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ALIENACIÓN INDEBIDA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El culebrón Mbappé: ay, dios mío

Firmar ahora a Mbappé habría echado por tierra el anhelo de una parte de la afición que solo aspira a soñar, jamás a despertarse, y por eso sale Florentino Pérez reforzado

Mbappe
Kylian Mbappé, en el partido de Francia contra Bosnia-Herzegovina.FRANCK FIFE (AFP)
Rafa Cabeleira

El culebrón Kylian Mbappé nos ha dejado algunos de los momentos más surrealistas de la televisión en los últimos tiempos, como ese en el que Paco Buyo nos explicaba los entresijos de la cultura árabe con la consistencia líquida de una tortilla de Betanzos, que para algo es su tierra. Sin los impedimentos de aquella visera que lo inmortalizó en Tenerife cediendo un gol a cambio de evitar un córner, al ahora tertuliano se le intuyen algunos de los rasgos que hicieron de Manuel Fraga Iribarne un político casi imbatible en Galicia e indescifrable para el resto de España, incluyendo una deformación artesana del discurso por la que uno cree entender lo que está escuchando, pero prefiere pensar que no se dijo lo que sí se ha dicho: nadie mejor que él para ilustrar una ensoñación cimentada en el desenfreno informativo, por llamarlo de alguna manera y sin necesidad de insultar a la propaganda.

Todo fue un gran acto de fe, como creer que la paz se instalará en el mundo por el mero hecho de estrechar unas cuantas manos durante el funeral de un primo segundo. Se nos pidió creer y creímos, en algunos casos con reservas, pero con el entusiasmo de lo nuevo por bandera y la convicción de que los grandes futbolistas siempre juegan donde quieren y, a menudo, donde más les pagan. Cumplió con creces el madridismo, nada se le puede reprochar. Y cumplieron millones de aficionados a otros equipos que optaron por colocarse la venda sin mediar ninguna herida, actitud muy valorada tanto en las redes sociales como en algunos boxes de crossfit. Nos habíamos preparado para el desembarco del francés en Chamartín y fue entonces cuando apareció el nombre de Eduardo Camavinga: la enésima jugada maestra de un presidente-estado que nunca pierde.

Firmar ahora a Mbappé habría echado por tierra el anhelo de una parte de la afición que solo aspira a soñar, jamás a despertarse, y por eso sale Florentino Pérez reforzado una vez más de todo este entuerto: hizo cuanto se le pedía sin necesidad de hacer nada, si acaso mostrar la cartera y el blasón del león para que todo el mundo sepa que el Real Madrid siempre paga sus deudas, como los Lannister. Además, se ahorra unos cuantos millones de euros, aunque para las cuentas del Real Madrid podría resultar más goloso el pago de un gran traspaso ahora que compensar una futura carta de libertad con monstruosas primas de fichaje imposibles de amortizar. Pero volvamos a lo prosaico, a esos momentos indescriptibles que cada noche se colaban en nuestro salón a través de las pantallas de televisión.

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En 1992, Fidel Castro acudió a la Exposición Universal de Sevilla para celebrar el día de Iberoamérica. Llovieron las buenas palabras y para agradecer las que le dedicó el entonces jefe del Estado español, Fidel diría aquello tan sonado de “me declaro realista”. Rieron todos y Felipe González siguió la broma advirtiendo a Fidel que se le echaban encima las próximas elecciones. “Nombre un primer ministro”, cuentan que fue la aportación de Carlos Menem mientras el entonces presidente de Costa Rica, Rafael Calderón, se apuntaba al roaster proponiendo al dictador que se autoproclamase rey de Cuba y, después, convocara elecciones. Atronaron las carcajadas y fue ahí cuando una cámara de TVE captó a Violeta Chamorro, presidenta de Nicaragua, mostrando su bochorno con un escueto “ay, dios mío”: es lo mismo que pienso yo cada vez que veo ‘fraguear’ a Paco Buyo sobre sus experiencias con los cataríes.

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