El cuaderno de Eduardo Coudet
El técnico del Celta le ha dado la vuelta al equipo en apenas un mes con un estilo más agresivo y valiente
“He visto cosas buenas”, confió Eduardo Chacho Coudet (Buenos Aires, 46 años) tras su estreno como técnico en LaLiga, al frente del Celta. Jamás lo hubiera soñado así, sentado en un graderío vacío por la pandemia. El entrenador que 10 días antes dirigía al Internacional de Porto Alegre, líder en la liga brasileña, y enfocaba una eliminatoria contra Boca Juniors en la Copa Libertadores, estaba lejos del banquillo porque un panel de expertos de la UEFA que debía decidir si tenía cualificación para entrenar en el continente no se había pronunciado. Cuando lo hizo, Coudet se aprestó a conducir al equipo que cerraba la tabla de la liga española. Ha pasado un mes desde entonces, tiempo en el que el Celta jugó seis partidos, ganó cinco y empató el otro. Ahora inicia el año con una visita al Real Madrid, el único equipo del campeonato que mantiene una racha semejante.
“Energía, ganas, ilusión. Sus palabras nos llegan”, le define Iago Aspas. “Lo primero que nos dijo es que debíamos sonreír”, recuerda el capitán, Hugo Mallo. “Nos pide que seamos valientes con la pelota y agresivos sin ella”, constata Nolito. En un club acomodado en la opacidad, las referencias internas sobre Coudet llegan con cuentagotas.
El Coudet entrenador hace camino para alejar la imagen que se tiene del Coudet jugador, un futbolista de entidad, pero que destilaba histrionismo, el mismo que una vez se puso al volante del autocar de su equipo para dar una vuelta con los compañeros, el que todavía, ya en el banquillo, sigue con las cábalas: viste de negro y lleva siempre una bufanda al cuello. Lo asumió desde que en diciembre de 2014 se hizo cargo de Rosario Central, un destino en el que había triunfado como futbolista, pero en el que tuvo que desmentir preconceptos. “Entiendo que genere desconfianza que el mismo que se pintaba la cabeza sea ahora el que dirige al equipo”, deslizó. Sobre el césped del Gigante de Arroyito, el feudo de Central, había visto amanecer por cumplir una promesa tras remontar una final continental frente al Atlético Mineiro. Tenía 21 años. Con 27, y después de dar tres vueltas olímpicas con River Plate, llegó al Celta con la misión de suplir a Valery Karpin. Se marchó a los cinco meses, casi inédito, sin paciencia para entenderse con Lotina.
El regreso fue inopinado. El Celta apuntó a Marcelino García Toral, que asegura que ahora su prioridad es probarse fuera de España. Coudet buscaba justo lo contrario. “Es difícil entender que salgas de un equipo cuando marchas líder”, confesó al llegar a Vigo. Pero en Porto Alegre tenía diferencias con los directivos, y entonces llegó el reto europeo. Se había preparado. En los casi cuatro años que transcurrieron desde que colgó las botas hasta que se sentó en el banquillo de Central, se dedicó a tomar referencias. Jorge Sampaoli fue una de ellas, también Muñeco Gallardo, pero sobre todas emerge la figura de Manuel Pellegrini, que le dirigió en River Plate cuando llegó herido de su primera y efímera estancia en Vigo. El ahora técnico del Betis le recomendó que se comprase un cuaderno y dibujase allí todas las ideas tácticas que le venían a la cabeza.
Sobre esas bases edifica un estilo Coudet, que fue campeón en Racing, detalle nada menor en un entorno apasionado que apenas ha festejado tres campeonatos en algo más de medio siglo. En La Academia trataron de trazar paralelismos entre él y Diego Simeone, reconocido hincha racinguista que hizo allí el tránsito de jugador a entrenador. Coudet se reconoce en el Cholo en aspectos que tienen que ver más con lo emotivo que con lo futbolístico, pero él siempre miró más a Guardiola. “Aunque hay que tener futbolistas para jugar como lo hace él”, apunta.
Coudet es un pragmático que en el último partido contra el Huesca acabó con tres centrales cuando el rival le pobló el área, pero que imagina el fútbol desde un 4-1-3-2 en el que en ataque los laterales ocupan toda la banda, el trío de mediapuntas circula e intercambia posiciones por dentro y en el que los dos puntas son indiscutibles y a uno de ellos le denomina como “delantero de retención”. A Coudet se le puede identificar dentro de la ola de técnicos argentinos a los que todavía aguarda en Europa. Gallardo, Almeyda, Heinze… Tipos con larga experiencia como futbolistas y embebidos por las culturas futbolísticas de ambos lados del océano, que promueven esfuerzos colectivos para acudir a robar la pelota al campo del rival y golpearle con rapidez.
El Celta es el equipo que más faltas comete de la Liga española. “Coudet nos ha metido un par de dedos en el culo”, describe Nolito. “Y nos hacía falta”, concluye. El resto, el buen pie, ya estaba ahí y Coudet no sólo no reniega sino que lo potencia. “El mensaje es claro: hay que jugar bien al fútbol. Y para jugar bien al fútbol hay que tener huevos. Y tener huevos no es tirarse a los pies, huevos es jugar bien a la pelota. Huevos para pedirla siempre, jugar, asociarse…”. Con él, el Celta ha escalado 11 posiciones en la tabla.
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