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ALIENACIÓN INDEBIDA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Solo Dios sabe

Ahí estaba Joan Laporta para recordarnos que este sigue siendo un club en el que la lógica adoración por la figura de Johan Cruyff se ve obligada a convivir con un rencor irracional

Rafa Cabeleira
Laporta toma posesión del cargo de presidente en el Camp Nou.
Laporta toma posesión del cargo de presidente en el Camp Nou.FCB (Europa Press)

Como no podía ser de otra manera, Joan Laporta comenzó su discurso de investidura hablando de un dios por boca de otro. Él, máximo responsable de juntar en el tiempo a la Santísima Trinidad blaugrana para que L’Equipe hiciera fortuna con una portada para la historia, abrió fuego con una frase que el propio Johan Cruyff pronunció el día de su penúltimo homenaje en el Camp Nou: “solo Dios sabe lo que ha costado llegar aquí”. Quienes lo conocieron bien suelen comentar la solidez de sus convicciones religiosas así que, al menos por esta vez, deberíamos convenir que Cruyff no se refería a sí mismo, sino a una instancia superior.

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A falta de un divino notario, Laporta contó ayer con el apoyo de un buen número de testigos que podrían acreditar, con cicatrices, la crudeza de los años vividos. Las luce orgullosa Elena Fort, por ejemplo, que se fundió con el nuevo presidente en el abrazo más largo y emotivo de la tarde. A la próxima responsable del área social se le va la vista al cielo a cada poco, seguramente porque es ahí donde los seres humanos solemos adivinar las ausencias, creamos o no en paraísos. Acuciada por la famosa demanda de responsabilidad y con dos niños pequeños, Elena tuvo que afrontar un adiós prematuro, clavar los tacones al suelo y tirar de coraje para superar una tormenta perfecta que barrería del mapa a cualquiera. “Nos genera respeto, pero no nos asusta”, dijo Laporta refiriéndose a la situación económica del club. Y no había más que ver a Fort, radiante y con un blusón rojo que puso la nota de color entre tanto traje oscuro, para entender que muchos de ellos han transitado por demasiados infiernos como para espantarse ahora ante un nuevo demonio.

Dijo Laporta otra cosa muy importante -más bien la deslizó-, especialmente atinada para no perder la perspectiva sobre el retrato institucional que simula la unidad imposible de todo el barcelonismo: “los que sois cruyffistas lo sabéis”, ahí es nada. Desde la grada lo escucharon Sandro Rosell y Josep María Bartomeu, dos expresidentes que hicieron bandera del desprecio hacia el holandés y todo cuanto representaba. Ahí está la hemeroteca para recordarles frases tan memorables como la de “votar sí a la moción de censura contra Laporta es votar no a Cruyff”. Y ahí estaba ayer el propio Laporta para recordarnos que este sigue siendo un club en el que la lógica adoración por la figura del Flaco se ve obligada a convivir con un rencor irracional, enfermizo y hasta peligroso contra su legado, sobre todo cuando se articula desde altavoces tan poderosos como los que abundan en la Ciudad Condal.

El pasado lunes, al día siguiente de conocerse los resultados, un socio veterano se acercó a la mesa donde comían algunos periodistas que siguen el día a día del club y les dijo: “este tío nos echará a la ruina”. Es posible que el nuevo Laporta evite la confrontación directa con otras facciones, incluso que intente suturar algunas viejas heridas, pero lo que no posee, casi con toda seguridad, es la cura para la ceguera: de milagros solo dios sabe y, en su ausencia, habrá que preguntar al que le llevaba las cuentas sobre lo mucho que cuesta cada conquista en este club felizmente balcanizado.

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