Koeman: un adiós político
Con el adiós del holandés, el presidente toma su primera decisión importante en lo deportivo: por fin Laporta ejerciendo de Laporta
“Es increíble que hayamos perdido hoy”, declaró Ronald Koeman nada más terminar la verbena de Vallecas. Su equipo había tirado una vez a portería, de penalti, por no decir de milagro. Pero despojar palabras de su significado original parece el signo de los tiempos y al holandés se le debe conceder el beneficio de la duda aplicable a cualquiera que no termina de dominar el castellano. Si hubiese dicho ongelooflijk, que según el traductor de Google es la traducción de increíble al holandés, habría motivos para preocuparse y derivarlo a los servicios médicos del club. O al Gobierno, directamente, que hace meses aprobó un procedimiento de actuación contra la desinformación, lo que a nivel de calle conocemos como fake news.
La degeneración aspiracional del Barça en los últimos años parece no tener fin. De ganar jugando como los ángeles se pasó a ganar sin más, con pinceladas de brillantez puntuales y algún padrenuestro a escondidas. Luego llegó el siempre terrible “no se puede perder así”, que esconde una trampa en origen pues te permite perder de cualquier otra forma o, al menos, de una muy determinada. Con el retorno de Laporta se maquilló la renuncia: tocaba jugar bien, ajustado a derecho, y la derrota tendría consecuencias. Pero ni una cosa ni la otra, así que el equipo se encontraba ahora mismo en el mínimo exigible de su centenaria historia: que el entrenador no utilizase las ruedas de prensa post partido para falsear la realidad. De todas las expresiones políticas que vertebran al Barça desde su nacimiento, el trumpismo es la única que no parece tener cabida en su seno… aunque haya gobernado el club durante gran parte de su historia moderna, principalmente en democracia.
Así las cosas, y cuando la táctica se ve reducida al autoengaño, lo que resultaba realmente ongelooflijk era la sangre fría de un Joan Laporta que seguía sin mover ficha hasta la medianoche de ayer, después de anunciar el “envido” con todas las señas posibles. Era de suponer que su partido comenzaba tras la pasada asamblea de compromisarios, liberado al fin de algunas trampas estatutarias que amenazaban con convertir en suyos los errores de otros. Con el despido de Koeman, el presidente toma su primera decisión importante en lo deportivo: por fin Laporta ejerciendo de Laporta. Falta por conocer la intrahistoria, los motivos, incluso aquellos que le llevaron a mantener una apuesta que no era la suya. Los otros, los que lo animaron a rectificar el rumbo establecido, no son difíciles de imaginar: un equipo manifiestamente impropio para lo que se espera de un club cruyffista, un entrenador desbordado por la realidad y una afición a punto de entrar en combustión.
También convendría no olvidar que estamos ante un Joan Laporta que ha pasado por los intestinos de la política y ya no ejerce de agente del caos: aunque el cuerpo le pida mambo, la situación exige balada, y ahora mismo no hay mayor guiño al romanticismo en el panorama culé que el desembarco de Xavi Hernández, con todas las certezas -y también todas las dudas- que plantea su fichaje. “¡Al suelo, que vienen los nuestros!”, que decía el exministro Pío Cabanillas: un tipo tan inteligente que ocupó casi toda su vida en disertar sobre la verdadera naturaleza del Barça pero sin saberlo. “Ganamos, pero aún no sabemos quiénes”, declaró en otra ocasión. Y, miren por dónde, eso resulta tan cierto como increíble en una noche como la de ayer.
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