El Barça es un disparate
Los azulgrana, a ocho puntos del Atlético con un partido más, firman el empate después de un duelo caótico ante un ambicioso Valencia que compromete el plan de Koeman
El equipo más sofisticado y cuerdo del mundo ha pasado a ser un pelotón irracional y caótico, plagado de futbolistas disparatados, por más que el hilo conductor de ambos siga siendo Messi. Los goles del 10 con el Barça ya solo sirven para su currículo, después de sumar ya tantos como Pelé en el Santos (643), y no para cantar victoria frente a rivales desclasificados como el Valencia. Los azulgrana son hoy un plantel diseminado e irreconocible justo 11 años después del sextete conseguido con Guardiola. Juegan como condenados, sin atender al paisaje ni a ningún condicionante que no sea el de huir de la derrota, descamisados y redimidos por las jugadas episódicas ante el Valencia.
El partido fue una locura, por ruidoso y caótico, después de que los valencianistas aceptaran el intercambio de golpes propuesto por el Barça. El empate no desmiente que ambos se jugaran el resultado a la ruleta rusa, como quien tira una moneda al aire, circunstancia que compromete más a los barcelonistas y a los recursos de Koeman. El plan del técnico expone a los futbolistas por su exigencia física y por la falta de rigor y de soluciones colectivas que ayuden a disimular los errores individuales, manifiestos en cada partido, en las dos áreas y en la medular, como si diera por supuesto que los once del Barcelona son superiores a los once de cualquier contrario de LaLiga.
Koeman calzó a Coutinho en una alineación de la que se ha caído Lenglet. El técnico no quiere perder al brasileño, al que ya acogió en verano, después de apostar contra la Real por jugadores que puedan jugar de interiores como Pedri y por un mediocentro único como Busquets. El fútbol de Coutinho propicia un juego más barroco, redundante y al pie, menos vertical y profundo, fácil de defender para equipos trabajados como el Valencia. Javi Gracia es además un técnico que descifra muy bien al Barcelona.
Faltos de extremos, los azulgrana se estrangularon con su fútbol de pases interiores, perdían reiteradamente la pelota y facilitaban las transiciones de Guedes y Musah, futbolistas rápidos, difíciles de defender a campo abierto por centrales más poderosos que veloces como Araujo y Mingueza. El Barça no tenía ritmo ni velocidad y menos tiro, empachado de balón, y el Valencia se estiraba con vértigo y saña, tan sorprendido por sus llegadas en superioridad que se enredaba cuando solo le faltaba rematar a Ter Stegen. El gol estaba cantado y, al igual que ante la Real, llegó en un córner mal defendido por Griezmann.
Ni defensa ni ataque
Los desajustes defensivos de los barcelonistas eran tan notables como su ofuscación ofensiva, desconectado Messi. No sabía cómo atacar el Barça, sin más jugada que los centros de Alba, y tampoco acertaba a corregirse, por octava jornada sobre 13, obligado a remontar un marcador adverso, menos reactivo que ante la Real. El encuentro quedó a merced del Valencia, más perdonavidas que el Barça, y en manos de Ter Stegen. El meta respondió de manera extraordinaria a un cabezazo de Maxi Gómez y propició después una contra que Messi aceleró hasta habilitar a Griezmann.
El francés se cayó en un forcejeo con Gayà y el árbitro pitó penalti y expulsó al lateral, una doble sanción tan desproporcionada y protestada que acabó con la intervención del VAR. El colegiado cambió la tarjeta roja por la amarilla e insistió en señalar los once metros, porque consideró punible el contacto y no un lance del juego como pareció antes y después de ser revisado por el vídeo ante la ira del Valencia. Aunque Domènech le paró el penalti a Messi, la jugada tuvo continuidad con un centro de Alba, un rechazo y el cabezazo en la línea de gol del propio capitán del Barça: 1-1.
A pesar del empate, el partido exigía la intervención de Koeman, que quitó a Busquets para poner a De Jong. Ya desfondado Pedri, el descontrol fue en aumento y las oportunidades se sucedieron en ambas porterías, mayoritariamente engendradas por las penetraciones de Gayà y Alba. Marcó Araujo de volea después de un córner y empató Maxi Gómez después de anticiparse a Mingueza.
Los cambios desordenaron todavía más al Barça, desquiciado e impotente, convertido en una calamidad y reflejado en el rostro apesadumbrado de Griezmann. No encaja el francés y no encuentra el equipo el punto de inflexión ni la regularidad necesarias para competir por LaLiga. La frustración fue tremenda después del partido contra la Real. No da el Barça con un plan estable y la corriente se lo lleva en LaLiga.
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