Raúl Jiménez, el mexicano que regateó a la muerte
El futbolista, que ha vuelto a jugar un año después de romperse el cráneo, pidió las imágenes de la jugada porque no recordaba nada del lance
Raúl Jiménez solo recuerda que aquel 29 de noviembre llegó al Emirates con sus compañeros del Wolverhampton Wanderers, pasaron por el vestuario y saltaron al césped a ver cómo estaba todo. Luego, un apagón. El vacío. Nada. No recuerda que apenas comenzado el partido con el Arsenal, él y el defensor David Luiz chocaron violentamente sus cabezas al luchar por un balón aéreo. Jiménez quedó inconsciente y fue retirado del campo en camilla y conectado a una botella de oxígeno. Acababa de sufrir una fractura de cráneo que le ha tenido fuera del fútbol hasta ahora y que casi le deja también fuera de la vida. “Los médicos me dijeron que es un milagro que esté aquí”, declaró el martes pasado, tres días después de jugar su primer partido oficial en casi nueve meses.
Jiménez es un ariete de metro noventa al que han comparado con Zlatan Ibrahimovic precisamente por su altura pero también por su estilo. Se hizo jugador en el Club América de México DF y llegó a Europa a través del Atlético de Madrid en 2014, con 23 años. No le fueron bien las cosas en el Manzanares, donde apenas jugó y tan solo metió un gol. Al año siguiente se fue al Benfica, donde sí triunfó: en tres temporadas ganó dos ligas y una copa y metió 31 goles en 118 partidos. Su efectividad le abrió las puertas de Inglaterra. En el verano de 2018 llegó al Wolverhampton Wanderers, que acaba de ascender a la Premier de la mano del portugués Nuno Espíritu Santo.
Estaba en el mejor momento de su carrera cuando se lesionó. Pocas semanas antes había ganado la triple corona de premios individuales de los Wolves por la temporada 2019-20: máximo goleador, elegido jugador del año por sus compañeros y votado también como número uno por la hinchada. “No solo nos hemos fijado en sus goles sino en la inmensidad que nos aporta como equipo. Tanto si marca como si no, siempre tiene influencia en cada partido y eso es lo que le convierte en un jugador de talla mundial”, explicó entonces el capitán del equipo, Conor Coady.
Precisamente porque no recuerda nada de lo que ocurrió, Jiménez pidió que le hicieran llegar las imágenes del choque desde todos los ángulos posibles. Normalmente nunca quiere ver imágenes de lesiones graves de otros jugadores porque le impresionan mucho, pero verse a sí mismo fracturándose el cráneo no le afectó. “Nunca he pensado que pudiera ir mal, quizás porque no recuerdo ese momento. No recuerdo si fue una caída, si fue un choque o qué fue. Siempre lo he vivido como si fuera una lesión de tobillo o una lesión de rodilla y que, tras la recuperación, volvería”, reflexiona.
Pero las cosas no estaban tan claras al principio. Los médicos le operaron de urgencia porque la fractura del cráneo había provocado una pequeña hemorragia que amenazaba con afectarle al cerebro. La salvaron la vida, pero no estaban seguros de que le hubieran salvado también su carrera como futbolista. Hay precedentes: Ryan Mason sufrió también una fractura de cráneo en enero de 2017 jugando con el Hull en Stamford Bridge. Se recuperó y volvió a los entrenamientos, pero no llegó a jugar de nuevo un partido oficial porque los médicos le obligaron a dejar el fútbol en febrero de 2018.
El ariete mexicano esperaba haber vuelto a los campos a finales de la temporada pasada, pero los médicos le aconsejaron que se lo tomara con más calma. “Fue un momento difícil”, rememora Jiménez, que solo entonces temió por el futuro de su carrera. Pero al empezar esta temporada volvió a los entrenamientos, volvió a jugar a fútbol y volvió a marcar un gol en un amistoso con el Crewe. Hace una semana jugó en Leicester su primer partido oficial desde aquel fatídico 29 de noviembre. Pero la mejor jugada de su vida siempre será haber regateado a la muerte.
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