Luis Suárez y el ruido de su galope
El delantero alcanzó números históricos en el Ajax, el Liverpool y el Barça, y todo indica que en el Atlético persistirá con su apetito goleador
Como los caballos descritos por Elías Canetti —se alimentan del ruido de su galope—, al delantero goleador sólo le sacia el esplendor de su remate en la red, apetito que nunca ha remitido en Luis Suárez, ni en el Ajax, ni el Liverpool, ni el Barça, tres equipos donde en breve tiempo alcanzó números históricos. Todo indica que en el Atlético de Madrid persistirá su hambriento recorrido. Unos pocos minutos frente al Granada devolvieron su imagen de delantero desatado, sin el menor rasgo de duda en su juego, un compendio de agresividad, obsesión por el gol y recursos de todo estilo para lograrlo.
Luis Suárez jugó con su nuevo equipo tres días después de emocionarse en su despedida del Barça, donde ha marcado 198 goles en seis temporadas, la tercera cifra más alta en la historia del club, sólo por detrás de Messi y César. Tanto como su producción, fue fascinante la manera de imponer su personalidad en un equipo marcado por el temor reverencial a Messi y la adscripción a un estilo en las antípodas de su perfil.
Trató al estilo del Barça como trata a los defensas rivales: sin contemplaciones, ni miedo. Cuando Luis Suárez llega a un equipo impone su criterio, que no es otro que el del gol. Nunca ha estado para bromas, ni para debates metafísicos. Por donde ha pasado no ha habido tiempo para el debate: Suárez marcaba diferencias inmediatas donde los equipos quieren, frente a la portería, con todo tipo de goles, fáciles, difíciles y portentosos.
La emoción de su despedida del Barça no ocultó su fastidio, remarcado minutos después por el comentario de Messi en las redes sociales y la adhesión de gente como Neymar y Alves. No se iba un cualquiera, menos aún en los turbulentos tiempos que atraviesa el club, con una probable moción de censura a su presidente y la conflictiva relación de Messi con Bartomeu.
Después de la masacre frente al Bayern, el Barça decidió prescindir de Luis Suárez. De alguna manera lo presentó como un jugador tóxico por su estrecha relación con Messi y por los avatares de la edad. Como suele ocurrir en la recta final de las trayectorias, se comenzaron a ver los defectos más que las cualidades en Luis Suárez, y también en Messi, aunque con la boca pequeña. En los dos casos se ha apuntado al salario, al poder y a la escasa implicación defensiva.
Con 33 años y sus recientes lesiones, el Barça considera que Suárez está amortizado como jugador. Él piensa lo contrario. Simeone, también. El técnico del Atlético tiene un problema con los delanteros desde hace años. Por el equipo han pasado un sinfín de arietes que han durado poco o muy poco. El delantero predilecto de Simeone es Diego Costa, futbolista aguerrido, intimidador, poco dispuesto a hacer amigos por el camino. Costa se fue al Chelsea y volvió. En el regreso no ha sido el mismo, y se nota.
A estas alturas, liberado por el Barça, el Atlético era la solución perfecta para Luis Suárez y Suárez el jugador soñado por Simeone. Está hecho a la medida del entrenador y de un equipo que suele convertir a sus futbolistas suramericanos en banderas del club. Ese intangible que es la uruguayidad también es un elemento apreciable en la nueva relación Atlético-Luis Suárez.
Su motor siempre ha sido el voraz apetito por el gol. No sabemos si su tormentosa salida del Barça le agregará más estímulos a su innata condición de goleador, pero su actuación frente al Granada remitió a sus mejores días, los que le acreditaron como un delantero implacable. Por lo que parece, la proteína del gol permanece adherida a Luis Suárez, así que agárrense, que vienen curvas.
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