Ojo de carrilero, alma de agricultor
El cordobés Alfonso Pedraza examina su carrera en el Villarreal antes de la final de la Liga Europa contra el Manchester United
”Si en una final de Europa League no te exige el rival, ¿cuándo te va a exigir? El United tendrá sus momentos y nosotros tendremos los nuestros. Va a ser un partido muy, muy largo”.
Alfonso Pedraza contempla el porvenir como quien estudia las evoluciones de una tormenta. Sabe que este miércoles (Movistar, 21.00 horas) el Villarreal tendrá que sortear un aluvión para imponerse al Manchester United en Gdansk. También sabe que la única forma de conseguirlo es siendo perfectamente consciente de las dificultades para afrontarlas con paciencia y cuidado. Su razonamiento está desprovisto de épica. Con 25 años recién cumplidos, la mirada del carrilero es la mirada realista del agricultor.
“Soy de San Sebastián de los Ballesteros, un pueblecito de 800 habitantes de la campiña cordobesa fundado por Carlos III con colonos alemanes”, dice. “Sag, mi segundo apellido, es alemán. Yo me he criado en el campo. El olivar ha sido la ilusión de mi padre y la mía. La agricultura es una de las cosas que nos apasionan y nos relajan. Mi padre y mi madre trabajaron toda la vida en el campo. Mi padre ha sido camionero pero de pequeño no le quedaba más remedio que ir al campo a recoger remolacha o algodón. Yo eso lo he mamado. MI padre está jubilado y ahora tiene un entretenimiento y una ilusión. Llevamos las cosechas a una cooperativa que tiene almazara, pero en el futuro me gustaría crear algo relacionado con el aceite. Es un producto en el que nuestro país es estrella”.
“Para mí, como para mi padre, no hay mayor orgullo y satisfacción que tener un olivar en Córdoba”, concluye. “El fútbol es hasta los 35 años. Después tienes que hacerte un futuro. Meter el dinero en un fondo de inversión no te hará disfrutar tanto como dar trabajo a tu familia en tu tierra. Yo soy de campo, me encanta el campo y quiero vivir en el campo”.
Pedraza, que ha invertido sus ahorros de futbolista en comprar un olivar, juega al fútbol con la misma claridad con la que observa el mundo. “Recuerdo como si fuese ayer el día que me fue a buscar el Villarreal”, dice. “Fue hace más de diez años. Estaba jugando con la selección de Córdoba contra Málaga y Granada como cadete de segundo año. Yo era extremo zurdo pero en ese torneo, no sé por qué, jugué por derecha y me salí. Metí dos goles. Cuando salí del vestuario mi padre me dijo que el Villarreal me quería. No me lo creí. Yo jugaba en el Séneca y me sorprendió que un equipo de tan lejos se fijara en mí. A lo mejor un Sevilla, un Betis, un Cádiz... ¿Pero el Villarreal?”.
En 2011 se mudó a la residencia del Villarreal. Hace dos años, tras una cesión en el Leeds, se reconvirtió a lateral. Para él, un tallo de 1,80, el proceso no fue sencillo. Lo consiguió gracias a su sentido de la observación. “Los laterales son más pequeños, más habilidosos”, dice. “Te fijas en Jordi Alba y es bajito. Gayá es bajito... A mí me gusta verme los cortes de vídeo de mis partidos. Me ayuda a perfilarme, a estar con la línea de cuatro bien posicionado. A la hora de jugar tienes que estar bien con balón y pendiente de todo lo que pasa en el campo. Pero luego ves el partido sentado en tu casa, y si lo analizas ves que hay muchas cosas que mejorar: tapar un centro, cerrar con la línea de cuatro, poner un centro por delante, orientarte a la hora de tapar un pase por dentro, estar bien perfilado para interceptar... Perfilarte bien es ganar un segundo a la jugada. Los jugadores más pequeños tienen más chispita y no necesitan colocarse tan bien. Los jugadores altos debemos estar bien perfilados. Yo soy bueno con metros por delante. Tengo mucha zancada. En espacios cortos es más difícil, me cuesta más moverme. Pero si me tiran un balón a la espalda de los defensas veo bien los desmarques”.
Pase a Pedraza
Una de las jugadas más comunes de este Villarreal es el pase automático, a ciegas, de Moreno, Moi o Trigueros, a la espalda del lateral derecho rival. Saben que ahí acudirá puntual Pedraza. “Eso va en el instinto del jugador”, dice él, “en saber leer el juego, en saber entender a tu compañero, cómo te la va a echar, en carrera, si buscando el pie o el espacio”.
El arma secreta de Pedraza es la mirada. Cuando alcanza el último cuarto de campo, por apretada que sea la jugada, siempre levanta la cabeza antes de dirigir el balón al rematador. Así ha conseguido meter dos goles y dar cuatro asistencias esta temporada, entre decenas de jugadas desequilibrantes. “A principio yo llegaba y sacaba el centro muy rápido”, dice. “Emery me ha corregido esas acciones. Hay que sacar provecho de todo. Llego arriba, miro y sabes dónde te va a ir cada compañero. El delantero al primer palo, el mediapunta al punto de penalti... Esas cosas las da la organización del entrenador y a partir de ahí los equipos mejoran. Emery insiste mucho en no centrar sino en dar un pase al compañero. Quitando a Alba, que es el mejor lateral del mundo sin ninguna duda, para los demás llegar a línea de fondo y sacar un buen pase es complicado. Crear oportunidades sin espacios es lo más difícil del fútbol. Hilar fino en esos últimos metros es lo que te da puntos: puedes jugar mejor o peor pero gana el que mete más goles”.
A fuerza de trabajo y determinación, Alfonso Pedraza se ha convertido en uno de los mejores carrileros de la Liga. Un símbolo de todo lo que representa el último club español que sobrevive en competiciones de la UEFA.
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