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Dani: “Sin público no son finales, sino simulacros”

El último capitán del Athletic campeón de Copa rememora el título rojiblanco de 1984 y analiza las opciones del conjunto de Marcelino en la final ante el Barça

Dani levanta la Copa de 1984 ante Felipe González, el Príncipe, los Reyes y la infanta Cristina. EFE
Dani levanta la Copa de 1984 ante Felipe González, el Príncipe, los Reyes y la infanta Cristina. EFE
Jon Rivas

Daniel Ruiz Bazán (Sopuerta, Bizkaia, 69 años), fue el último capitán del Athletic que levantó una Copa del Rey. Lo hizo en 1984, frente al Barcelona de Maradona y Schuster, una semana después de ganar la Liga. Ahora espera que, tantos años después, haya una generación que le tome el relevo y sea Iker Muniain quien suba a recibir el trofeo.

Pregunta. Aunque el ambiente en Bilbao sea de cierto pesimismo…

Respuesta. A mí me gusta más este ambiente que el de la otra vez. El espíritu de un deportista siempre tiene que ser el de enfrentarse a una batalla difícil. Contra la Real había un ambiente de fiesta, de “esto está chupado”, y tal vez los jugadores se contagiaron. Ahora saben que va a ser muy complicado y que no se pueden confiar, porque el Barcelona es superior a la Real.

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P. A los futbolistas se les achaca que no compitieron.

R. Se me acerca la gente y me dice que no le echaron lo que había que echar, pero sí que le echaron. Una final es una lucha de 90 minutos muy especial que hay que saber digerir. Puede pasar de todo: errores, decisiones arbitrales, diversos factores. Y se vio que el equipo no era el que tenía que ser. Sí esperábamos una reacción de más garra cuando iban detrás, pero el fútbol fue plano y eso es lo que defraudó a la afición. Son cosas que pasan, pero no se puede decir que no lo dieron todo.

P. Ustedes, en 1984, no tenían psicólogo, pero sí a Natxo Biritxinaga, el masajista, que sabía cómo motivarles.

R. No sé ahora cómo se motivan, no estoy dentro, pero Natxo era un hombre especial, que en aquella final, en la que estábamos tensos antes de salir, se disfrazó de Eva Nasarre, con sus mallas, con peluca y la cara pintada, y de las risas que hicimos, nos relajó el ambiente.

P. ¿Y Javier Clemente?

R. Javi era un entrenador que nos trabajaba muy bien el aspecto psicológico. Es muy importante tener mentalidad ganadora.

P. ¿Cuál fue la fórmula de aquel equipo campeón? Decían que jugaban al patadón.

R. Lo del patadón lo dice el que no entiende de fútbol. Cada uno debe jugar a lo que sabe, y nosotros sabíamos jugar a lo que debíamos. De patadón, nada en absoluto. Aquellos pases largos que daba Goikoetxea desde el área con la zurda y los bajaba yo con el pecho, no eran patadones. Los ensayábamos día tras día. Goiko tenía un toque excelente y las ponía donde yo quería. ¿Eso es patadón? Es muy bonito tocarla desde atrás, pero de ahí a que haya efectividad va un mundo.

P. ¿No le gusta?

R. Para poderla tocar como el Barça de Guardiola hace falta tener luego jugadores resolutivos como tenía. Si no, no sirve de nada. Como no se trata de dar un pelotazo a donde caiga. Nosotros no teníamos superfiguras, pero desde luego, tuercebotas tampoco. Que estaban Sarabia, Argote, dos artistas, o Goiko. Dos ligas no se ganan por suerte.

P. ¿Qué diferencias percibe entre el fútbol de entonces y el de ahora?

R. Yo ahora veo un partido y pueden estar toda una parte sin disparar a puerta. No recuerdo ningún partido mío sin disparar cinco o seis veces. En nuestros tiempos, el público se divertía, el fútbol ha cambiado.

P. ¿De qué se acuerda de aquella final de 1984 contra el Barcelona?

R. Tengo flashes, no de muchas cosas. Sobre todo del ambiente, de las gradas llenas de seguidores del Athletic, animando desde el principio hasta el final. Por eso veo que ahora jugamos dos finales, y la afición no puede estar y me entristece. Algo único y que el campo esté vacío, que los jugadores no sientan ese orgullo de tener a la gente cerca, de ver las gradas y emocionarte de pensar que han viajado para seguirte.

P. Las finales sin público no son lo mismo, ¿verdad?

R. Ese es uno de los motivos por el que no fui a La Cartuja. Me invitó el club y se lo agradezco, pero no quise ir. Cuando me lo comentaron, preferí verlo en casa. Esto no son finales, sino simulacros.

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