El Barça muere de realidad
Hay desencanto porque la gente sospecha del Barça que está como del que le dicen que está por venir. El Madrid, llegue donde llegue, no engaña
Sostuvo Piqué en EL PAÍS que el Barça estará para la Liga, no para la Champions. No es lo que hay, o lo que parece. Inferior al Atlético en su duelo directo en el Wanda, ni siquiera tuvo cuerpo ante un Madrid corriente, pero más maduro y cuajado. La prueba más sintomática: Alaba y Dest. Donde llegó el austriaco con un pelotazo con metralla no llegó el estadounidense con un remate para un parvulario. Donde amenazó Vinicius en el primer acto —con Mingueza, que pasa por ser defensa, de víctima— apenas tuvo avisos Ansu —con Lucas, que es zaguero ortopédico, sin alarmas—.
Fue inofensivo el Barça, donde todo es un puede ser que no acaba de ser. Apesadumbrado el barcelonismo post Messi y post Bartomeu, en el club y en el vestuario no hay más inyección de optimismo que remitirse a la sala de espera. Que si se rodará Ansu, que si se activará el Kun, que si pedirá pista Dembélé, que si Pedri quizá vuelva a ser Pedri, que si crecerá Gavi... Que si Memphis iba a ser...
Mucho futurismo cuando en el fútbol hoy ya es pasado mañana. Para colmo culé, los que ya se suponía que estaban y no por venir, caso del insignificante Frenkie de Jong o, lo que es peor, del otro De Jong, Luuk, un forastero, un hereje a su pesar del credo cruyffista. Luuk es el recurso de urgencia de este Barça de entreguerras, tan paticojo que hasta Coutinho, tan ingrávido por lo habitual, fue quien más vuelo dio al equipo en ataque. Por encima de todos, por los de la lista de espera o los que no alcanzan, Busquets, pasado y mejor presente de este Barça, barrido en Europa y con el gancho para ir por casa.
“Un Barça en reconstrucción”, dijo Ramón Planes, secretario técnico azulgrana. Máxima sinceridad. Pero no concuerda con la soga sobre Koeman, principal capataz del intento de reconstrucción de un equipo con telarañas en las cuentas y un presidente, Joan Laporta, que se resiste a la realidad. Esa realidad con la que murió el Barça ante el Madrid. Ni el entusiasmo le sirvió frente a un Real ordenado y estructurado defensivamente. Sin más. Un Real Madrid que no requirió de una paradita de Courtois, de la chistera de Benzema, del compás de Kroos. Vinicius iluminó a Alaba y el cuadro local se fue al traste. Luego, otro guión, también con Alaba como actor principal, pero ya en la trinchera de Courtois.
Tierno el ataque azulgrana, él y Militão se bastaron para evitar fregados en su área. Suficiente para un Madrid condescendiente con su adversario. Tan afectuoso parecía el lozano y desnortado Barça que el Madrid, sin un chacal como Cristiano, pareció no querer laminar al enemigo. Benzema y Vinicius son menos caníbales que CR. El Madrid leyó lo que no descifra el big data: las sensaciones, discurriera como discurriera el choque, le eran favorables donde todo se decide, en las áreas.
Impotente el Barça y sin florituras el Real, el clásico solo tuvo de clásico que, finalmente, tuvo tirón en las gradas del apolillado Camp Nou. Y desencanto, porque la gente tanto sospecha del Barça que está como del que le dicen que está por venir. El que hay va muy justo en la Liga y no digamos en Europa. El Madrid, llegue donde llegue, no engaña. Se conoce de memoria, gane o pierda apenas se discute. Si el Barça tira el anzuelo de Dembélé, el Madrid apunta a Mbappé. Donde unos tramitan un nuevo Camp Nou otros tienen ya hace tiempo un enjambre de grúas en Chamartín.
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