Benzema dispara al Madrid
El equipo de Ancelotti doblega a un bravo Athletic tras un duelo frenético y equilibrado marcado por el fulgurante despegue del delantero francés, aplaudido por San Mamés
Hay partidos titánicos. Lo fue el de San Mamés, donde Athletic y Real Madrid no claudicaban ni a tiros. Los dos muy mermados por las ausencias, pero dispuestos al fútbol protesta, a un choque macizo, sin coartadas. Los dos acabaron en los huesos tras un partido que arrancó Benzema con el turbo. No se arrugó el grupo local, que, salvo en el marcador, equilibró un encuentro frenético de inicio y que el Real quiso sosegar tras el intermedio.
No había parpadeado el partido y daba la impresión de que a cualquiera le podía dar un vahído. Nadie embridaba. Nada de campechanía. Como todos iban en patines no se demoraron las emociones. Hace tiempo que Benzema se sacudió su etiqueta de moroso. No se cumplían los cinco minutos cuando el francés conectó con Vinicius, tiró del hilo Kroos y Benzema abrochó la jugada con un bomba de racimo. Imposible para Aguirrezabala, que no se enfrentó a una pelota sino a un bumerán. No le dio tiempo a poner cara mustia a San Mamés, porque en un fogonazo inmediato llegó el 0-2. Otro de Benzema, este más mundano tras una pérdida de Balenziaga y un rebote en Unai Núñez. De Benzema a Benzema en siete minutos.
El Athletic precisaba con urgencia un rescate. Un redentor inmediato. Y como no había fuegos artificiales sino fútbol de bravía el joven Sancet sacó el sonajero. Tal fue su correazo desde fuera del área que superó el dique de Courtois, que hoy solo se abate ante golazos. No cerró bien Camavinga, ortopédico en la función del sancionado Casemiro. Por ahora, no le va ese forro, por más que exhiba pierna dura. El chico se dispersa. Falto de oficio para el puesto, le cuesta intuir cuándo conviene sacar la escoba, por dónde pueden llegar las fogatas ajenas. Es una posición sensible que requiere especialización.
No fue Camavinga el único impreciso. Ocurría que el partido iba a una pastilla superior a la que muchos podían controlar. Al fin y al cabo son dos equipos muy marcados por los vuelos de Vinicius y Williams. San Mamés parecía un aeropuerto. Todos tenían pista para correr y correr. Del único reposo se encargaban Kroos y Benzema, Vencedor y Muniain. También tuvo mecha Hazard, que sentado Núñez se plantó en el área local y optó por el hat-trick de Benzema. De Marcos, sagaz, se interpuso. Como ante el Cádiz en el segundo periodo, hubo brotes del belga. Le penaliza circular por la derecha. Nunca fue su orilla preferida, por su querencia a aventurarse a posiciones más centradas una vez divisado el área. Pero Vinicius le ganó la partida y se ha quedado con la ruta, donde le tutelan Kroos y Benzema. En Bilbao, Lucas y Valverde secundaron a Hazard, que nunca se hizo el lonchas. Estuvo para dejarse ver en un partido tan exigente.
Hazard deja más huella que Vinicius
No había tajo en las porterías, pero el encuentro rebosaba efervescencia. Y eso que ambos bandos llegaron a la cita crujidos por las bajas: sanciones, lesiones y el azote por oleajes de la maldita covid. Quizá por ello el duelo perdió vértigo tras el descanso. Solo entonces algunos descubrieron que existen las treguas. El Madrid quiso poner el partido entre paréntesis, anestesiarlo. Lo advirtió Marcelino, que tocó la corneta: Nico Williams. O sea, un mensaje claro: a todo gas de nuevo.
A la hora, un acelerón de Sancet casi lo engatilla Williams, Iñaki, con un remate que puso en alerta a Courtois. Además de acelerar, al Athletic le hacía falta entrar otra vez en combustión. Y nada mejor que reclutar a Raúl García para amplificar el rugido de San Mamés. Marcelino prescindió de la chispa de Sancet. La que no tuvo Vinicius, más perseverante que lúcido. Hasta el último suspiro apenas hubo avisos de los blancos en el segundo acto forzados los titulares a dejarse el corazón en los huesos. Ancelotti no tenía mucho cesto. No tiró de algún aguador hasta los minutos 84, 85 y 90: Mariano por Vinicius, el debutante Peter González por Hazard y Jovic por el aplaudido Benzema. En La Catedral hay buen gusto.
Al Madrid le tocaba apiñarse y apretar la mandíbula. Y esperar algún cometa, caso de Hazard que, en el único ataque prometedor del Real en el último tramo se topó con la firmeza del novicio Aguirrezabala, que rechazó el disparo con un mazo en la mano izquierda. Repetiría contra Kroos. Ahí concluyó el choque. Del Madrid lozano del inicio al Madrid sufridor del segundo tiempo. Un líder muy líder. Y un Athletic solo resignado a una derrota con fórceps.
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