De Gervasio a Gervi
Después de todo el éxito deportivo, llegó la cuesta abajo. Tras tentar el suicidio, decidió levantar la mano y pedir ayuda
Como casi todas las madres del mundo, la de Gervasio Deferr también tiene frases para la historia: “Hijo, con lo ágil que eres en el aire, qué torpe eres en el suelo”. Esas fueron las palabras que le vinieron a la mente al gimnasta -dos oros y una plata olímpica- cuando vio cómo emanaba sangre de una de sus piernas. Se había olvidado la llave de su habitación en la villa olímpica de Sidney y el intento de acceso a través de la ventana terminó con él dentro. También con una mesilla rota, una lámpara en el suelo y una herida importante en la espinilla. Se había levantado “con una felicidad de película de Disney” y, apenas media hora después, su participación en los Juegos parecía torcerse.
Igual que se torció después la vida. Después de descubrir, siendo muy pequeño, que su origen argentino hacía que muchos lo consideraran un extranjero. Después de subirse a todos los sitios, saltar, caer y volver a intentarlo. Después de que lo llevaran a probar a un gimnasio y alguien viera el potencial de aquel niño. Después de que su madre se sacara el carnet de conducir para llevarlo a entrenar y de que su padre hiciera horas de más para poder costear los desplazamientos. Después de entrenar y sentir la soledad y la añoranza en un centro de alto rendimiento. Después de ganar el oro en salto en Sidney. Después de dar positivo en un control antidopaje en 2002. Después de volver a colgarse el oro en Atenas y de sumar una plata en suelo en Pekín. Después de todo eso, llegó la cuesta abajo. O la cuesta arriba. Y el alcohol, y los accidentes de tráfico. Y una difusa noche en Río de Janeiro en la que parece tocar fondo. Y la tentación del suicidio. Unos meses después, decide levantar la mano y pedir ayuda.
El gran salto (Península) es el libro escrito por Deferr en colaboración con el periodista Roger Pascual. Un testimonio honesto, sin filtros, en el que el deportista detalla sin tapujos su trayectoria personal, la presión de concentrar cuatro años de entrenamientos en un minuto o de vestirse con una coraza sentimental. El viaje para pasar de Gervasio, el intento permanente de deportista perfecto, a Gervi, el ex gimnasta que encontró su lugar en el gimnasio La Mina, donde hoy enseña a jóvenes. Gervi, la persona que emerge una vez transitados el éxito y el hundimiento.
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