Bruno Fernandes desahoga a Portugal
Un error defensivo de Macedonia abre las puertas del Mundial a la sufrida selección lusa, que solo se soltó cuando pudo contragolpear (2-0)
Portugal se clasificó para el Mundial de Qatar después de pasar por varios aros de fuego. El chasco ante Serbia en la fase ordinaria, los apuros ante Turquía en la semifinal de la repesca, y un atasco en toda regla ante Macedonia del Norte en el encuentro decisivo, este martes en Oporto. Como suele ocurrir cuando todo está tan apretado por los nervios, fue un error del contrario el que desencadenó el contragolpe liberador. Sí, el contragolpe. El zarpazo oportunista fue la única vía que encontró esta potencia del fútbol mundial frente a los esforzados muchachos macedonios que venían de desgraciar a Italia en Palermo. Bruno Fernandes, con dos goles, se adueñó del escenario en detrimento de Cristiano, que se apuntó a su quinto Mundial bajo la nueva condición de acompañante. Esta vez tiene compañeros que son mejores que él.
La presión asfixiaba a Portugal, obligada ante su hinchada, por historia y por jerarquía, a superar a su modestísimo rival. Los jugadores daban muestras de ahogamiento. Se sucedían las decisiones precipitadas. El balón rodaba lentamente, como una bola de queso fresco sobre la hierba pesada, y los macedonios apenas tenían que corregir posiciones para convertir los accesos a su portería en sendas inaccesibles. Perdido en la confusión, hasta el criterioso Bruno Fernandes enviaba balones frontales a sus delanteros, cuando era evidente que los centrales macedonios los ganaban todos.
Velkovski y Musliu no se dejaban anticipar y los centros llovían sobre un techo impenetrable. El fortín del área visitante era territorio vedado a Cristiano y Jota en un escenario inesperado. Lejos de encerrarse, Macedonia alejó a sus jugadores de su hábitat natural. Desplegados, se estiraron hacia campo contrario en un arrebato de bravura balcánica que se pareció mucho a la imprudencia. Dejaron espacios pero ni así conseguían los portugueses elaborar con profundidad. Ni a la contra prosperaban cómodos Cristiano y sus compañeros, y en el estadio de O Dragao solo se escuchaban las voces estridentes de los 2.000 macedonios.
Portugal apenas había producido un tiro cruzado de Cristiano —que se fue lejos del arco después de un pase a la contra de Otavinho— cuando el cielo se abrió en Oporto. La bendición llegó en forma de daño autoinfligido. El responsable fue el capitán macedonio, Stefan Ristovski, que conducía por el lateral derecho y no se le ocurrió nada mejor que enviar un pase al medio, a la parte más sensible de su defensa, cuando sus compañeros no esperaban el balón sino que se desplegaban en ataque. La pelota fue a parar a los pies de Bruno Fernandes, que pasaba por ahí. El enganche del United combinó con Cristiano y su compañero le devolvió la pared con un caño a Musliu en el borde del área. Solo ante Dimitrevski, Bruno abrió el tobillo y ajustó el tiro cruzado. Pasada la media hora de angustia, el 1-0 sacó a Portugal a la superficie del pozo.
Goleador y héroe
La ventaja permitió a Portugal rebajar las pulsaciones y encontrar su sitio en el campo frente a un adversario que parecía demasiado limitado para llevar la iniciativa. Ni así acabó de controlar el partido, de tanta agitación y de tan poca empatía que generan estos jugadores que deberían entenderse de memoria de forma continuada. En los momentos de dudas, solo Bernardo Silva supo manejar los tiempos con sentido. No fue suficiente para atar a Macedonia, que siguió merodeando el área portuguesa hasta que una pérdida fortuita, provocada por una intervención de Pepe, habilitó a Bruno Fernandes. El flaco abrió en largo para Otavinho y sirvió el contragolpe —para variar— más hermoso de la noche. Otavinho galopó por la izquierda y centró al medio de la pradera para conectar con Bruno Fernandes, convertido en héroe de Oporto —su patria chica— con otra definición de categoría.
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