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Columna
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El indiscutible reinado del discutido Benzema

El francés es el jugador menos demagogo del mundo, nunca se ha molestado en demostrar lo que no es. De ahí el enorme mérito de su éxito

Santiago Segurola
Benzema, ante Lekue durante el Athletic-Real Madrid de hace una semana en San Mamés.
Benzema, ante Lekue durante el Athletic-Real Madrid de hace una semana en San Mamés.Ricardo Larreina (AP)

A la edad de los declives más o menos discretos, Karim Benzema atraviesa el mejor momento de su carrera. No figuraba en los pronósticos como sucesor de Cristiano al frente del Madrid, ni como reemplazo de Messi en el liderazgo de la Liga. Nadie sospechaba que el controvertido jugador francés, sujeto durante años a la polémica en el Bernabéu, se erigiría en un indiscutible de la hinchada madridista y de cualquier aficionado con un mínimo de gusto por el fútbol. La ovación que recibió la semana pasada en San Mamés se puede interpretar como el tributo general a un jugador maravilloso.

Ahora que se ha instalado en la cumbre y nadie le cuestiona, asoma una duda. ¿Ha cambiado Benzema o ha cambiado la percepción que se tenía de él? Sus proselitistas dirán que no ha modificado nada sustancial en su estilo. Sus antiguos detractores consideran que su éxito es consecuencia de un nuevo registro: más implicación, más liderazgo, más voracidad. No es descartable el acercamiento de las dos posturas. Benzema es el mismo de siempre, pero en condiciones diferentes.

Han pasado 12 años desde su llegada al Real Madrid, propiciada por Florentino Pérez. Llegaron Cristiano, Kaká y Xabi Alonso, pero Benzema fue su fichaje particular, el jugador que le apetecía ver en el Madrid. No siempre le ha favorecido esta circunstancia. En las fases más críticas de su trayectoria, cargaba con una etiqueta difícil de soportar: era el capricho del presidente, prejuicio que operaba en el ambiente como una cuchilla.

Benzema, que es el jugador menos demagogo del mundo, nunca se ha molestado en demostrar lo que no es. De ahí el enorme mérito de su éxito. Es cierto que le ha abandonado el aire melancólico que presidió sus días más difíciles en el Real Madrid, perfil sufriente más que comprensible. Pocos jugadores se han visto tan expuestos al látigo de la crítica, en ocasiones procedente del corazón del club.

Condiciones imprevistas

Los mismos que le aclaman ahora y festejan su cumpleaños en el Bernabéu, eran los centuriones del entrenador que le desacreditó públicamente y exigió el fichaje de Adebayor, de cuyo paso por el Madrid sólo se recuerda su simpático apodo, Manolito. Mourinho capitaneó la facción más agresiva con Benzema, sometido a un escrutinio implacable y cotidiano.

Con Benzema no existía la memoria amable. Si jugaba un buen partido, se olvidaba de inmediato. Prevalecía el recuerdo de sus malas actuaciones. En el mejor de los casos se le valoraba como funcionario de Cristiano, que encontró en su inteligente y apocado compañero el complemento ideal a su apetito goleador. Había algo poético en el desempeño de Benzema, incapaz de conceder carnaza populista a los aficionados y al periodismo. Nunca puso cara de velocidad. Nunca la pondrá.

Si la salida de Cristiano liberó a Benzema de una dinámica opresiva, es cuestión de opiniones. El mismo Madrid que ahora le observa como su jugador bandera, se inclinó por Gareth Bale después de la final de Kiev, en 2018, y por Eden Hazard un año después. El proceso de su definitiva consagración se ha desarrollado en condiciones imprevistas, con un Madrid desprovisto de Cristiano, sostenido por una amplia mayoría de los veteranos y decepcionado con el rendimiento de Bale y Hazard.

Ese Madrid de entreguerras no parecía el mejor escenario para un jugador con fama de tímido y acusado de indolencia, pronóstico que Benzema ha reventado en las tres últimas temporadas. Su magisterio es tan evidente que la memoria, tan lesiva con él anteriormente, sólo opera a su favor en estos momentos. Al Madrid le sobran buenos o excelentes jugadores, pero ahora mismo es el Madrid de Benzema, y eso nadie lo discute.

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