Remontada de campeonato del Real Madrid
El conjunto de Ancelotti supera un 2-0, fulmina al Sevilla y tiene el título a un paso tras un duelo con mucha polémica arbitral
A este ávido Real Madrid también le va la Liga. Ni su reverenciada Copa de Europa le distrae de la faena doméstica. Con el título a tiro y el City a la vista, nadie aflojó en el Pizjuán, fortaleza del segundo clasificado. El Sevilla se vio con 2-0 y un Madrid para el olvido en la primera media hora, como si aún pagara física y mentalmente el derroche ante el Chelsea. Pero como a este equipo le van las emociones fuertes, con todo en contra en un escenario en el que nadie había ganado en Liga, el Real se puso en modo Real. O lo que es lo mismo, se fijó como meta una cumbre tremenda. Le van los toques de corneta, la épica, el no va más. Con talento, convicción y un aire jabato, fulminó al Sevilla, que no es un cualquiera. Primero el cuadro local y luego el visitante estuvieron muy por encima del caótico dictamen arbitral, lo único que distorsionó un partido para rebobinar.
De no ser porque andaba el Madrid por el medio nadie hubiera arriesgado un pavo por un vuelco en el marcador. Tan borroso estaba el Madrid que hasta Modric daba pases con el juanete. Efecto contagio. No se explica si no. Abrochado en su campo por un Sevilla con mucho más volumen, el líder no sabía peritar el encuentro. Nadie estiraba al equipo. A quien le caía la pelota se encontraba con estalactitas a su alrededor, una elocuente quietud. Con todos en reposo y la mordida de los muchachos de Lopetegui, el cuadro de Ancelotti quedó a la intemperie. Kroos no era Casemiro y Valverde y Camavinga no dejaban huellas. En el Madrid todo eran mesas redondas, todos de debate en debate. Para gozo local, no había un visitante cómodo. Ni siquiera cuando las jugadas requerían calma. Por ejemplo, la falta directa de Modric al lúcido Papu. Rakitic advirtió que Militão salió de estampida de la barrera y coló el balón por la gatera dejada por el brasileño. Lo suyo fue parvulario y Rakitic no es un cadete.
El 1-0 fue una derivada del juego. Un Madrid sin hueso ante un Sevilla mancomunado. Prescindió Lopetegui de un matraca como Gudelj y lanzó como ariete postizo a Martial, con el Tecatito y Lamela por las orillas y el Papu como regulador. Media hora le duró la pujanza a los de Nervión, que no supieron navegar ni con el 2-0 de Lamela tras un asalto ganado por Tecatito a Militão. Casualidad o no, el conjunto andaluz se apagó a partir de un desatino arbitral. El juez se hizo el lonchas en un atropello de Camavinga a Martial. Es probable que hasta la familia de Camavinga diera por hecha la condena: segunda amarilla y al cuarto oscuro. Para nada. La arbitrariedad arbitral de estos tiempos no solo sirvió de indulto a Camavinga, sino que el desdichado Martial se fue a la enfermería amonestado por pagar su rabia con una botella de agua. Antes, Benzema reclamó una mano de Diego Carlos, al que la pelota le golpeó en un brazo cuando tenía los ojos cerrados tras ser embestido por el camarada Bono. Cuando el fútbol era fútbol jamás hubiera sido penalti; hoy, con el fútbol tan manoseado, todo puede ocurrir.
Impacto de Rodrygo
Curioso. Soplaba aliviado Camavinga cuando al Sevilla se le fundieron las piernas y las neuronas. Cerró el primer acto a la baja. Jugadores como el Papu y Lamela no están en plenitud física. El Madrid no estaba para fardar, pero se fue al intermedio con mejor pulso y su rival más pálido. Todo se confirmó en la reanudación. El Madrid ya tuvo quien le estirara: Rodrygo, relevo del imprudente Camavinga. Otro Real. Otro Sevilla. Un cruce de caminos radical. El cuadro de Lopetegui se hizo chato, ya apenas expansivo. Ya no buscó refugio con la pelota o en campo contrario. El Real, con otro diente, le enclaustró cerca de Bono durante muchos tramos. Ligaron de maravilla Carvajal —esta vez lateral izquierdo— y Vinicius, y Rodrygo disparó las alarmas en el Pizjuán. Modric ya no se equivocaba, por supuesto. Lo anterior fue un espejismo, lo mismo que aquel remoto Sevilla de la primera media hora. El Madrid en modo remontada, ya se sabe lo que eso supone. Lo mismo le dio que entre semana hubiera una agónica prórroga. Al Real le quedaron piernas en Nervión, donde sometió con creces al segundo clasificado durante todo el segundo tramo. Cada cambio de Ancelotti mejoró al equipo, especialmente el punzante Rodrygo. Todos sumaron en la traca final. Y nada de coartadas. Ni siquiera el gol anulado a Vinicius por una mano que más bien pareció una hombrada o una pechada. El árbitro lo vio, lo vio y lo vio, pero... Cosas de eso que aún llaman fútbol. Nacho, en la primera pelota que tocaba, certificó el empate y Benzema, ese inopinado Juanito que hoy es la primera reserva espiritual de este Madrid, puso el broche a una remontada de campeonato.
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