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Las revanchas pendientes de Iñigo Martínez

El central del Athletic, que estuvo a un paso de fichar por el Barça en 2017, quedó marcado por su penalti contra la Real

Iñigo Martínez comete penalti sobre Portu en la final de Copa entre el Athletic y la Real disputada el 3 de abril en la Cartuja
Iñigo Martínez comete penalti sobre Portu en la final de Copa entre el Athletic y la Real disputada el 3 de abril en la CartujaAngel Fernandez (AP)
Jon Rivas

Ganó la Real Sociedad, con gol de penalti cometido por Iñigo Martínez. Es la descripción resumida de lo que ocurrió en La Cartuja hace dos semanas en la final de Copa de 2020, pero también el sueño húmedo que habían expresado a través de las redes sociales, en la víspera de aquel partido, los seguidores más radicales del equipo donostiarra, aquellos que, en su momento, aprovecharon la oferta de la tienda oficial del club para cambiar gratuitamente las camisetas con el nombre del jugador vizcaíno por otras con el apellido de cualquier otro futbolista. No les pudo salir mejor su deseo.

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Iñigo Martínez, después de una mano polémica que el árbitro sacó fuera del área, cometió el penalti decisivo sobre Portu, tras un error monumental de su compañero de línea Yeray; fue expulsado y un par de minutos después rehabilitado tras la intervención del VAR, pero perdió la seguridad en sí mismo que había tenido en la primera parte. Cometió varios errores más, como el resto de los jugadores del Athletic, superados por la situación.

Al acabar el partido se comportó como un deportista ejemplar: subió al palco y se fundió en un abrazo con Jokin Aperribay, a quien dos años antes le había extendido un cheque por 32 millones de euros para comprar su libertad y fichar por el Athletic. Luego bajó al campo y felicitó, uno a uno, a quienes fueron sus compañeros de vestuario en la Real. Esos gestos rebajaron el encono de los aficionados realistas que le consideran un traidor por abandonar su club para fichar por el eterno rival, pese a los atenuantes de ser vizcaíno y del Athletic, como atestiguan diversas fotos infantiles vestido de rojo y blanco.

De hecho, Iñigo llegó a la Real por una cuestión lingüística. A los 13 años jugaba en el Aurrerá de Ondarroa, el equipo de su pueblo, y recibió llamadas de Lezama y de Zubieta, equidistantes de la localidad pesquera. Entrenó varios días en la factoría rojiblanca y también en la txuriurdin. Y tal como desvelaba en una entrevista a la revista Líbero, “en Ondarroa todo el mundo habla en euskera y, en ese momento, se me hacía difícil explicarme o decir determinadas cosas en castellano”. Y comentaba: “En Lezama había algún entrenador que hablaba euskera, pero la mayoría lo hacían en castellano. En la Real, en cambio, siempre se ha inculcado mucho el euskera y eso ayudaba a que me sintiera más cómodo. A esas edades era muy importante para mí y decidí quedarme en la Real”.

La “traición”, que se le achaca en San Sebastián hubiera quedado más atenuada en caso de haber fichado por cualquier otro equipo. Sucedió con Illarramendi cuando recaló en el Real Madrid, desde el que regresó sin problemas a Donostia, y pudo pasar con Iñigo, que podría estar jugando de azulgrana, porque Ernesto Valverde requirió su fichaje a la junta de Bartomeu. Ocurrió en agosto de 2017. La directiva del Barça no estaba dispuesta a abonar la cláusula de rescisión, pero la salida de Neymar alivió la tesorería y durante unos días se barajó la opción de llegar a un acuerdo con la Real para que el club azulgrana se ahorrara el IVA de una operación que finalmente no se llevó a cabo. El hecho de que Javier Mascherano hablara con el presidente al sentir que su posición podría verse amenazada, hizo recular a la directiva, tal como ratificó a este periódico una persona muy cercana a las negociaciones. El peso del jugador argentino en el vestuario sirvió más que la opinión del entrenador.

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El propio central del Athletic lo confirmó en una entrevista: “Hubo opciones serias, se torció de un día para otro y fue una pena. Era un gran salto, un buen sitio para ir, me llevaba el míster, Valverde, y eso era un plus”, apuntaba Martínez. “Era un reto saber si podía jugar con esa gente. Fue una pena, pero seguí centrado en lo mío, contento en la Real. Y llegó el Athletic. Cuando un club paga tanto por un jugador es porque te necesita”.

Iñigo es un futbolista con personalidad. Es difícil que en el choque frente al Barcelona le pese el penalti que cometió frente a la Real, o el de Grecia con la selección española, en partido de clasificación para el Mundial. El jugador del Athletic actuó en los tres encuentros oficiales de España en el último parón de selecciones. En el primero, contra los griegos, reemplazó en el descanso a Sergio Ramos; ante Georgia también salió en el comienzo de la segunda parte por Diego Llorente y jugó los 90 minutos en la cita con Kosovo.

Luis Enrique no le dio descanso pese a que tres días más tarde jugaba la final de Copa contra la Real, tal vez porque estaba poco castigado después de haber tenido que cumplir cuatro partidos de sanción por un leve cachete a Sergio León, que le había puesto un dedo en la cara, en el partido de Liga contra el Levante. “Con Iñigo se ha incurrido en una injusticia como hacía tiempo que yo no veía en el fútbol, dada la gravedad del hecho que él hizo comparado con el de muchos otros que hubo a lo largo de la competición”, le defendió Marcelino.

Contra el Barcelona, que pudo ser su equipo, estará de nuevo. Falta por conocer quién le acompañara en la defensa, después de que Yeray dejara el campo con molestias en la última cita liguera frente al Alavés.

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