

Ni blanco ni negro, ondea la senyera
Regresó el público al estadio blanco en un clásico y los barcelonistas volvieron a golear, esta vez sin Messi


El Barça necesita del Madrid para ser el Barça y más cuando no se sabe qué quiere ser Barcelona ni qué será de Cataluña. La representatividad y la carga simbólica del club azulgrana siempre se han subrayado en el relato escrito desde el Camp Nou. A nadie le extrañó por tanto que los barcelonistas vistieran con la camiseta de la senyera o cuanto menos causó menos sorpresa que ver al Madrid de negro en el Bernabéu. No hubo dudas sobre la piel del Barcelona. El Barça, a fin de cuentas, quiere volver a ser el Barça, un equipo ya sabido y respetado, si no temido en Madrid. A la hinchada blanca no le quedó más remedio que pitar al que todavía es el favorito para ganar la Liga.


No fue casual tampoco que Laporta quisiera ser Laporta nada más pisar el Bernabéu y recuperara la memoria después de un tiempo en el que se había convertido en el sorprendente compañero de viaje de Florentino. No fue fácil entender al presidente que en la campaña electoral había explicado que nada le motivaba más que enfrentarse al Madrid. Aunque en la pancarta se leía “ganas de volver a veros”, la afición entendió que era un anuncio del regreso del Barcelona que goleaba al Madrid en Chamartín. Y el resultado, después de cinco derrotas consecutivas y tres años sin ganar, fue de 0-4. Muchos barcelonistas asocian el éxito a la figura de Laporta después de la edad de oro de Cruyff y de Guardiola.
El heredero de ambos es Xavi y su misión también es la de evocar desde el banquillo la figura de aquel jugador sobre el que se edificaron los mejores años del Barça. Un gol suyo de cuchara a pase del mago Ronaldinho marcó el despegue azulgrana en abril de 2004 desde el Bernabéu: 1-2. Xavi pisa de momento las huellas de Rijkaard y es tan intervencionista como Guardiola. La mano del técnico fue decisiva cuando abrió el campo con Ferran y Dembélé. Los dos extremos, una de las señas de identidad del equipo, quebraron a Carvajal y Nacho para suerte de Aubameyang y desdicha de Ancelotti.
Ausente Benzema, el entrenador madridista se confundió cuando quiso jugar con un falso 9 como solía hacer precisamente Guardiola. No solo se quedó sin el jugador franquicia, pichichi, asistente y rematador por excelencia del campeonato, sino que la falta de un delantero centro confundió a Modric, perdido en Chamartín. Ancelotti se equivocó igualmente en la corrección de partido cuando dispuso una zaga de tres centrales que desmontó en un abrir y cerrar de ojos Ferran, el extremo con gol que quería Xavi. El italiano se desesperó tanto que volvió a montar una formación con cuatro centrales después de la inclusión de Casemiro. Tampoco funcionó porque el cuarto cayó en una acción validada por el VAR ante el desespero del Madrid.
Alaba quedaba siempre enganchado mientras el Barcelona se desplegaba imparable desde su cancha con los Piqué y Eric. Los azulgrana no solo se mostraron más intensos, rápidos y finos que los madridistas sino que también fueron más agresivos con las faltas tácticas para frenar las transiciones cuando el marcador era todavía de 0-0. El Madrid nunca supo cómo orientarse sin Benzema. A Florentino también le costó seguramente aguantar sentado en el palco del Bernabéu.
Nadie discute en cualquier caso al presidente que ya tiene diseñado un estadio futurista para la llegada de Mbappé. La culpa del 0-4 la cargará Ancelotti. Los entrenadores siempre fueron más importantes en el Barça que en el Madrid, un equipo que solo se explica a partir de la victoria, humillado por el Barça. Volvió el público al Bernabéu en un clásico y regresaron también Laporta, Xavi y el Barça que marca los goles de cuatro en cuatro sin Messi. Nadie como el Madrid para acreditar la personalidad del Barça.
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