Nadal disfruta de McDonald
El mallorquín arrolla al apático estadounidense (6-1, 6-0 y 6-3, en 1h 40m) y afila su juego antes de abordar en la tercera ronda a un rival por descubrir, Travaglia (6-4, 2-6, 7-6, 4-6 y 6-2 a Nishikori)
¡Tac, tac! Es mediodía en París y los raquetazos de Rafael Nadal contra las suelas de sus zapatillas resuenan por toda la central, donde los escasos asistentes, no más de 500, de arranque aún menos, disfrutan de una sesión en petit comité inimaginable en otras épocas. Ahí abajo, el campeón de 19 grandes también goza porque se encuentra con lo necesario para ejecutar lo que se exigía: afilar el drive, tomarle la medida a la nueva bola e ir puliendo los automatismos. Una perfecta puesta a punto. Mackenzie McDonald, otro de esos estadounidenses alérgicos al polvo de ladrillo, es una perita en dulce y le aporta todos los nutrientes que demandaba su juego, así que vence (6-1, 6-0 y 6-3, en 1h 40m) y progresa plácidamente a la tercera ronda.
La victoria dice que Nadal lo ha hecho bien y que, tal vez aún más importante en clave de presente, sigue ganando tiempo y, en consecuencia, margen de adaptación para el complejo desafío de salvaguardar su territorio en esta edición otoñal de Roland Garros.
Como ya ocurriera hace dos días, la climatología es benévola. La cubierta de la Chatrier está abierta y el manto tupido de nubes que cubre la ciudad contiene el agua y de paso suaviza la temperatura, relativamente agradable esta vez, 15 grados. Y el balear, de azul celeste y coral chillón, invoca a la primavera y accede a la pista en ese ambiente casi familiar para rodarse y sacarle chispas a la sesión de baño y masaje que le propone el apático McDonald.
Tiene el chico (25 años y 236º en el ranking) unos andares similares a los de Fabio Fognini, más bien desidiosos. Tiene un imposible por delante, pero acepta el castigo sin rechistar y va encajando breaks y juegos sin rebelarse lo más mínimo. Y tiene, también, un nefasto recuerdo de París, donde el curso pasado sufrió una lesión importante en la corva derecha que le envió a la reserva el resto de la temporada. Que acabe rápido esto, pues, se dice mientras Nadal se empeña sin despiste —a excepción del cesto que tira al depositar una de sus toallas y que, ¡ups!, luego recoge— y degusta a su presa zarandeándola de un lado a otro, derecha va derecha viene.
Pese a la intimidad del momento, el mallorquín no pierde un punto de concentración. A su palco se han incorporado su padre Sebastià y su hermana Maribel, separados por dos asientos y contentos de ver el buen ejercer del balear, enfrascado en su tarea de laboratorio, de ensayo en ensayo. Si le interesa profundiza, si le interesa atrae al rival para tirar algún que otro passing, y si le conviene estira el peloteo por eso de ir domando a las malqueridas Wilson que estrena este año el torneo.
Aunque no llueve y la arena está bien, empapada por la humedad pero más que apta, la bola pesa y bota poco, exige, así que sus ganadores (31) no describen efectos y viajan planos hacia los ángulos. Prueba con el spin, pero los giros se resisten. Toca amoldarse. A tales circunstancias, soluciones prácticas.
Al final, Nadal resuelve certero y como se imponía, saca los colmillos: siete aciertos en ocho oportunidades de rotura y 13 en sus 16 aproximaciones a la red. Mientras, la cartilla estadística de McDonald, solo tres triunfos sobre arcilla a lo largo de su carrera, lo dice todo: no fabrica una sola opción de break y se deshace tanto con los primeros (45%) como los segundos (40%) saques. De esta forma, el de Manacor cumple con la hoja de ruta, aterriza cómodamente en la siguiente parada, frente al italiano Stefano Travaglia (6-4, 2-6, 7-6, 4-6 y 6-2 a Kei Nishikori), y sigue cogiendo impulso en la rampa de la primera semana. Goloso mediodía en París.
PEDRO MARTÍNEZ ACCEDE AL ‘TOP-100’
Las buenas noticias no terminaron con Nadal. Junto a él logró un billete para la siguiente ronda Pedro Martínez, que ganó al kazajo Mikhail Kukushkin por 6-3, 6-1 y 6-0, y logró alcanzar su tope en un Grand Slam.
El valenciano, de 23 años y entrenado por Sergio Gallego, está viviendo su curso más dulce. En enero se abrió paso hasta la segunda ronda en el Open de Australia y con sus resultados en París, donde partió desde la fase previa, se convierte virtualmente en top-100.
Su próximo reto es Sebastian Korda, el primer jugador nacido en el siglo XXI que llega tan lejos en el grande francés. De 20 años, apeó a John Isner y aspira a seguir la estela de su padre Petr, campeón de Australia (1998) finalista de Roland Garros (1992).
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