Pep Guardiola, un entrenador de cine

El fútbol y el cine tienen muchos puntos en común. Antes, el cine solo se veía en los cines, igual que el fútbol solo se veía en los estadios. El fútbol hace ya mucho tiempo que vive del público que lo ve por televisión; el cine está siguiendo ese camino. En ambos negocios, la parte empresarial-financiera tiene cada vez más peso: Netflix está cambiando la industria del cine de la misma manera que los Abramovich, Catar y Emiratos están cambiando el mundo del fútbol.

Hubo una época en la que en el cine mandaban los directores. Uno iba a ver la última de Hitchcock, Fellini, Pasolini, Coppola, Kubrick, Woody Allen, Buñuel, Almodóvar, según los gustos. En el fútbol, los directores son los entrenadores: el Inter de HH (Helenio Herrera), el Forest de Brian Clough, el Ajax de Rinus Michels, el United de Ferguson…

Pero tanto en el cine como en el fútbol, lo que más ha atraído a la gente son los artistas, los jugadores. En tiempos pretéritos se iba a ver a Clark Gable, a Bette Davis, a Greta Garbo, a Charlot, a Sofía Loren… En el fútbol siempre estarán en la historia el Santos de Pelé, la Argentina de Maradona, la Alemania de Beckenbauer o el Barça de Messi.

El cine también se ha clasificado por tendencias genéricas que sobrepasan al individuo, desde la Edad Dorada de Hollywood a la Nouvelle Vague francesa o el Neorrealismo italiano. Curiosamente, esas clasificaciones que van más allá del individuo han sido muy habituales en el fútbol español, desde el Barcelona de las Cinco Copas al Madrid Ye-Yé, el Zaragoza de los Cinco Magníficos, el Español de los Delfines, la Quinta del Buitre, el Dream Team, los Galácticos o la España del tiki-taka. También se ha dado fuera: por ejemplo, la Naranja Mecánica.

Hay muchos actores famosos que han dirigido películas, pero no son tantos los que han logrado triunfar en las dos facetas: Charlie Chaplin, Orson Welles, Woody Allen, Clint Eastwood… Lo mismo pasa en el fútbol, donde los mejores entrenadores no suelen haber sido grandes jugadores. Hay, sin embargo, notables excepciones. La más obvia, Johan Cruyff. Las más actuales, Zinedine Zidane y Josep Guardiola.

Guardiola, que no tuvo como jugador la altura de Zidane, tiene más vuelo que el francés como entrenador y ha dejado su marca allá por donde ha pasado. Messi es la seña de identidad del Barça moderno, pero el mejor Barça de Messi ha sido el de Guardiola. El Bayern gana igual con o sin Pep, pero su paso por Múnich ha dejado huella. Y en el Manchester City, mucho más que huella.

El City es uno de esos equipos mediocres a los que el dinero a chorro ha puesto en primera fila, como el Chelsea o el PSG. Tiene una plantilla tan increíble que puede hacer cinco o seis cambios de un partido a otro y uno no tiene claro cuándo jugaron los titulares y cuándo los suplentes. Pero otros han gastado también mucho dinero y no han sabido construir un equipo como el City de Pep.

Guardiola se supera a sí mismo. Con su victoria del sábado ante el West Ham (2-1), el City ha conseguido 20 victorias consecutivas en todas las competiciones, nuevo récord inglés. En realidad, batiéndose a sí mismo porque ya en 2017 logró 20 victorias, pero una de ellas fue gracias a la tanda de penaltis en un partido de la Copa de la Liga y no todo el mundo reconocía esa marca.

En diciembre, el City languidecía noveno en la clasificación de la Premier y sus hinchas se preguntaban si se había acabado el ciclo de Pep. El sábado se acostaron con 13 puntos de ventaja en la Premier y lo que se preguntan es si su equipo logrará lo que nunca ha conseguido nadie en Inglaterra, ni siquiera el United: el cuádruple de Liga, Copa, Copa de la Liga y Champions. Cuentan para ello con una plantilla de lujo y un entrenador de cine.