Gatillazo del Madrid ante el Alcoyano
Un heroico conjunto de Segunda B, con diez en el tramo final, desnuda en la prórroga a su ilustre rival, que ni con los suplentes primero ni con los titulares después le pudo derrotar
El Alcoyano, un conjunto que hace solo seis meses habitaba en Tercera División, sonrojó al Madrid en la Copa en una noche que abrió en la casa blanca una crisis de dimensiones filoménicas. Ni Hazard, ni Benzema, ni Kroos, ni Casemiro, ni Asensio, ni Marcelo, ni toda su ilustre nómina de futbolistas pudieron sacar al equipo del callejón tenebroso en el que se fue metiendo con el paso de los minutos. Otra vez la Copa, como en 2009 ante el Alcorcón o un año antes frente al Real Unión de Irún, volvió a dejar una jornada muy dura para Zidane y los suyos. El Alcoyano, el equipo modesto con la mejor leyenda de España a cuenta de su moral, se anotó con un hombre menos una gesta para los restos, como cuando acabó la Liga de 1947 por encima del Madrid.
De principio a fin, los blancos evidenciaron la pobreza de su producción ofensiva. Ni con los suplentes primero ni con su delantera fetén (Benzema-Asensio-Hazard) durante la prórroga fueron capaces de vencer la resistencia de su rival. Enfrente siempre se encontraron a un héroe cuarentón, José Juan, un gato bajo palos. Fue la noche de su vida. Él simbolizó la proeza de una escuadra, con diez en los minutos finales, que tocó cumbre en su historia casi centenaria.
Tras semanas al sol del invierno, en el Madrid llegó la hora de la unidad b, c y hasta d. De Lunin, Odriozola, Militão, Marcelo, Valverde, Isco, Vinicius, Mariano y del canterano Chust. De ninguno a casi todos para enfrentarse a un Segunda B. Solo faltó Odegaard, que ya le dijo a Zidane que se cansó de esperar. Pero la apuesta resultó un enorme fiasco. También la posterior cuando comparecieron los preferentes del técnico desplazados a El Collao.
En Alcoy, a los menos habituales les esperó de inicio la misma misión ofensiva que cada fin de semana tanto le cuesta a los titulares: abrir vías en un sistema defensivo denso y de filas prietas. A la cabeza se puso Isco desde el primer minuto, voluntarioso en cada arranque. Y lo intentó también Casemiro con otra modalidad menos virguera, un par de pases largos para aliviar la estrechez del campo. Los resultados, sin embargo, fueron escasos. Hasta el cabezazo letal de Militão con el descanso encima, en el listado de oportunidades relevantes apenas figuraba un tiro bien ajustado de Valverde y algunas aproximaciones sin éxito.
Los expertos en el tercer escalón del fútbol español advirtieron en la previa del espíritu gregario del Alcoyano, del duelo hosco que le esperaba al Madrid y los vaticinios se ajustaron a la realidad. José Juan, el abuelo de la competición a sus 41 años, veía de cerca a los blancos, pero tardó en sufrir grandes sustos. Vinicius no amenazaba lo suficiente por la izquierda y la habitual insistencia de Odriozola por la derecha no surtía efectos.
El ejercicio de paciencia se acercaba al intermedio con un inquietante empate, con un Madrid declinante, cuando Militão, que lo había intentado un rato antes de cabeza, cazó un balón aéreo que alivió a los blancos. El Alcoyano, sin excesivos padecimientos hasta entonces, se agrietó en un centro muy frontal de Marcelo.
El tanto no varió el paisaje a la vuelta de los vestuarios. Los blancos tocaban y tocaban, aunque les costaba un mundo hostigar a José Juan. Vistas las dificultades, Mariano y Lucas Vázquez se aventuraron desde lejos. El disparo del gallego sí exigió una buena estirada de su paisano, conocido en sus orígenes como Josiño, en los tiempos en los que llegó a debutar de forma episódica en Primera con el Celta. En la otra área, el inicio de la segunda parte fue el momento de testar por primera vez a Lunin. El ucranio sacó un puño blando en un córner y más tarde se mostró indeciso en un balón dentro del área. El guardameta del Alcoyano se crecía; el del Madrid dudaba. La trama de terror para los blancos iba dejando cada vez más señales.
Nadie en el cuadro visitante fue capaz de cerrar un duelo que se aproximaba a la zona trampa de los últimos minutos con el marcador abierto, el escenario deseado para la moral del Alcoyano. Lo intentó Zizou llamando a filas a Benzema, pero lo que ocurrió fue que el plan local cantó el primer bingo a falta de diez minutos. Ya habían advertido los locales del peligro por arriba y, en un córner, Solbes aprovechó una peinada en el primer palo y el descuido en la marca de Vinicius, que dos minutos antes había fallado ante el portero, para apuntillar a Lunin. La falta de tino ofensivo había empujado de nuevo a los blancos a un callejón peligroso.
La igualada aceleró a la desesperada el ritmo del Madrid. Un cabezazo de Lucas Vázquez exigió de lo lindo a José Juan y Militão reclamó penalti por una patada de Ángel López. A las bravas, el Madrid empujaba para huir del sonrojo y con la prórroga aparecieron Asensio, Hazard y Kroos. Más madera para activar una locomotora que se estaba gripando.
El Madrid tenía sobre el césped al plan A de su ataque, la delantera perfecta a ojos de Zidane, pero las ocasiones no caían a chorros, ni mucho menos. Resistía el Alcoyano a pesar de la expulsión de Ramón López en el minuto 110. José Juan había vuelto a sacar una mano tremenda a un tiro de Asensio. Llegados a este punto, el partido había tejido el argumento perfecto para el gran golpe. Y este llegó en el 115, en una contra rematada por Juanan que no supo ni cómo celebrarlo mientras Zidane sonreía perplejo. La cima de todos los siglos para unos jugadores de pico y pala de Segunda B. Un sonrojo para su aquilatado rival. El Alcoyano se quedó para siempre en la historia del Madrid.
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