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Alcaraz y Carreño, un título entre dos amigos

El murciano remonta a De Miñaur tras salvar dos puntos de partido (6-7(4), 7-6(4) y 6-4) y se cita en la final de de Barcelona con el asturiano (6-3 y 6-4 a Schwartzman)

Alcaraz celebra la victoria contra De Miñaur, este domingo en Barcelona.Foto: JOAN MONFORT (AP) | Vídeo: EPV
Alejandro Ciriza

Se esfumó la lluvia, regresó el sol a Barcelona y bajo él, un domingo frenético y antagónico en Pedrables. Resolvió Pablo Carreño el pulso con Diego Schawartzman con holgura y sin complicaciones (6-3 y 6-4, en 1h 39m), mientras que Carlos Alcaraz sudó la gota gorda para acabar con la resistencia de Alex de Miñaur, que planteó un partido a cara de perro, perdonó y lo pagó: 6-7(4), 7-6(4) y 6-4 en 3h 40m. De esta forma, el torneo ya tiene el cartel que tanto le ha costado configurar por los estragos del tiempo y reunirá a las 17.30 (Teledeporte) a dos amigos íntimos. Se trata de la duodécima final española en el Godó, la primera del asturiano (30 años) y también del murciano (18).

Uno resolvió por la vía rápida y apunta a su séptimo título, y el otro se exprimió para aspirar esta tarde al cuarto en su breve recorrido en la élite. “Carlos viene fuerte”, describía Carreño. “Nos conocemos de sobra, pero en la pista no hay amigos”, adelantaba Alcaraz tras una semifinal sin ley, pura anarquía. Resuelta a las bravas. Ambos comparten entrenamientos en Villena (Alicante) y horas y horas delante de algún que otro puzle. Ahora se citan por primera vez, con un trofeo de por medio. No coincidían dos españoles en el episodio final de Barcelona desde que chocaran Rafael Nadal y Nicolás Almagro en 2013, con triunfo del balear.

A De Miñaur le llaman Demon, el Demonio. Y este domingo ejerció de diablillo, piernas para llegar a todo, revolotear de aquí para allá y devolver bolas; no le falta razón a Lleyton Hewitt, su asesor: los movimientos y las maniobras en carrera del australiano (de origen español, alicantina su madre) son de lo mejorcito del circuito; ahora bien, le faltan tiros definitivos, eso que le sobra a Alcaraz. Juega el murciano con una bazuca al hombro, casi siempre al abordaje, pero su rival no se dejó intimidar ni se achantó, y su valentía encontró recompensa. La paciencia también suele conducir al premio.

De entrada, primer set al bolsillo para De Miñaur y expresión torcida al otro lado de la red. No terminaba de estar cómodo el español, que se corregía –”¡Así no, Carlos, así no!”– y no encontraba el timing deseado. Se iba al rincón de pensar Alcaraz y apoyaba la cabeza sobre el puño mientras recogía la toalla, haciendo una pausa necesaria, dándole vueltas y más vueltas al asunto, recapacitando: ¿cómo revertir uno de esos días malos? “Cabeza, cabeza, tranquilidad”, le decía su preparador, Juan Carlos Ferrero, el encargado de canalizar tanto talento y tanto ímpetu. El chico es un torbellino, una granada en el aire a la que le han quitado la anilla: “¡Así sí, Carlos, así sí!”.

Enganchón con Bernardes

Su instinto le pide siempre ir hacia adelante, siempre a la carga, así que no redujo la marcha. Excesiva prisa, y ya se sabe: mala consejera. Penalización. Varios tropezones y una gresca de aúpa con el juez, Carlos Bernardes, por una bola que había entrado y él había visto fuera: “¡Explícame todo lo que tú quieras, pero ha sido mala! ¡Sabía que en la pantalla iba a ser buena, pero es clarísimamente mala! ¡Te lo puede decir todo el mundo! ¡Es que es increíble! ¡Es increíble que en tierra pongamos un formato [tecnológico, videoarbitraje] que no sirve! ¡Ahora el que se j… soy yo, no eres tú ni nadie, soy yo!”.

Carreño sirve durante el partido contra Schwartzman.
Carreño sirve durante el partido contra Schwartzman.ALBERT GEA (REUTERS)

De Miñaur le acorraló. Pero con break arriba y 6-5, el australiano tuvo una opción clarísima para cerrar el partido y también erró, y el fallo se convirtió en un menhir a su espalda. El derrapaje le persiguió. Hay dos demonios: aquel que va por delante y acusa vértigos, y ese otro que va a remolque y que en ese segundo plano se siente más liberado. Le llaman mal de altura. Voló el doble match point. Así llegó el cambio de guion. El “milagro”.

– Totalmente de acuerdo. Los he salvado, uno con un passing-shot que no sé cómo he sacado. Al final, es el espíritu de lucha; esto es tenis y puede pasar cualquier cosa. Hay que darlo todo hasta la última bola”.

Con el agua al cuello y 0-2 en el desempate del segundo parcial, Alcaraz jugó al límite, la vía que más le gusta. Se vino arriba, elevó los brazos y empezó a tirar dejadas y a limpiar líneas, con esa virtud que tiene de hacer tan fácil lo más difícil. Igualó el duelo, reclamó un masaje para el pie derecho y abordó el tercer set con un escorzo perfecto de revés que le concedió el break, kilos y kilos de hormigón sobre el ánimo de De Miñaur, tocado que no rendido, correoso hasta el final. Toma y daca, del 3-1 al 3-3. Lo tuvo ahí el australiano, agarrado con las dos manos, pero perdonó esa opción tan clara y se le escapó.

Tan cerca, tan lejos para él. No es ningún secreto: no conviene despertar a las bestias. Y Alcaraz es hoy una de ellas.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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