El Barcelona devora la Copa del Rey
El conjunto azulgrana logra su 26ª corona tras arrasar al Madrid con un voraz inicio de partido (73-88). Cory Higgins, ‘mvp’ de la primera conquista del proyecto de Mirotic y Jasikevicius
El Barcelona conquistó su 26ª Copa del Rey, la tercera en los últimos cuatro años, tras superar al Madrid en la final con un demoledor inicio de partido en el que alcanzó 24 puntos de ventaja. El potencial y el vigor físico azulgrana se llevaron por delante en ese tramo a un rival desajustado por los achaques y las bajas. Después, los blancos estiraron con orgullo la abdicación del trono copero, pero el Barça permaneció firme hasta alzar el trofeo con el we are the champions resonando en el eco del WiZink Center. El lujoso proyecto culé, cimentado en 2019 y culminado el pasado verano con los fichajes de Sarunas Jasikevicius y Nick Calathes, logra su primera conquista. Cory Higgings (mvp de la final), Roland Smits y el propio Calathes redondearon a lo grande la primera Copa de Nikola Mirotic como azulgrana. Un título ganado con ambición y celebrado con hambre. El Barça devoró la Copa en Madrid.
Hubo un tiempo en el que los dos grandes del baloncesto español —que se han repartido 53 de las 64 ligas disputadas (83%)— bajaban la guardia en el torneo copero. Pero, desde 2009, no dejan que nadie que no sean ellos toque el trofeo. Por voracidad, heráldica o necesidades acuciantes, según el caso, Barça y Madrid han convertido la Copa en territorio de rearme. En 2012 sirvió a Laso para ganar credibilidad y recorrido, en el Sant Jordi llegó el primer título de su currículo. En 2015 el trofeo apuntaló un proyecto que quedó tocado tras las duras derrotas del curso anterior. Y, en 2018 y 2019, los títulos in extremis de Pesic permitieron al Barça contener la crecida del palmarés madridista. Nunca sobraba una Copa que echarse al zurrón. Más de una década sin concesiones. Y con esa ambición ambos contendientes se lanzaron a disputar la primera pelea por el trono a puerta cerrada. Buscaba Laso extender su dinastía. Luchaban Mirotic y Jasikevicius por inaugurar sus vitrinas como azulgrana. Y la voracidad se impuso a la veteranía.
Presentó el técnico lituano a su quinteto de gala (a excepción de Pustovyi por Davies) y movió ficha Laso con una alineación adaptada al rival y a las circunstancias (con la baja de última hora de Rudy, que se unía a las de Randolph y Taylor). Se guardó a Tavares, desplazó a Deck al cuatro para sujetar a Mirotic y dio carrete a Abalde, que apenas sumaba seis minutos de media en cuartos y semifinales. El ajedrez dio paso al baloncesto. Y, a la primera embestida, se descubrió la diferencia entre un equipo pétreo y otro achacoso, descabalado por la acumulación de problemas. El Madrid además estuvo fallón en la puesta en escena (2 de 9 en tiros de campo en los primeros siete minutos) y el Barça aprovechó para coger carrerilla en el juego y el marcador. Los blancos comenzaron perdiendo el paso, pero acabaron descabalgando. Apenas hubo final.
Con Smits como protagonista inopinado, el conjunto de Jasikevicius marcó rápidamente territorio y distancia. El banquillo azulgrana celebró la primera falta pitada a Tavares como si de un gol se tratara y al Madrid se le desataron todas las dudas. La defensa del Barça en ese tramo fue una manada voraz que se comió a su rival en el primer cuarto (9-20, m. 9). Las piernas de Alocén permitieron al conjunto de Laso airear la claustrofobia durante unos instantes, pero Jasikevicius apretó de nuevo las tuercas, llegó la segunda personal de Tavares y los guarismos crecieron aún más para el Barça. La marcha de Mirotic al vestuario, para ser tratado de un golpe en el costado, fue el único contratiempo para los azulgrana.
Ni los problemas de su estrella trastocaron el plan del Barça. Al Madrid se le acumularon las vías de agua en defensa, Laso no dio con la mezcla de su quinteto y la final se convirtió en un suplicio para los blancos ante un rival más duro, intenso y acertado. El Barça no concedió un milímetro en ninguna tabla del parquet, controló el ritmo del juego y el rebote. Davies, Mirotic y Smits camparon a sus anchas. El equipo de Jasikevicius se convirtió en una turbina de manos rápidas y presión asfixiante, mientras los de Laso penaban entre pérdidas de balón y tiros forzados (29-52, m. 19). “El acierto es importante y lo primero que tenemos que hacer es intentar meter alguna canasta”, analizó Laso en el entreacto ante los pobres porcentajes de tiro de los suyos (2 de 12 en triples y 9 de 20 en tiros de dos).
Antes de que el Madrid pudiera tantear el propósito de enmienda, Higgins elevó la renta azulgrana a un +24 (31-55, m. 21). Y, en ese instante, Laso puso en marcha el plan de emergencias, con Garuba presionando a toda pista a Calathes y Westermann en la subida de balón. Mordió el Madrid parte de la desventaja con un parcial de 9-0. Pero, entre Abrines y Higgings sofocaron el primer arrebato rival (del 40-55 al 40-61). Se desfondó Garuba en su misión mientras su equipo tanteaba sin éxito el género épico. En ese tramo, la sístole y diástole de la ventaja azulgrana se convirtió en un quiero y no puedo del Madrid, que pagaba sus esfuerzos defensivos con el desenfoque en ataque (del 50-63 al 50-69, m. 30). Calathes acabó con tantas asistencias (9) como todo el Madrid al completo. Carroll se quedó sin anotar y Higgins alcanzó los 20 puntos. Los de Laso no encontraron rendijas en el muro azulgrana. La Copa era del Barça.
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