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fc barcelona
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ganas de volver a veros

La clasificación del Barcelona para la final de La Cartuja, más allá de la alegría evidente para cualquier culé, es una mala noticia para las opciones electorales de Víctor Font

Jordi Alba acude a celebrar con sus compañeros la victoria del Barcelona.
Jordi Alba acude a celebrar con sus compañeros la victoria del Barcelona.JOSEP LAGO (AFP)
Rafa Cabeleira

El partido de este miércoles dejó una imagen que el próximo domingo podría ser histórica: la de Víctor Font y Toni Freixa sacando fotos desde un palco de autoridades en el que Joan Laporta, cómodamente instalado, los observa con esa mezcla de ternura y divertimento que el veterano abonado suele dedicar a los turistas cuando advierte su asombro primerizo ante la majestuosidad del Camp Nou. Abajo, sobre el terreno de juego, un equipo tan inmaduro como vibrante volvió a conquistar el corazón de unos aficionados con demasiados disgustos acumulados en los últimos tiempos, principalmente en el plano deportivo pero también en el institucional. Josep Maria Bartomeu se convirtió, esta misma semana, en el tercer presidente del club que pasa la noche en los calabozos de una comisaría y eso, más allá de lo que determinen los tribunales, es lo último que un socio espera de aquel en quien depositó, orgullosamente, su confianza.

Será la décima final de Copa para el equipo azulgrana en los últimos doce años y, sin embargo, podría parecer la primera. Ver a Messi dando saltos al final del partido, como ese juvenil que por fin intuye la gloria a su alcance, debería bastar para remarcar la importancia de lo conseguido frente al Sevilla de Lopetegui. El técnico vasco, que comenzó la competición quejándose de las instalaciones de equipos tan humildes como el Linares, se despidió de ella como el más pequeño de todos los participantes, con su equipo achicado sobre el área propia y el mal perder de quien no está dispuesto a conjugar ni la más mínima autocrítica. De eso se encargarán sus propios jugadores, a quienes ayer degradó con un planteamiento tan minúsculo que dejó bien a las claras su verdadera opinión sobre ellos, algo así como un chicos, no sois tan buenos como os creéis.

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El contraste lo puso un Ronald Koeman que va sorteando lagunas a zapatazos, como en sus mejores años de futbolista. El suyo es un equipo de entreguerras, con una serie de futbolistas que se están yendo y otros que todavía están llegando. Alguno de estos últimos, como es el caso de Dembélé, ya se encuentra en la recta final de su primer contrato, pero al holandés corresponde todo el mérito de haber reseteado su espeluznante hoja de servicios anterior, situarlo de nuevo en la casilla de salida y dibujar un futuro en el que, ahora sí, cualquiera es capaz de imaginarlo compartiendo éxitos con los Sergiño Dest, Araújo, De Jong, Pedri, Ilaix Moriba, Trincao o Ansu Fati. Le queda un largo camino por recorrer a un conjunto que se dejó llevar a los infiernos en una mezcla de indolencia y malas planificaciones, pero que ya empieza a dejar destellos de cierta grandeza.

La clasificación para la final de La Cartuja, más allá de la alegría evidente para cualquier barcelonista, es una mala noticia para las opciones electorales de Font, que enredó demasiado pronto con el futuro de Koeman y ahora se topará con la ilusión renovada del barcelonismo sospechando de sus intenciones. Toni Freixa, por su parte, podrá seguir enarbolando la bandera del continuismo y la herencia recibida, aunque ello conlleve asumir una cuota de escándalos y decepciones que no auguran grandes réditos. Por esto y por muchas cosas más, el gran vencedor de la noche podría ser un Joan Laporta que se sabía favorito antes de llegar al estadio y se marchó a casa sintiéndose presidente, quién sabe si aprovechando el trayecto en coche para dejar en los teléfonos de Piqué, Busquets o Messi el mismo mensaje con el que arrancó la campaña: “Ganas de volver a veros”. Le pueden sobrar hasta los emoticonos.

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