta alcanzar las semifinales de la Champions ha tenido en el croata a uno de sus reductos emocionales, además de futbolísticos, para resistir muchas veces casi contra la lógica. Metido en una ropa de una talla más grande, su pelo largo, cuerpo menudo y nariz aguileña lo han terminado convirtiendo en una especie de animal mitológico en medio del caótico trayecto de los muchachos de Carlo Ancelotti en la segunda fase del torneo, un remolino a menudo difícil de descifrar.

Le terminó de echar gasolina al fuego la noche del PSG con una cabalgada de costa a costa y una asistencia a Benzema en el 2-1; frente al Chelsea y con 0-3 a falta de 10 minutos le lanzó una botella de oxígeno a un Madrid moribundo cuando conectó de exterior con Rodrygo (al que llama “hijo” y el otro, “padre”) para forzar la prórroga; acabó ese tiempo extra resistiendo de pivote defensivo sin Casemiro ni Kroos a su lado; y la semana pasada en el Etihad, en la primera resurrección de los suyos, robó una pelota clave en la antesala del 2-1 de Karim. Entre el francés y él se explica en buena medida esa mezcla de juego, oportunismo y piel que ha permitido a los blancos sobrevivir hasta ahora en Europa a todas las plagas.

Sus 36 años no le han impedido ser el segundo jugador del Madrid con más distancia recorrida esta Champions (105,4 kilómetros, solo superados por los 110 de Vinicius) y el décimo en el global de toda la competición. Un despliegue físico, a su edad, abarcando mucho campo y con influencia real y medible: es el tercero del torneo con más pases intentados (703) y completados (643), en ambos casos tras Rodri y Rüdiger. Del triángulo de las Bermudas, como lo definió Casemiro, que forma junto al brasileño y Kroos, el croata es quien ha ofrecido un rendimiento más sostenido a lo largo del curso. Este miércoles, estarán los tres disponibles después de que el paulista se quedara fuera en la ida por lesión.

Sus lesiones, causa del despido de Carletto

“Modric no ha cambiado, pero a veces sí cambia la percepción que los demás tienen sobre él”, comentaba este martes Ancelotti, que en su día se lo quiso llevar al PSG y que poco después se lo encontró en su primera etapa en el Bernabéu. Dos cursos (2013-15) que confirmaron el despegue del croata y que empezaron a la manera de Carletto. En pleno golpe de calor del verano madrileño, con el jugador solo en casa sin nada que hacer en los dos días libres que tenía más que ver la televisión, recibió la llamada del nuevo entrenador para salir a cenar a un restaurante que acababan de abrir en el barrio del italiano. Una noche recreativa hablando sobre la familia y la vida que no evitó, eso sí, el gran cabreo del futbolista cuando acabó en el banquillo semanas más tarde, después de un pinchazo en casa frente al Villarreal.

Berrinches puntuales al margen, su entendimiento fue alto y la dependencia de aquel Madrid de Ancelotti 1.0 respecto del croata, grande. Tanto que el entrenador atribuyó a sus lesiones (30 partidos perdidos) en su segunda temporada (14-15), y a las de Benzema, gran parte de la explicación de que el equipo no ganara ningún título importante esa campaña, circunstancia que desencadenó su despido. Ese fue el gran problema del Madrid, a juicio del técnico, y no la falta de trabajo en los entrenamientos ni la posición en el campo de Gareth Bale (su agente pidió al presidente moverse más por el centro), como le hizo sentir el club, según la versión de Carletto.

Siete años después de aquel desenlace, eso sigue igual para Ancelotti en su vuelta, gustosamente dependiente del francés y el croata, como lo prueba esta Champions tan desconcertante. Con Modric no faltaron planes, también en Valdebebas, para que fuera cediendo el testigo e irlo desconectando de la máxima exigencia, pero ahí continúa, guiando al Madrid por su particular desfiladero de Europa y a punto de firmar otra renovación. “Me gusta la responsabilidad dentro y fuera del campo. Nunca la he evitado. Me encanta”, aseguró antes de retarse con el City por un puesto en la final de París.

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