Fallece Chema Bermejo, periodista de ciclismo del ‘As’

Como Chema Bermejo siempre sabía de lo que hablaba, y conocía bien el percal, en noviembre, cuando ya veía que tras dos años invadiendo su cuerpo el cáncer le derrotaba, decidió escribir unas líneas, la entradilla, de su necrológica. “Porque no sé quién la escribirá para el As, pero siempre se dicen muchas inexactitudes”, explicó a su mujer y a sus hijas, y sus ojos centelleaban como siempre, llenos de vida aún, y de un sentido del humor chispeante que, cuentan Luisa, su mujer, e Irene, una de sus dos hijas, no le abandonó ningún día. “Y siempre se negaba a que habláramos de sus males, y él tampoco hablaba”, dicen. “No quería poner triste a nadie”.

Y la misma modestia que era su marca quiso él que luciera en su necrológica, y así la escribió: “Hoy falleció en Madrid nuestro compañero Chema Bermejo, a la edad de 69 años. Trabajó en el AS 43 años, toda su vida laboral, desde 1971 a 2014. Estuvo especializado en ciclismo y también unos años en fútbol. En ciclismo cubrió once Tour, quince Vueltas a España, dos Giros de Italia y prácticamente la totalidad de las carreras nacionales. En fútbol, estuvo en los Mundiales de España-82, México-86 e Italia-90 y en varias concentraciones de la Selección.

Una curiosidad fue que inspiró que el maillot de líder de la Vuelta a España fuera rojo. La organización recogió la idea en 2010″.

Y no quería que se contara mucho más, ni su gusto por la vida, una buena comida, un buen vino, su amor por su Extremadura (nació en Llerena, y siempre hablaba de su giralda mudéjar) ni cómo cambiaron el ciclismo y su profesión de periodista en los 41 años que estuvo cubriéndolo con intermitencias y con piernas rotas incluso, y con un conato de agresión de un iracundo Fernando Manzaneque en la plaza Mayor de Salamanca, durante la Vuelta de 1981: el exciclista manchego había encontrado en chocolates Zahor un sponsor para salvar al equipo que dirigía Miguel Moreno y que dependía de la Peña Hermanos Manzaneque, y Bermejo, recordándole las deudas que mantenía con la plantilla de corredores, escribió una noticia en la que introdujo el estribillo del famoso El bodeguero, el cha-cha-cha de Nat King Cole, aquello de “toma chocolate, paga lo que debes”.

Más que hablar de él, prefería hablar, por ejemplo, de sus proezas como jugador de tenis infranqueable en la red en los torneos de la asociación de periodistas, de su gran volea, o de su padre, periodista en Televisión Española que cubrió varios Tours, y, sobre todos, el de 1967, en el que Julio Jiménez quedó segundo, y contaba cómo tenían que revelar rápidamente la película que filmaban, y montarla rápido, y qué grandes reportajes, adelantados a su tiempo, era capaz de hacer. “Y mi padre se aficionó al Tour por eso”, cuenta Irene, su hija, que se niega, como su padre, a dejar de sonreír. “Pero para mí el Tour era su ausencia, yo siempre decía, ¿dónde está papá?, ¿por qué no está aquí jugando conmigo?” Y su padre se quitaría importancia y solo le diría que su trabajo era ese, y no que su trabajo también era que los lectores también gozaran al día siguiente, a través de sus crónicas, de lo que habían visto con sus ojos. Y eso es lo que hacía.

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