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Ana Peleteiro cambia feliz oro por plata

Tras un año muy complicado, la triplista gallega vuelve al podio con un gran sexto salto de 14,52m y se queda a solo dos centímetros del oro, que ya consiguió hace dos años

Carlos Arribas
Peleteiro, feliz con su medalla de plata.
Peleteiro, feliz con su medalla de plata.ALEKSANDRA SZMIGIEL (Reuters)

Jorge Ureña y Ana Peleteiro, oro en los Europeos de Atletismo de Glasgow hace dos años, salieron de plata de Torun (Polonia), lo que, dado el terremoto que han sufrido las costumbres, las rutinas y la humanidad en el año largo de la pandemia, está mejor que bien. Su rutina de trabajo, sus dudas, su soledad, han sido diferentes, pero eso no ha alterado su ADN de campeones, de competidores natos. Como Ureña, que, saliendo de una lesión reciente, solo cedió ante el intocable Kevin Mayer en heptatlón; como Peleteiro, que dos años más tarde planta cara a todas y compite como nunca en triple salto.

Con el oro de Husillos en 400m la víspera, y con los bronces de Jesús Gómez en el 1.500 el viernes y el de Adel Mechaal en los 3.000m del domingo —junto a Mohamed Katir actuó de escolta en la marcha triunfal de la coronación doble del soberbio Jakob Ingebrigtsen—, el atletismo español se va de Torun con cinco medallas (décima en el medallero liderado por Países Bajos). Hay que sumar, además, los cuartos puestos importantes de los recién llegados Katir (3.000m) y Asier Martínez (60m vallas) y de la perseverante Marta Pérez en 1.500m; el quinto de Esther Guerrero en los 1.500m y los séptimos de Belén Toimil —récord de España en lanzamiento de peso—, y Fátima Diame en longitud, y el octavo de Lucía Rodríguez en 3.000m. Con los ocho finalistas, España asciende al quinto puesto en el ránking y descubre a una nueva generación de atletas, sobre todo las mujeres del medio fondo, que compiten como los juveniles, al asalto siempre, sin miedo a fallar.

La gallega Ana Peleteiro se considera africana de sangre, sin más, pero seguramente sabe que su alma es cubana. Por lo menos, compite como una cubana, como su entrenador Iván Pedroso, que era especialista en dar siempre la estocada en el sexto salto, el último, cuando los rivales (Yago Lamela, entonces) ya empezaban a pensar en su botín. Así compitió Peleteiro en el triple salto en Torun. Quedaba un intento y su mejor marca hasta el momento, 14,34m, solo le permitía ser cuarta. El oro estaba en los 14,53m con los que Patricia Mamona acababa de batir el récord de Portugal. La plata, un centímetro más abajo, en los 14,52m de la alemana Neele Eckhardt.

Peleteiro no está en una forma tan brillante como hace dos años, cuando saltó 14,73m en Glasgow, pero está mejor que esos 14,34m. De eso está seguro Pedroso, que piensa que algo se le está escapando. Y solo en el quinto salto, explica por teléfono desde Torun el cubano, se da cuenta, se da un golpe en la frente por tonto y le vocea a la atleta: “Lo hemos estado haciendo mal, tienes que meter el pie de otra manera, así, dale intensidad y vamos pallá”. Donde no llega la forma llegan la técnica y llega el coraje, y llega Peleteiro, que en su último salto llega a 14,52m, dos centímetros corta para el oro pero suficientes para la plata, pues su segundo salto es más largo que el segundo de la alemana a la que empata. “No me voy como si hubiera perdido”, dijo la gallega. “Luché hasta el final y conseguí la mejor marca del año pese a haber estado lesionada bastante tiempo. Demostré que soy muy buena competidora, y, encima, mi entrenador está muy contento conmigo. El verano será mejor, seguro”, celebró.

“Lo importante, y por eso estamos supercontentos, es que lo sacó”, dice Pedroso. “Y yo siempre confié en que lo sacaría”.

El cortejo español del rey Jakob

Unos últimos 1.000m en 2m 21,51s le bastaron a Jakob Ingebrigtsen para ganar los 3.000m (7m 48,20s), su cuarta carrera en cuatro días, su segunda final, su segundo oro, y cumplir con su objetivo de Torun de salir como el más premiado de todos. En la carrera, como en los 1.500m, los atletas españoles no pudieron sino ser sus guardias de corps, una escolta que persiguió por la pista al noruego de 20 años con la esperanza de poderle superar en los últimos metros. Más valiente en los 3.000m fue el debutante Katir, que se pegó como una lapa cuando cambió el noruego y no pudo evitar despegarse, ya agotado, con el último cambio del jovencito. Su agotamiento lo aprovecharon dos veteranos expertos, el belga Isaac Kimeli, un realista que salió solo pensando en ser segundo (”y en la carrera iba rezando para que, por favor, el noruego bajara el ritmo, y segundo acabó, y el catalán residente en Estambul Adel Mechaal (donde recibe los entrenamientos que le programa Antonio Serrano), quien con los pies en la tierra ahorró todas sus fuerzas para superar a Katir en la última recta y conseguir, así, su segunda medalla en un Europeo indoor, un bronce tras el oro de 2017.

¿Agradeció Ingebrigtsen su trabajo a sus escoltas? Más bien no. La misma ironía que usó su hermano Henrik en las redes para llamar cobarde al polaco Marcin Lewandowski (el del oro de ida y vuelta con la descalificación-recalificación del joven noruego) por borrarse de los 3.000m a los que se había apuntado (“¿asustado de @jakobing?”) la utilizó Jakob en la zona mixta cuando comentó, “me ha sorprendido que mis rivales me dejaran ir a mi aire, sin interrumpirme”, recordando que su descalificación frustrada de los 1.500m se debió a que él intentó apartar a un rival que iba delante y le cerraba el paso. “Mañana mismo volveré a los entrenamientos”, anunció. “Creo que puedo ser aún mejor. Siempre quiero ser el mejor y el más rápido, y en Tokio aspiro a ganar los 1.500m”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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