_
_
_
_
CRUCE DE CAMINOS
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El gran nivel femenino del tenis

La alternancia de campeonas en los torneos no responde a la falta de talento, una lectura trivial y bastante simple, sino a una competencia extraordinaria en la cima de nuestro circuito

Ons Jabeur devuelve la pelota durante la semifinal de Indian Wells contra Paula Badosa.
Ons Jabeur devuelve la pelota durante la semifinal de Indian Wells contra Paula Badosa.FREDERIC J. BROWN (AFP)

Cuando miro el tenis femenino me divierto. Después de tantos años metida en las rutinas del deporte, conociendo de cerca la vida en el circuito, valoro el mérito que tiene cada victoria en una cancha. El tenis es uno de los deportes más profesionalizados que existen, con una dureza mental difícil de explicar al que no forma parte de nuestro entorno.

Todavía no he colgado la raqueta, así que mantengo una relación bien cercana con muchas de mis compañeras. Conozco sus planes de competición y me gusta seguir por televisión algunos de sus partidos, especialmente en los mayores torneos. Reconozco las pistas en las que he pasado media vida y en las que he cumplido algunos de mis sueños.

No puedo evitar tratar un debate que suele surgir en estos casos. En un deporte global, donde tenemos jugadores de muy distintos orígenes, la competencia es más grande que nunca. El nivel medio del circuito ha crecido una barbaridad, y esto lo constato echando la memoria unos 10 ó 15 años atrás.

Cuando vemos un cuadro de competición cualquiera, y digo cualquiera, puede ganar el título. No es una frase hecha, lo afirmo con conocimiento de causa. El nivel actual del tenis femenino es inmenso, y la dureza para mantener una línea de resultados nunca antes ha sido tan grande. Lo constatamos semana tras semana. Algo que es una virtud, porque engrandece el deporte, no debería ser tratado como un debe en el circuito.

Se pueden poner distintos ejemplos. Este año hemos tenido cuatro campeonas diferentes de Grand Slam. De Melbourne a Nueva York, pasando por París y Londres, los cuatro grandes templos de nuestro deporte, distintas jugadoras han logrado levantar el trofeo. Es algo que ha ocurrido sin excepción en los últimos cinco años. Una barbaridad que subraya la riqueza y la profundidad de vestuario que tiene el circuito.

Otro ejemplo. Ninguna jugadora ha logrado revalidar un título de Grand Slam en los últimos 23 torneos de esta categoría. Si repasamos la historia de nuestro deporte, una disciplina centenaria, es algo que no había ocurrido jamás. La razón no es la falta de talento en las campeonas, una lectura trivial y bastante simple. La situación refleja la abundancia de profesionales, una competencia extraordinaria en la cima del deporte.

El tenis está viviendo una época fantástica en este sentido. Estamos acostumbrados a la nostalgia de épocas en las que un par de jugadoras rompían marcas, donde desarrollaban rivalidades de decenas de encuentros y finales esperadas casi como consecuencia necesaria. También tiene su atractivo y hay que valorarlo en su justa medida.

El abanico de países que ha colocado al tenis en el mapa ha crecido sobremanera. Tenemos a Naomi Osaka poniendo a Japón en la historia del circuito. Contamos con Ons Jabeur, convertida desde esta próxima semana en la primera tenista árabe —hombre o mujer— en alcanzar el top-10 mundial. O, por nombrar a otra compañera, miramos a Maria Sakkari, recientemente encumbrada como la primera mujer griega que se instala entre las diez mejores. Miremos donde miremos hay nuevos países y culturas que han entrado en la conversación.

La igualdad en el deporte retroalimenta a los atletas, les obliga a mejorar cada día. Durante mi carrera he tenido que cambiar detalles de mi juego, desde la posición en la pista a la agresividad de los golpes, saliendo del estilo que me resultaba más natural.

Cuando veo el circuito femenino me asombra ver campeonas cada semana, porque conozco lo que hay dentro y es algo muy a valorar. Son deportistas buscando un progreso sabiendo que, en la actualidad, ganar es más complicado que nunca. Ojalá lo logre este domingo Paula Badosa.

Puedes seguir a EL PAÍS DEPORTES en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_