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De Djokovic a McEnroe: el club de los expulsados

El serbio cierra el listado de una serie de jugadores que fueron descalificados antes por sus malas pulgas. Pelotazos, raquetazos, sillas volando... Figuran ilustres como Serena, Nalbandian o Henman

McEnroe y Kyrgios charlan durante un entrenamiento de la Laver Cup en 2019.
McEnroe y Kyrgios charlan durante un entrenamiento de la Laver Cup en 2019.
Alejandro Ciriza

Hay que rebobinar 20 años, hasta 2000, para dar con el último tenista que siguió la misma ruta que Novak Djokovic y fue descalificado en un Grand Slam. Su nombre es Stefan Koubek, austriaco, entonces 23 años y un pronto fuerte que le costó la expulsión de Roland Garros. Suena la escena, porque se debió a otro pelotazo que sin la intención de hacerlo golpeó en el hombro de un recogepelotas y le eliminó directamente en su partido frente al húngaro Attila Savot, cuando este iba imponiéndose por dos sets a uno y 5-2 en la cuarta manga.

Pero el historial de Koubek no queda ahí. Siete años después, en Metz, volvió a demostrar sus malas pulgas insultado al árbitro, al juez de línea y a todo el que estaba allí presente apoyando al local Sebastien Grosjean. Mandaba en el marcador (5-7, 7-6(4) y 4-2), no encajó la decisión y sus reproches fuera de tono le costaron el partido. Es misma temporada, tuvo una enganchada verbal con el austriaco Daniel Koellerer en Kitzbuhel que después se tradujo en física, ya que el austriaco le agarró por el cuello y fue descalificado.

Más recientemente, Nick Kygios montó un número en la arena de Roma durante el choque con Casper Ruud. Se enzarzó con el noruego, el árbitro y el juez de línea, y terminó lanzando una silla por los aires hacia el interior de la pista. El australiano es un clásico de este tipo de highlights, malos modos que antes, en 2017, tuvieron como protagonista a Denis Shapovalov. El canadiense, habitualmente correcto y con gran proyección, no midió su rabia y después de un mal revés soltó un pelotazo que impactó directamente en el árbitro Arnaud Gabas, que tuvo que ser operado. Automáticamente, su equipo perdió la eliminatoria contra Gran Bretaña.

En 2012, el chico malo fue David Nalbandian, en Queen’s. Nada más fallar una bola, el argentino le pegó un puntapié a un pequeño soporte publicitario que rodeaba a un asistente y se rompió, ocasionándole un corte en la tibia. Lógicamente, la organización lo borró del mapa. Una decisión tajante que se repitió en 2009 en Nueva York, donde Serena Williams perdió los papeles y durante la semifinal contra Kim Clijsters amenazó de muerte a una juez de línea.

Anastasia Rodiondiova lanzó un bolazo a los aficionados de Cincinnati en 2007, Carsten Arriens dio un raquetazo a un juez de línea (1995) y un año después, la rumana Irina Spirlea también enfiló la puerta de salida, en su caso por insultar al árbitro. No así al británico Tim Henman, al que Wimbledon tuvo que descalificar dolorosamente en el 95 por un pelotazo accidental a una recogepelotas, con la que se disculpó acto seguido; no obtuvo el perdón de la organización, implacable con su jugador y comprensible hoy con el ko de Djokovic: “El árbitro no tenía otra opción, según el reglamento…”.

Pese a ser denominado como deporte blanco, por su pureza, tradición y promoción de las buenas formas, han sido muchos los jugadores y jugadoras que han sacado los pies del tiesto alguna vez. No era raro ver reventar raquetas a Roger Federer cuando era un adolescente o a otros grandes campeones como John McEnroe, el icono de lo explosivo y el show, raqueta en mano. El estadounidense, pura adrenalina, se pasó de la raya en 1990 durante un partido contra el sueco Mikael Perforns e inauguró la norma del triple warning; el Open de Australia no lo dudó: las bravuconadas, el raquetazo e improperios varios le costaron la expulsión fulminante del torneo.

EDBERG Y UN FATAL ACCIDENTE

Edberg / Richard Wertheim

No guarda una relación directa con el capítulo de Djokovic, porque no fue fruto de ningún mal gesto ni un exceso, pero el suceso sucedió por un pelotazo y su desgraciado protagonista fue Stefan Edberg, el sueco elegante y pulcro que hacía maravillas de las que bebió Federer.

 

Cuando era un júnior, en 1983, alcanzó la final del US Open. Se midió al australiano Simon Youl y en un instante de la final, firmó un ace que impactó directamente en la ingle de un juez de línea, Richard Wertheim. El fuerte impacto le hizo caer hacia atrás, con la mala suerte de que se golpeó la cabeza contra el cemento.

 

Unos días después, Wertheim falleció en el hospital, por un hematoma cerebral. Edberg, que entonces solo tenía 18 años, ganó ese año el torneo y los otros tres grandes.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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