El Giro es el patio de los viejos rockeros
Nibali, Fuglsang, Thomas, Kruijswijk… un puñado de treintañeros son los grandes favoritos de la ‘corsa rosa’, que comienza este sábado
El Giro de la católica Italia y más católica Sicilia es una carrera tan antigua, y le gusta tanto parecerlo, como enraizada en el hueso de la tradición, que adopta como propias costumbres de épocas de pestes medievales, como la de acudir a las iglesias en ritos de sacrificio y expiación para rogar por la bondad de los dioses hacia los humanos, tan débiles, para pedir perdón por lo que fuera, y así, nada más arrancar desde la rampa de salida de la contrarreloj inicial este sábado (el inglés Alex Dowsett, el primero, a las 13.15; el campeón de España, Pello Bilbao, será el siguiente, un minuto después; Tv: Eurosport y Dazn), los 176 participantes deberán afrontar de parado una subida de un kilómetro con pasos al 13% hasta la catedral de Monreale, construida entre palmeras, limoneros y olivos por invasores normandos hace más de 1.000 años.
Lo que queda de contrarreloj, 14 kilómetros hasta el corazón de Palermo, será cuesta abajo, y dicen que se alcanzan los 100 por hora empujados los ciclistas por la rueda lenticular y el cálido viento africano, y recto, ideal para el motor de increíble cubicaje de Filippo Ganna, debutante de 24 años, hijo de remero olímpico y campeón del mundo, cuya victoria todos aplaudirán, tan joven y sano parece, tan niño, y cuando lo haga, no se asociará su figura ni su apellido con los de Luigi Ganna, el varesino que ganó el primer Giro hace 111 años ya, y cuatro meses, sino, la magia del barniz moderno, con el Tom Cruise de Top Gun (pronúnciese a la italiana, topp ganna), guerrero audaz, intrépido y brillante, y para algo es el primer Giro de la historia que no comienza en abril, como ya ocurrió en 1939, junio (1933 y 1946) o mayo, como los restantes 99 Giros ya disputados.
La ofrenda de sudor y dolor de piernas en la cuesta de la catedral bien podría ser para que la covid 19 respete a la carrera al menos como respetó el Tour, pero seguramente tendrá como objeto pedir al altísimo que el mal tiempo no destruya las esperanzas en un recorrido de montaña dibujado para mayo-junio y practicado en otoño, cuando anochece en nada (la etapas terminarán todas antes de las cinco), cuando llueve y cuando no parece sencillo conseguir que un 22 de octubre no nieve y que el temporal no borre las carreteras a más de 2.000 metros de altura en los Alpes y en sitios como el Stelvio (Cima Coppi, 2.758 metros), o dos días más tarde en el Agnello (2.744 metros), en el Izoard (2.360 metros) o en Sestriere (2.035 metros). Y son estas las etapas que hacen al Giro ser Giro, como también la del lunes 5, la subida a los 1.800 metros del Etna, antes de cruzar el estrecho de Messina para iniciar desde Mileto, donde Tales, la remontada hacia el norte de la península.
Y le queda tan bien al Giro ese toque de tiempos actuales (habrá segunda parte de Top Gun en las pantallas para navidades) como el maillot del EF, que a falta de ciclistas novatos ha vestido a los suyos con un maillot en el que destaca una especie de pato Donald que vende monopatines, y hasta llevarán su dibujo en el casco, para atraer a los aficionados nacidos en el siglo, afirman, a los que les gusta más hacer el gamba por las calles con sus tablas que perseguir la fatiga en bicicleta.
Tiene siempre su toque propio el Giro, que es el santuario del ciclismo antiguo, de antes del motor, de cuando se corría por rabia o por amor y etapas largas, larguísimas, como canta De Gregori, y sus candidatos a la victoria final no son los niñatos que secuestraron el Tour, sino viejos rockeros de colmillo retorcido y muescas en sus bicicletas, cicatrices y heridas, y lamentos, y cada uno lleva pegado casi desde nacimiento su epíteto, como el tiburón Nibali (a un mes de los 36 años), que es el experto (un Tour, dos Giros, una Vuelta ganados en la década que termina); el danés Fuglsang (35 años), el sólido; el galés Geraint Thomas (34 años), el contrarrelojista, el insolente, amigo de Froome que solo adelgazó cuando le dijeron que no tendría que ayudar a Egan; el holandés Kruijswijk (33 años), el frágil, y, ya veterano, aunque está a dos años de los 30, el inglés Simon Yates, ganador de Vuelta, perdedor de Giro, el caprichoso.
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