Thiem, justo y soberbio finalista
El austriaco regresa al episodio definitivo al derribar a Djokovic (7-5, 6-7(10) y 7-6(5) en un estrecho duelo decidido en la ‘foto finish’. Se enfrentará este domingo (19.00) por el título a Medvedev
Desde hace tiempo viene dando toques a la puerta, enviando señales, reclamando un hueco y pidiendo a gritos su espacio entre los más fuertes. Y, definitivamente, Dominic Thiem parece haberlo encontrado. Se lo ha ganado. No hay mejor alternativa a los tres gigantes que el austriaco, ya una realidad que sin florituras ni estridencias se ha instalado entre lo más granado del circuito. En septiembre elevó su primer grande, en Nueva York, y ahora apunta al cetro maestro que se le negó el curso pasado. Este sábado derrotó a Novak Djokovic en un duelo angosto que se decidió sobre la línea de meta, por el margen de una uña: 7-5, 6-7(10) y 7-6(5). De este modo, Thiem accedió a la final de este domingo, en la que se enfrentará (19.00, #Vamos) al invicto Daniil Medvedev (3-6, 7-6(4) y 6-3 a Rafael Nadal).
Se demandaba un elemento que desestabilizase la hegemonía de Nadal, Fededer y Djokovic, y el austriaco ha dado un paso al frente en medio de la excepcionalidad, en esta temporada al sprint desde el reinicio en agosto. Thiem ya no es solo un obstáculo, sino una amenaza en toda regla. Quiere y puede. No encontraban los tres reyes una oposición tan feroz desde los tiempos del escocés Andy Murray, un formidable intruso que agota sus últimos días en las pistas, mientras entra ahora con fuerza el viento de los Alpes, de la mano de Thiem. Lo suyo son ya palabras mayores. Seis derrotas le ha infligido a Nadal (6-9), cinco a Federer (5-2) y otras tantas a Djokovic (5-7).
El duelo transcurrió sobre un finísimo alambre, aunque con la sensación de que el juego de Thiem tenía un punto más de veneno y de que la fortuna, en el caso de tener que tomar partido por alguno, lo haría por él. Djokovic tejía y tejía, hilvanaba bien y esperaba el momento, pero en la zona crítica del primer set dio un paso en falso cuando menos lo debía. Había construido fabulosamente el punto, conduciendo al austriaco de un lado a otro y pensando que en un momento u otro no este no alcanzaría esa bola angulada que le obligaba a correr y correr, pero harto de recibir respuestas, el serbio tiró una dejada que se enganchó en la red y sonrió a Thiem (27 años) para convertir la primera opción de rotura del partido, para 6-5 y rematando a continuación con el arrojo y la resolución que le caracterizan.
A Nole se le empezó a poner mala cara. Volvieron los nubarrones para él, que desde que se llevase la zurra de Nadal en la final de Roland Garros no termina de alcanzar el punto óptimo de juego. No a su nivel. Si el de Belgrado no se enrabieta, no vocea ni se le inyectan los ojos en sangre, mala señal. En su caso, la versión light suele ser sinónimo de algo no termina de ir bien, y si encima tiene delante un tenista que pone la vida en cada tiro el tema pinta todavía peor. Ocurre que, pese al temporal, Djokovic sigue siendo Djokovic, el chacal que escapa de casi todas y es capaz de encontrar alimento en el escenario más árido. Así que, cuando más fea se había puesto la historia, Thiem amenazando ya con poner la puntilla después de haber anulado tres opciones de break, dos de set, se revolvió y ganó crédito.
Salvó una, luego otra, una tercera y al final hasta cuatro bolas de partido en un tie break que finalmente se anotó él, al tercer intento, exigido también porque el austriaco no regala absolutamente nada tampoco. Tiene agallas Thiem, vaya que si las tiene. Mantuvo el temple en el set definitivo y resistió al empuje psicológico que le planteó el balcánico, con un punto más de filo, viendo que se la había abierto la puerta después de haber rozado el ko. En un guion prácticamente idéntico, un toma y daca en el que ninguno de los dos cedía, la tarde se resolvió en un desenlace de foto finish. De nuevo, muerte súbita, no sin un sorprendente giro.
Djokovic demarró con un 4-0 que parecía irreversible, pero el tres del mundo no cede ni a tiros y remontó con seis puntos consecutivos, rematando la victoria (300 ya en la élite) que le devuelve al último episodio del torneo. Justo y soberbio ganador el austriaco. “Es decepcionante acabar la temporada así”, lamentó el jerarca del circuito, tristón en la batalla desde el fatídico pelotazo que le condenó en el US Open y que aspiraba a su sexta corona en el Masters, e igualar así el récord de Federer. El suizo, sin competir desde enero, sigue al mando. No triunfa en el torneo Nole desde hace un lustro.
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