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Pogacar recorta con Roglic

Vence en la llegada en alto a su compatriota y se lleva la bonificación, que le deja a 20 segundos

Itzulia
Tadej Pogacar celebra su victoria en la meta de Ermualde, en la tercera etapa de la Itzulia.David Aguilar (EFE)
Jon Rivas

La Itzulia se cuenta a cámara lenta, aunque la carrera discurra a toda velocidad, la que le pone la pareja Roglic-Pogacar, o viceversa, que si Eslovenia fuera España y los años veinte del nuevo milenio viajaran en el tiempo a los cincuenta del franquismo serían el remedo de las luchas entre Bahamontes y Loroño, o diez años atrás en Italia, las de Coppi y Bartali, antagonistas en la carretera y en la pasión del público. Fotograma a fotograma, los dos kilómetros finales de la etapa, que culminan en Ermualde, a poca distancia del centro de Llodio, donde Wilco Kelderman y Michael Woods tropiezan en una curva y pierden sus opciones, se desarrollan veloces aunque parezca lo contrario, porque la película de la etapa, que se escribe siempre cada diez o cada veinte kilómetros, pasa a redactarse de metro en metro.

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Todo empieza a 2,5 kilómetros, cuando Pogacar ya no puede seguir atado a la disciplina de un pelotón paciente, y acelera, en la zona de sombra, con el 17% de pendiente. Reacciona Roglic, quién si no, y se pega a su rueda. Ya no queda casi nadie en el grupo, sólo los más fuertes, y aquellos que algún día fueron aspirantes a ganar la Itzulia, pero ahora se sienten impotentes con esos monstruos que tragan todo lo que les echan, y salen a ganar cualquier carrera. Ya nadie sale a preparar la siguiente. La que cuenta es la que está en juego. A 2,4 kms. Es Carapaz, desdichado el día anterior en La Asturiana, caído en una curva cuesta arriba, quien aparece por la cabeza. Agacha la testuz y acelera sin mirar atrás. El GPS indica que la pendiente es ya del 20%, pero nadie cede.

Cuando el ciclista ecuatoriano desiste, vuelven los eslovenos. Otra vez lo intenta Pogacar, una vez más Roglic se pega a su rueda trasera con cemento. Restan dos kilómetros para la meta, para el rodillo, el masaje y el descanso. Se miran, bajan el pedaleo y por detrás, haciendo un supremo esfuerzo aparecen los aspirantes: Yates, Gaudu y Mikel Landa, que se entrena a menudo por esas carreteras; que se las conoce al dedillo y sabe dónde apretar, dónde ceder. Pero al francés, al vasco y al británico no les dejan respirar ni un segundo. Intentan coger la rueda, pero se les escapa de las manos como si estuviera enjabonada. Otra vez Pogacar, queda kilómetro y medio. ¿Quién le sigue? Roglic, claro está, no hay otra respuesta.

Marcan las indicaciones que restan 1.100 metros para la pancarta y entonces acelera Roglic por primera vez. Los dos eslovenos descuelgan a sus acompañantes y parece que el líder guardaba fuerzas para algo más. Noticia: por detrás aparece también Alejandro Valverde, que ha regulado en la ascensión, como siempre, sin cebarse ni gastar fuerzas innecesarias, pero la victoria ya está lejos para los teloneros, porque los actores principales ya se la están disputando. En el sprint entre el joven y el menos joven, gana el vencedor del Tour, que con su presencia da brillo a la Itzulia, y más si se sube al podio. Roglic sigue líder, pero ahora Pogacar es segundo, a sólo 20s. NcNulty, que no perdió mucho, es tercero a medio minuto, y luego Yates a 39s y quinto el eterno Valverde a 50. En el ecuador de la carrera, los colores de Eslovenia siguen con el brillo del inicio, o más todavía.

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