Verstappen frena donde quiere
El holandés logra en México su noveno triunfo tras un arranque antológico en el que supera a los dos Mercedes. Hamilton y Checo Pérez completan el podio
Empieza a costar lo suyo encontrarle algún punto débil a Max Verstappen, el niño prodigio de Red Bull que tiene al gigante energético absolutamente entregado a él, conscientes como son en Milton Keynes de la dimensión del diamante que poseen. A sus 24 añitos, el holandés lleva ya siete temporadas en el Mundial, casi 140 grandes premios en los que parece haber cometido los principales errores de bulto que se le permiten a una de las primeras espadas del Mundial. Aunque pueda sonar precipitado en alguien tan joven, Verstappen parece haber llegado a la madurez y a la fiesta se ha sumado su equipo, que finalmente ha ensamblado un coche que le permite soltar toda esa magia que esconde dentro. Trucos como el de la arrancada del Gran Premio de México, donde se sacó del sombrero un doble adelantamiento a los Mercedes que dejó a Lewis Hamilton buscándole y a Valtteri Bottas literalmente del revés.
El circuito Hermanos Rodríguez es uno de esos que se considera urbano; ya no tanto porque los coches circulen por su trazada —está dentro de un parque— sino porque está expuesto a todas las partículas en suspensión que vuelan en una gran ciudad, que en el caso del DF son muchísimas. La suciedad se acumula fuera de la trazada, la zona de las plazas pares de la parrilla como la de Hamilton, el segundo más rápido el sábado. Entre eso y la relevancia que tiene el rebufo en esta pista, las piezas encajaron de maravilla en la estrategia que había planeado Red Bull, y Verstappen se encargó de ejecutarla a la perfección. Colocado el tercero en el apagón de los semáforos, el chico de Hasselt pegó el morro de su monoplaza al trasero del de Bottas, para abrirse al exterior cuando casi embocaba ya la primera curva y frenar tarde, muy tarde, más que las dos Flechas de Plata, y salir del viraje en cabeza y con pista libre por delante. Una de esas genialidades muy fáciles de contar pero prácticamente imposibles de hacer.
Con Lewis Hamilton empequeñeciéndose en su retrovisor y Bottas en la cola del pelotón, el líder de la tabla de puntos se esfumó a base de martillear el cronómetro en la misma medida que su escudería trató de acechar a Hamilton con Pérez, dejando clara la superioridad de los bólidos del búfalo rojo en este escenario, en el que ya había ganado dos veces (2017 y 2018). “Estos tíos son obviamente más rápidos que nosotros”, soltó el actual campeón por la radio (vuelta 24), en una muestra inequívoca de su falta de réplica. “Céntrate en intentar aumentar tu diferencia con Pérez”, le respondió Peter Bonnington, su ingeniero de pista y la voz que le guía y trata de tranquilizarle. Ese episodio fue el indicativo más claro de la impotencia del actual campeón, al igual que hubo otros que reflejaron la suficiencia de Verstappen, capaz de llevar la batuta de la prueba en la que se adjudicó su novena victoria del curso, y de preguntar a sus técnicos cómo iba la cosa por detrás, si Checo Pérez daba caza a Hamilton.
El de Jalisco sabe desde que se enfundó el mono de Red Bull que el papel que le permitirá alargar su historia en esta estructura es el de escudero. Y lo está interpretando de forma magistral. Tras una fase de adaptación más larga de lo esperado, Pérez ya se entiende de perlas con su coche, probablemente el más afilado de todos a estas alturas de la película. En 23 vueltas (de la 41 a la 64), el ídolo local se zampó los casi 10 segundos que le llevaba el corredor de Stevenage al salir ambos de los garajes. Las décimas fueron cayendo a favor del piloto mexicano para delicia de la hinchada, que abarrotó las gradas de este descomunal estadio. Sin embargo, una cosa es llegar y otra adelantar, y más aún si quien se defiende dispone del propulsor más poderoso de todos —las mediciones fijaron en seis kilómetros por hora el diferencial a favor del motor alemán al compararlo con el Honda—.
Hamilton cruzó bajo la bandera de cuadros el segundo, minimizando los daños por más que su voz estuviera completamente rota al terminar, reflejo de lo complicado que empieza a ver darle la vuelta a la inercia que se ha instaurado: en las últimas siete citas, Verstappen ha sumado 27 puntos más que su oponente, una carrerilla que le lleva a disfrutar de un colchón de 19 puntos al frente de la tabla, cuando solo quedan 100 por otorgarse. Pérez, se convirtió en el primer mexicano en subir al cajón en su país, a la vez que Carlos Sainz concluyó el sexto y Fernando Alonso, el noveno.
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