Van Aert consigue la victoria en la primera etapa sin fuga desde 1998
Alaphilippe, sancionado 20s por coger un bidón en zona prohibida, deja el liderato al inglés Adam Yates
Septiembre en Francia. Los niños ya están en el colegio, y sus madres y padres trabajando. El Tour, el viento en la cara, atraviesa de levante a poniente el norte de Provenza, sus Baronías, donde el paisaje es menos dulce y los pueblos más salvajes, y los cañones de sus ríos. En las cunetas, desde las nueve de la mañana, sentados en sillas de lona y las caravanas aparcadas a sus espaldas, y algunas mujeres hacen punto, grupos de jubilados esperan a que llegue el pelotón, y, mientras, ven pasar la vida (coches, algunos turistas en bici, nada) como las vacas miran desde el pasto, y la vida que les ofrece el pelotón precisamente no es mucho más viva.
Para empezar, una cosa sorprendente, antes de la llegada del gran grupo de casi 200 ciclistas no se ha producido el habitual paso de sus heraldos, los cuatro condenados en fuga habituales. ¡Una etapa sin fuga! Como son viejos, quizás todos recuerden que desde hacía 22 años no había ocurrido tal fenómeno, y, en aquella ocasión la razón era clara, pues acaeció durante el Tour Festina, el día de Tarascón, cuando la huelga del pelotón protestando por la intervención policial contra los dopados. ¿Pero en 2020?
Y cuando el grupo pasa, lo hace tan agrupado, con, aparentemente, una mínima tensión interna y una máxima despreocupación, que, para el espectador menos puesto en los asuntos del Tour, no parece sino que practican un ejercicio de emulación: para un público de jubilados que se mueven por el mundo en rebaños de caravanas, ciclismo de jubilados, todos juntitos, en rebaño también, por qué no. Y sin nadie al mando, por supuesto, autorregulados porque, y el hecho es quizás más sorprendente aún que la ausencia de fuga. Hay dos repechos de cuarta y ni hay disputa por el punto, se va Cosnefroy vestido de lunares ante la mirada tranquilizadora y aquiescente del pelotón, que le arropa, y pasada la línea, Cosnefroy, muy educado, hace un gesto de agradecimiento con la mano.
Sería una mirada torva y cínica la de quien comparara a esos bravos deportistas con despreocupados ganapanes, claro, porque estaban contemplando, sin comprenderlo, una acción de lucha de clases que cada uno relató en meta como mejor le convino. Hartos de que los ogros del Deceuninck no dejaran ningún día más allá de tres minutos de margen a los fugados, un tiempo ridículo, y hartos, también, de que ni siquiera para entrar en fuga hubiera que arriesgarse a un ejercicio de coraje, sabiduría y habilidad (al contrario, nada más pasar la raya del kilómetros 0, quien se iba se iba tranquilamente, sin que nadie le persiguiera, y así hasta cuatro o cinco a la vez), los pocos equipos que vienen al Tour solo para ser vistos de vez en cuando decidieron hacer huelga de fuga. Los del Deceuninck de Alaphilippe, que actúan como patrones paternales traicionados por la maldad de sus empleados, se enfadaron y les quisieron animar a irse explicándoles que justamente este día habían decidido dar libertad y que la fuga llegara porque dos días antes habían estado trabajando todo el día y Ewan, del Lotto, un equipo que no había dado ni una pedalada en la cabeza, le había levantado la etapa a Bennett.
El asunto no habría ido más allá de lo anecdótico (los realistas, como Eusebio Unzue, patrón del Movistar, dicen que más que por huelga la fuga del Tour deja de existir por inanición: “Es demasiado importante todo lo que sucede y puede suceder en el Tour, que casi siempre va bloqueado por los diferentes intereses de unos y otros”) si no fuera porque provocó un inesperado cambio de líder del Tour. Alaphilippe cometió el error más tonto de su vida, cogió un bidón de manos de un auxiliar del equipo en la cuneta en los últimos 20 kilómetros, donde está prohibido, y sufrió una sanción de 20s, que le hace perder el maillot amarillo y pasar del primero al 16º puesto. “Ha sido tan aburrida la etapa, interminable”, dijo el francés, “y luego tan nerviosa al final, y estaba tan concentrado en lo mío, que ni me enteré de que estaba en zona prohibida”. Quien sí sabía dónde estaba, claro, era el auxiliar.
Si Alaphilippe deja el liderato por tiempo perdido fuera de la carretera, el nuevo líder, el inglés Adam Yates, se viste de amarillo por el segundo de diferencia sobre los demás favoritos logrado cuando entró con Alaphilippe destacado en la segunda etapa de Niza. Los 3s sobre Roglic, los 7s sobre Pogacar, los 8s sobre Guillaume Martin y los 13s sobre 10 favoritos más, hasta el 15º, son producto del juego de bonificaciones, que lidera Yates con 12s.
La ironía de la huelga de fugas, o la justicia poética, a algunos les gusta más este concepto, fue aún más cruel para el Deceuninck, que vio como en Privas su Sam Bennett solo era tercero en una llegada en la que se imponía el nuevo superfenómeno del nuevo superciclismo, el belga Van Aert, que 24 horas después de machacar a los escaladores en Orcières-Merlette dejó en nada a los sprinters. Y su nombre, y el de todo su Jumbo y Roglic, asusta pensando en lo que harán el jueves en la nueva llegada en alto, al Monte Aigoual, en las Cevennes hermosas.
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