La fatalidad se instala en el Atlético
Ni una gran versión de João Félix evita la cuarta derrota consecutiva del equipo de Simeone, que vuelve a pecar de falta de contundencia en las dos áreas. El Granada remonta el gol inicial del luso con tantos de Machís y Jorge Molina
Ni una buena versión de João Félix, ni un partido con la ambición que se le demanda evitaron la cuarta derrota consecutiva del Atlético. La fatalidad parece haberse hecho hueco en la crisis que atraviesa el equipo de Simeone, que hoy cumple diez años al frente del banquillo rojiblanco. En una década no se había conocido tanto contratiempo y tanto revés.
Habilitado por un buen pase filtrado de Lemar, fue João Félix el que rompió el partido a los tres minutos con una jugada muy suya. Un control orientado para girarse y crujir la cintura de Germán, una conducción fina y un disparo raso, cruzado y colocado para pillarle el contrapié a Maximiano. Contra toda la defensa del Granada, el luso fue tan determinante como le exige su entrenador.
No se subió el Atlético a la ola de la buena maniobra de João Félix. Todo lo contrario. Dio su famoso paso atrás. Da igual que la orden venga del entrenador o que sus futbolistas, de escucharla, la hayan interiorizado y mecanizado. De repente, el partido fue del Granada. Del criterio de Luis Milla, de los aguijonazos de Machís y Luis Suárez y del oficio de Jorge Molina. El estado comatoso del Atlético salió a florecer.
Las pérdidas de Koke y De Paul se sucedían como en partidos anteriores y el campeón ofrecía señales de que no se sostenía en defensa. Terminó por rajarse en una contra que el Granada fabricó sin que hubiera jugador de Simeone para frenarla. Le birlaron la pelota a Carrasco en el área, Milla habilitó a Jorge Molina y este le dio carrete a Machís para que corriera sin oposición por el carril del ocho. Cuando se presentó a un par de metros al área, De Paul se comió el recorte y Oblak encajó otro zurriagazo ajustado.
Otro gol y otra radiografía del pastelero juego defensivo que está arruinando la temporada rojiblanca. Ya no se sabe si el problema es la contundencia de los defensas o lo poco que le cuesta a los rivales presentarse en ataque. El diagnóstico es complejo, porque este Atlético, tal y como están de fallones sus centrocampistas, es complicado que se pueda defender con la pelota. El caso de De Paul es alarmante, porque la precisión en el toque es una de sus virtudes. Atrincherarse en campo propio tampoco le va bien al Atlético porque ya no es aquel equipo gremial en la defensa de todos los espacios.
Esta vez, al menos, el gol en contra agitó a los rojiblancos. La necesidad de sumar desde ya de tres en tres le volcó sobre el campo del Granada. La bandera del orgullo la recogió João Félix, que entró en combustión. Primero empezó a darle continuidad al juego retrasándose. Después se lanzó al área desbocado jugando al límite del fuera de juego. Le anularon un gol en una falta lateral peinada que remató en el segundo palo ganándole el salto a Luis Suárez. El salto fue limpio, pero dejó una mano suelta que el asistente juzgó que había sido suficiente para que el colombiano no pudiera saltar. El VAR, en la nueva política implantada por Medina Cantalejo, no intervino. Aún tuvo tiempo el luso para un cabezazo ajustado a la cepa del poste que repelió Maximiano.
El olfato de Molina
Emergió el Atlético del descanso tan afilado como se fue y de nuevo con João Félix al mando se instaló en campo contrario. Tras varios arreones, el portugués se sacó un derechazo raso que desencadenó la fatalidad que acompaña ahora a Simeone y sus futbolistas. El rebote de la madera se convirtió en un voleón que Kondogbia no acertó a controlar a la altura del centro del campo. Carnaza para una contra que el Granada interpretó con el manual abierto facturada entre Puerta y el colombiano Luis Suárez. Jorge Molina, empujó trastabillado y desde el suelo el centro raso del colombiano. El VAR tuvo que determinar si el veterano goleador estaba en fuera de juego.
Con el mazazo, el Atlético mantuvo su empeño ofensivo y trató de redoblarlo con los cambios de Simeone. Correa, Herrera y Cunha entraron por De Paul, Kondogbia y Luis Suárez. Esta vez el uruguayo no montó el show de su desazón como en Sevilla. Ocho partidos lleva ya sin marcar, algo tan preocupante como el poco peso que está teniendo en el área y sus inmediaciones. La carga del Atlético apenas encontraba resquicios. Y cuando logró detectar algún agujero, le faltó tino. Correa, solo en la frontal del área pequeña, desperdició una comba precisa de Lemar. La fatalidad comienza a ser otro elemento de la crisis que padecen los rojiblancos. El Granada, bien atornillado, dejaba correr el tiempo. El Atlético quedó expuesto a las contras y Luis Suárez obligó a Oblak a meter una de esas manos prodigiosas que este curso no son tan frecuentes. Hubiera sido demasiado ya para el equipo de Simeone otro mazazo. Cunha, con mucha puerta para embocar, desperdició un rechace de Maximiano y certificó que el mal fario convive con este Atlético.
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