Ballester: 100 minutos en cuatro años en el Madrid
El defensa internacional ilicitano, fallecido a los 30, solo disputó dos partidos con los blancos a principios de los setenta por una lesión de rodilla
La Liga 68-69 fue un paseo para el Madrid, que llegó a contar con que la terminaría imbatido. Se lo impidió el Elche ganándole 1-0 en Altabix a tres jornadas del final. Fue un bombazo. Era la época dorada del Elche. Ese mismo año sería finalista de Copa.
Francisco Ballester Enguix era el lateral derecho. Pasaba del 1,80, estatura que llamaba la atención en ese puesto. Un jugador muy fuerte que subía muy bien. Había nacido en Xàtiva y se dio a conocer en el Olímpico de aquella ciudad. También era de Xàtiva Vicente Iborra, capitán de aquel Elche, y le recomendó al club. Pasó por el filial, el Ilicitano, y pronto subió al Elche del que fue un puntal. En las ligas 68-69 y 69-70 no se perdió un partido. Kubala lo llevó a la selección y debutó ante Finlandia. Aquel Elche fue un manantial para España: Lico, Marcial, Canós, Asensi, Vavá, Ballester…
El Madrid fichó a Ballester por cinco millones y con un contrato de cuatro años. Estaba destinado a suceder al valenciano Calpe, el lateral derecho del equipo ye-yé. Por entonces se jugaba la Copa después de la Liga y Ballester debutó con el Madrid nada más terminar esta, el 10 de mayo de 1970, en el partido de vuelta de la primera eliminatoria, ante el Castellón. Repitió en la ida de la segunda, en Las Palmas, lo que ya le daba vitola de titular. Con 23 años se le abría un panorama sensacional. Y el Madrid pensaba que tenía lateral derecho para unos cuantos años. Pero todo se cortó abruptamente.
En el minuto diez del partido en El Insular se dañó una rodilla. Le operó López Quiles, el cirujano del Madrid, que para la época ya creaba desconfianzas en algunos jugadores del club. No quedó bien. Acudió al doctor Cabot, de Barcelona, la eminencia nacional en rodillas en la época, pero el arreglo ya era difícil. Aún fue, por consejo de Di Stéfano, a Lyon, a tratarse con Trillart, celebridad del país vecino.
El lateral derecho se pasó dos cursos sin jugar a principios de los setenta antes de caer al Castilla y volver al Xàtiva
Se le fueron dos años en blanco. Cero partidos en la 70-71 y cero en la 71-72. Para la 72-73, el Madrid decidió, como última carta, bajarlo al filial, en Tercera (no había Segunda B), a ver si ahí cogía la forma. Fue justo el año de la fundación del Castilla sobre la estructura del extinto Plus Ultra. Estaban Camacho, Vitoria, Morgado, Antolín Ortega... Los entrenaba Antonio Ruiz. El club tenía interés en que Ballester jugara, pero rendía más en esa posición Lanchas, que llegaría a internacional tras triunfar en el Espanyol. Y como también había interés en ascender, Ballester apenas jugaba.
Así durante dos temporadas. Avanzada la 73-74, el Madrid le cedió al Onteniente, también de Tercera, cuyo entrenador era Vicente Iborra, su paisano y excapitán en el Elche. Jugó ocho partidos, todo desde que llegó, pero, cumplidos los cuatro años de contrato, el Madrid le dejó en libertad. Esos cuatro años se habían reducido a cien minutos, 90+10, en aquella primavera de 1970. Con 27 años volvió a la casilla de partida: el Olímpico de Xàtiva, de donde salió con 19, ilusionado.
Unas molestias letales
Allí triunfó de nuevo. No como lateral, sino como central o medio defensivo, funciones en las que no estaba obligado a realizar largas carreras por la banda y podía valerse de su ciencia y conocimiento. En Xàtiva se tomó su regreso con una mezcla de ilusión por recuperarle y de pena por la lesión que había provocado su prematuro retorno. Le entrenó otra gloria sebatense, Ramón Miralles, diez años en Primera División repartidos entre Córdoba, Espanyol (con Di Stéfano) y Granada.
Volvió a disfrutar del fútbol, aunque fuera a un nivel más bajo del que mereció. Se casó, invirtió lo ganado en el Madrid en algunos pisos y naves, y tuvo una hija. De repente, todo se nubló de nuevo: unas molestias en el bajo vientre, que relacionaba con un fuerte golpe recibido cuando jugó en el Onteniente, le llevaron al médico. Sufría un seminoma. La 74-75 fue su última temporada como futbolista.
Dejó de jugar. Se capacitó como profesor de Educación Física y entró a trabajar en un colegio. Pero la enfermedad avanzó rápido. Compañeros del Madrid le visitaron en septiembre de 1976, cuando viajaron a Valencia para enfrentarse al Stal Mielec en Mestalla por cierre del Bernabéu. Charlaron, bromearon, pero su aspecto no denotaba nada bueno.
Falleció el 8 de febrero de 1977, con 30 años, justo a los diez de su debut con el Elche en el Camp Nou. Dejó viuda y una hija de cinco años, hoy cirujana en Valencia. “Quizá elegí Medicina por él, lo he pensado a veces. Se nos fue muy pronto, pero por fortuna me quedan algunas imágenes en el recuerdo, todavía sano, alto y rubio como era”. El polideportivo de Xàtiva lleva su nombre. Aún vive en el recuerdo de sus convecinos.
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