Aquel baloncesto de los 80
El periodista Javier Ortiz repasa las sagas, pasa después a los que triunfaron fuera de las canchas y se adentra en el siempre interesante mundo de los “extranjeros complicadillos”
La década de los 80 acogió la transformación del baloncesto español. De los 14 equipos que iniciaron la década en la máxima categoría —la Liga ACB se fundó en 1983— se pasó a los 24 al cierre de la misma. Su procedencia geográfica se fue incrementando. Los pabellones, cuya capacidad máxima estaba en 6.000 plazas, empezaron a renovarse —en Madrid, por ejemplo, significó la despedida de la Ciudad deportiva o de Magariños—.
Las retransmisiones televisivas pasaron de una a tres semanales. Comenzó a haber estadísticas, ya que hasta entonces solo se contaban los puntos, que se tomaban del acta oficial. Se pasó de una liga regular en la que podía haber empates —en la 80-81 hubo cinco— a tres tipos de playoff. Apareció la línea de 6,25. Cuando un equipo había sufrido más de siete faltas en una parte, podía elegir si prefería tiros libres o mantener la posesión. Bebidas alcohólicas o marcas de tabaco patrocinaban y daban nombre a algunos equipos.
En medio de aquella revolución, algunos nombres pasaron a la historia. Otros formaron parte de ella, pero no se instalaron en el recuerdo mayoritario. En 80 de los 80 (JC) el periodista Javier Ortiz ofrece otros tantos perfiles de deportistas que jugaron en aquella época. Arrancando por las sagas —padres de algunos de los jugadores y jugadoras más destacados del actual baloncesto español, como Alberto Abalde, Álex Abrines o Belén Arrojo—. Pasa después a los que triunfaron fuera de las canchas: Alfredo Díaz de Cerio en la pintura, Toni Tramullas y Alfonso del Corral en la medicina o Chus Bueno como ejecutivo del baloncesto.
Se adentra en el siempre interesante mundo de los “extranjeros complicadillos” —agresiones, deudas, desapariciones…—; reserva un espacio para recordar a algunos de aquellos jugadores ya fallecidos; otro, para aquellos a los que la profesionalización pilló en la parte final de su carrera, orillándolos a un injusto olvido; y cierra con una selección de secundarios españoles de lujo. De los que no fueron ni a Juegos Olímpicos, ni Mundiales ni Europeos, pero ayudaron, con su talento, trabajo y dedicación, a forjar los cimientos de lo que hoy es uno de los mejores baloncestos del mundo.
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