Filippo Ganna, de rosa en el paraíso del Giro de Italia
Egan, Yates, Landa y demás pesos pesados de la carrera acaban muy igualados la contrarreloj que da el liderato al favorito de todos
Filippo Ganna está en el paraíso, que es una nube rosa, y se oye el canto de los pájaros en el parque del Valentino, que está enfrente, en la otra orilla del Po, donde los niños juegan y los jóvenes comen vitello tonnato y beben prosecco en las terrazas, al otro lado del río, y en una tarde de primavera en Turín, tan verde, su sonido se impone, en los oídos de Ganna, al de la cacofonía ruidos y chillona de todas las metas ciclistas.
El gigantesco piamontés seguramente también oiría trinos de aves durante los 8m 47s que pasó acelerando en las orillas del río para recorrer los 8,6 kilómetros de la contrarreloj, a casi 60 por hora, pues, contó, el pinganillo que le unía al director del equipo no le funcionaba, y se ahorró así las llamadas de atención, los cuidado con esa curva, las distracciones, pues tomó todas las curvas esprintando, y pedaleando, arriesgando más que ninguno, rozando los bordillos de las aceras con los pedales. Su media fue de 58,748 kilómetros por hora, la segunda de la historia de la carrera italiana tras los 58,851 que él mismo marcó cuando ganó la primera etapa el pasado Giro de Italia. Y contó después que ganó porque necesitaba ganar, y la victoria fue una cuestión mental, dijo, porque él, el campeón del mundo, había perdido algunas contrarrelojes últimamente y tenía la moral muy golpeada, y ni siquiera pensaba que era el favorito.
Ganna no estaba solo en el paraíso, pues tan feliz como él saltaba un chiquillo belga, mucho más menudo, que ha recorrido los mismos 8,6 kilómetros de vatios absolutos en solo 17s más que Ganna, y ha terminado séptimo, a 56,7 por hora, y hace nueve meses pensaba que quizás no volvería a andar en su vida tras destrozarse la cadera en una caída, y con la duda en el alma ilesa había vuelto a ponerse un dorsal y competir, y a demostrar que volvía a ser el mismo Remco Evenepoel de antes de la caída por el puente, el terror de los pelotones ya a los 19 años, y el terror del futuro. “Estoy felicísimo y emocionado, y hasta se me han humedecido los ojos, tanto significaba para mí volver a correr”, dice Evenepoel, que se siente “orgulloso de sí mismo”. “He hecho una buena contrarreloj, y eso que el recorrido era demasiado corto para mí...”
En el cuello de la maglia rosa de fibras de plástico reciclado con la que le vistieron a Ganna en el podio de Turín como hace unos meses, en el Giro de la pandemia, también le vistieron en el podio de Palermo, está grabado un endecasílabo de la Divina Comedia de Dante, que murió hace 700 años e Italia le recuerda. Es el último verso del cántico del Purgatorio, “puro y dispuesto para subir a las estrellas”, y nadie discute que Dante es el poeta más aprovechado por el ciclismo, y que la Divina Comedia en tres partes bien podría ser el relato de las tres semanas del Giro, pero el verso no cuadra con el momento que vive Ganna, que ya está en el cielo, pues Dante comienza su viaje en el Infierno, y solo al final alcanza el Paraíso.
Evidentemente, Dante pensaba en los escaladores, siempre ascendiendo, como hizo él desde el centro de la tierra, su infierno, y la contrarreloj es eso para los pesos pesados de la carrera, para Yates, para Bernal, Landa, Soler, Bilbao, Carthy, quienes suspiran para que lleguen las montañas, los Dolomitas, las verdaderas etapas dantescas, y en el asfalto de los puertos más duros, el Zoncolan, la Marmolada, los aficionados escriben “que abandone toda esperanza quien aquí entra”, y ese infierno es su paraíso, las estrellas a las que ascenderán la última semana, cuando los contrarrelojistas, llaneadores cargados de kilos, montañas de carne y toneladas de vatios absolutos y de orgullo, el peor pecado, empezarán a sufrir y hundirse. Y mientras llega su momento de placer, los grandes, para protegerse, organizaron su cooperativa, involuntaria pero instintivamente, en las orillas del Po y entre palacios e iglesias y plazas de los Saboya en el Cuadrilátero de la capital de Piamonte. Y así todos ellos, todos lejos de Ganna, Affini y otros monstruos, se apelotonaron en 15s, los que separan a los ingleses Hugh Carthy y Simon Yates y a Pello Bilbao, los mejores de la contrarreloj entre ellos, de Mikel Landa, y entre medias, a 1s de los tres, Egan Bernal, a dos, Vincenzo Nibali, y a tres, Marc Soler.
Al Giro le esperan lluvias y sprint en la segunda etapa, que sigue recorriendo Piamonte y acaba en Novara.
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